El Papa de los pobres frente al Gran Plutócrata
Ya se escenificaron los preámbulos del duelo que, seguramente, van a mantener durante los próximos años el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el Papa de Roma, Francisco. Cada cual defendiendo su fe: el presidente de los ricos contra el Papa de los pobres. O dicho de otra forma: Mammón contra Dios. Un duelo en el que va a estar en juego el destino de los más desfavorecidos y, quizás, del planeta entero.
Está claro que, de la mano de Trump, ha llegado al gobierno de la primera potencia mundial el dinero en su máxima expresión, el capitalismo más salvaje. La plutocracia pura y dura. Junto al magnate americano, en el puesto de mando de lo que algunos comienzan a llamar ya ‘Egoístas Unidos’, figuran varios milmillonarios. Decididos a imponer a las claras el dominio del capital en su propio beneficio y, a lo sumo, en beneficio de la franja electoral (blancos de clase media), que los ha aupado al poder con su voto.
Y encima, utilizando el nombre de Dios en vano. Porque, como dijo, en su discurso de investidura, Trump está convencido de que Estados Unidos es el ‘nuevo pueblo de Dios’, el país de los elegidos y sólo para los elegidos. El Dios del “prosperity Gospel”, cuya presencia en la vida de una persona y de un país se nota en que bendice con más dinero y mayores dones a los que más tienen. El Dios del ‘efecto Mateo’: el que más tiene más recibe.
Un Dios en las antípodas del Evangelio y del Dios que, en su profecía-mensaje a Trump, cita Francisco: el del pobre Lázaro. El Dios que se pone de lado de sus hijos más desfavorecidos y repudia a los que acumulan tanto y tan ferozmente que ni siquiera son capaces de dar las migajas que les sobran y los condenan a la miseria y a la muerte, y a una vida indigna.
Es inevitable que choquen el plutócrata y el Papa que defiende las tres T (techo, trabajo y tierra) para todos. Es inevitable que se enfrenten el presidente hijo del capitalismo salvaje y el Papa que lo condena como un “sistema inicuo”, que provoca legiones de descartados.
Sus programas son opuestos y sus medios, también. Trump tiene la fuerza del poder. El Papa, la fuerza de la debilidad. Trump tiene la autoridad que le da la potencia económica y militar de su país. Francisco sólo tiene la fuerza de su autoridad moral mundialmente reconocida. Pero que nadie subestime la fuerza de la debilidad.
Porque, en el escenario que se delinea, Francisco es el único líder mundial con la suficiente autoridad moral para hacer frente a Trump. El profeta que puede pararle los pies al dios con los pies de barro. Y estoy seguro que lo hará.
Eso sí, nunca con los mismos medios que Trump. Siempre aplicando la fuerza de la razón, la estrategia del diálogo y la filosofía de la no violencia activa: defender los derechos de los pobres sin dar un paso atrás, pero sin violencia, aunque le vaya la vida en ello. Es el sino de los profetas. Y Francisco lo sabe y lo acepta.
José Manuel Vidal
Director de Religión Digital – Madrid