Diciembre 14, 2024

EL Cardenal Silva, la Iglesia y los Derechos Humanos

 EL Cardenal Silva, la Iglesia y los Derechos Humanos

(José Aldunate, SJ).-

Estamos en el centenario del nacimiento del Cardenal Raúl Silva Henríquez. Es recordado y lo será siempre, sobre todo por su defensa de tantos perseguidos hasta la muerte por el régimen militar. Fue una defensa sin discriminación de colores políticos o status sociales. Una defensa del ser humano por ser un ser humano. Por tanto un homenaje a los Derechos Humanos.

Quisiera retomar este tema: El cardenal Silva y los Derechos Humanos, colocándolo en el marco histórico de su tiempo y en el marco ideológico del pensamiento de la Iglesia. En la vida y actuaciones del Cardenal pesaron estos dos contextos; la posición doctrinaria de la Iglesia y los tiempos que le tocaron enfrentar.

Su formación en la Iglesia Tradicional

Raúl Silva nació en 1907. Estudio leyes y se tituló de abogado antes de entrar en la Congregación de San Juan Bosco (Salesianos) en 1933. Estudió Teología en Italia en los moldes tradicionales de la filosofía y teología escolástica. Este hecho es importante porque tales moldes suelen perdurar y no ceder fácilmente a la novedad de los tiempos. Exponemos algunos rasgos de esta información: a) En ella no hay lugar a los DDHH. Dios tiene todos los derechos, el hombre solo obligaciones. Los DDHH fueron expresión, en el s. XVIII, de una rebeldía contra la autoridad y contra la Iglesia. b) El marxismo fue declarado “intrínsecamente perverso”. No se podía colaborar con los partidos comunistas. c) La moral que debe primar es una moral de principios, de obediencia a la autoridad, opuesta a toda moral de situación.

Su Participación en el Concilio Vaticano II

Fue muy activa junto a los obispos franceses y belgas. Manteniendo su apego a la autoridad, se abrió a las situaciones de cambio en la sociedad y en la Iglesia. Participó en los Sínodos romanos que siguieron al Concilio. Estos hablaron de la promoción de la justicia y los DDHH.

La Iglesia Chilena y la Política.

Como Arzobispo de Santiago desde el 19 de marzo de 1962 tomó muy en serio la carta del Cardenal Pacelli (1933) que prohibía la adhesión y apoyo de la Iglesia y sus ministros a los partidos políticos. También acogió la tradicional buena relación y apoyo de la jerarquía con el Gobierno de turno.

El triunfo de Allende y la UP.

En 1970, contrariamente a sus aprehensiones alarmistas, se entendió bien con el Gobierno. Lo que nunca aceptó fue al “grupo de los 80”, los 80 sacerdotes que adhirieron a los “Cristianos por el Socialismo”.

El Golpe Militar – Septiembre 1973.

Oficialmente acogió a la Junta Militar como había acogido a Allende. Personalmente, al principio, estaba satisfecho con esta salida y así lo manifestó en el Vaticano. Se resolvía un impasse y se solucionaba el problema de los “ochenta”.

Bien pronto, Monseñor Silva tomó conciencia de las dimensiones de la represión: tortura, asesinatos, desaparecimientos. Para enfrentar esto, creó con Helmut Frenz, el Comité Pro Paz y, más tarde la Vicaría de la Solidaridad. Estas instituciones fueron instrumentos de apoyo y ayuda para las víctimas, sin comprometer esencialmente las relaciones de la Iglesia con el Gobierno Militar.

Durante cinco años (1973-1978) se mantuvo esta estrategia ambigua: la Iglesia con su Vicaría de la Solidaridad se mantenía dentro de la “legalidad” del régimen militar; esta legalidad, por una parte amarraba al régimen, por otra era espúrea  y ocultaba los crímenes.

A partir de 1978 cambió la situación. Se reactivó la Democracia Cristiana con Frei Montalva contra el régimen, preparando el plebiscito del 80 y la Iglesia explicitó más su oposición. En noviembre de 1978, los obispos declararon que los desaparecidos habían sido asesinados.

Por otra parte la muerte de Pablo VI y el nombramiento de Juan Pablo II volvió desfavorable la situación del Cardenal Silva en Roma. Los embajadores del Gobierno militar, todos de derecha, habían hecho su trabajo.

El Cardenal renunció, como está dispuesto a los 75 años, en 1982. Se le aceptó de inmediato la renuncia. Sus sugerencias respecto al sucesor no tuvieron poco eco.

El Cardenal Silva dedicó los últimos años de su vida, antes de su enfermedad, como buen Salesiano al servicio sacerdotal de educandos y niños.

Habiendo terminado esta trayectoria por la vida y desempeño de nuestro Cardenal, preguntémonos, recapitulando, ¿Cuál fue en definitiva su actitud de los DDHH? Tengamos en cuenta la distinción entre los DDHH individuales y los sociales. Los sociales se vinculan con la política y el bien común.

  1. En su formación pre vaticana, como lo hemos visto, no hubo lugar para los DDHH. Surgieron fuera de la Iglesia, y una moral escolástica de principios bastaba para enfrentar todos los problemas.
  2. En el Concilio Vaticano y en los Sínodos, asumió nuestro Cardenal los DDHH., y más tarde, en pleno Gobierno militar (1979) se atrevió el 30° aniversario de la proclamación solemne de los mismos: “Todo Hombre tiene Derecho a ser Persona”.
  3. Pero entonces, por lo visto, la comprensión de nuestros obispos se limitaba a los DDHH individuales. El motivo que se reclamaba para justificar su intervención era la parábola del Buen Samaritano: el deber de ayudar a las víctimas.
  4. En cuanto a los derechos sociales, la política, el bien común, el Cardenal Silva mantuvo sus inhibiciones como Pastor de la Iglesia, aún frente a los crímenes del régimen militar. Así, mantuvo “relaciones normales” con él, se mantuvo dentro de su legalidad, habla de los “presuntos desaparecidos”, fue duro con los sacerdotes “por el socialismo”. Procuró mantener la apoliticidad de la Iglesia aún frente a los abusos criminales del régimen.

Nos falta ahora complementar los dichos indicando cuál es la posición del Vaticano II sobre la “promoción de la justicia social”. Con este término, más usado por la Iglesia, nos referimos a los DDHH en su dimensión social, a la política y “bien común”.

El tema fue controvertido. *En la Constitución de la Iglesia en el mundo moderno N°42, se ensaya dar una respuesta. La idea es que nada que interesa al hombre es ajeno al interés y preocupación de la Iglesia. La promoción humana y la actividad política están dentro de la misión de la Iglesia que es “evangelizar”, pero la Iglesia las aborda desde su punto de vista específico. Este es, según el Evangelio, “el Reino de Dios y su justicia”, es decir, el Reino de Dios y toda su proyección humana, es donde colocaría los DDHH.

Es decir, la justicia social, la actividad política, los DDHH. En todas sus dimensiones son tareas también de la Iglesia. Pero su punto de vista y su manera de abordarlos es específica, por de pronto distinta de los de la sociedad civil.

 *(Cfr. Gaudium et Spes, N°42, Sínodos Romanos III y IV, Encíclica “Evangelio Nuntiandi” de Paulo VI).

José Aldunate, SJ

(Publicado en revista Reflexión y Liberación n° 74 / julio-agosto de 2007).

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