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La política de Dios 

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El país va a vivir que lo quiera o no un año cargado de candidaturas, de sondeos y de polémicas políticas. La política está tan  desvalorizada pero ocupa espacio. Las religiones tampoco están en sus mejores momentos porque hablan en contradicciones una con otra.  Muchos cristianos norteamericanos, por ejemplo, están curiosamente apoyando las medidas anti-migratorias de Trump porque estiman que Dios se interesa a la moralidad de las personas y a su santidad individual y que poco o nada se interesa en  los gobiernos.

 Pero la verdad es que Dios  siempre se interesó a la política humana y su  programa de gobierno a Él es el “Reino de los cielos”. Lo  pedimos insistentemente en el “Padre nuestro”.

La  Biblia por cierto en sus primeras páginas nos advierten de la siempre posible locura humana de pretender construir una sociedad tan ambiciosa que quiere alcanzar el cielo (el cuento de la torre de Babel).

La primera intervención política de Dios en la historia empieza como lo reza la antigua profesión de fe de todo  israelita: “mi padre era un arameo errante…” y fue así como Dios empezó a meterse en la política humana. A una pareja de ancianos (Abraham y Sara) Dios les prometió una descendencia innumerable y una tierra propia que como pastores nómadas no tenían. Dios incentivó así la futura sedentarización de los descendientes de Abraham, los acompaño y los rescató  cuando cayeron en  la esclavitud de Egipto. Fue una política de liberación y de emancipación del pueblo por la Ley magistral  de los diez mandamientos durante la dura experiencia del desierto con Moisés. Fue una política de conquista con los jueces. Una vez  instalado en Palestina, el pueblo quiso un Rey y  Dios les concedió uno.  Con David  fue toda una época de oro para el pueblo, hasta Dios se prestó para habitar entre ellos en el templo de Jerusalem, fue una época fantástica que los israelitas jamás olvidaron. Pero cuando posteriormente se dividieron y su monarquía cayó en decadencia, padecieron invasiones y deportaciones. La estrategia política de Dios fue de suscitarles profetas para que, desde las experiencias dramáticas, pudieran profundizar  y purificar su fe en Yahvé su Dios. Con ellos, el pueblo mantuvo su esperanza que un  descendiente de David pudiera surgir para restaurar la grandeza de antaño.  Pudieron reconstruir el templo pero las dominaciones sucesivas del país hundieron en el país en divisiones, corrupciones y miserias. ¿Cuál siguió por adelante la política de Dios?

Después de hacerse conocer poco o poco a su pueblo predilecto a lo largo de todo un milenio y después de acompañarlo en lo mejor y en lo peor, Dios revela la política de lo que será su Reino, su política escondida desde la creación del mundo. Escogió esa época social alborotada, con autoridades corruptas, mafias socio-religiosas. En esa época existían también masas de pobres, hambrientos y desorientadas. Después de un éxito inicial, encontró una oposición decidida.  Las turbas lo aclamaron un día y al otro día exigieron su crucifixión. A pesar de todo, un pequeño resto, algunos pocos lo siguieron. Algo, lo entendieron, y  después de que resucitara pudieron testimoniar de los verdaderos alcances de la política eterna de Dios para con los hombres.

La primera cosa que debe llamarnos la atención  después de recorrer el Antiguo Testamento es que Dios no anda con discursos y doctrinas impositivas, no manda alguien a dictar sus decretos. A lo contrario la estrategia de Dios es implicarse en las problemáticas personales, familiares y sociales para concientizar  poco a poco a todos de los  designios divinos. En las prácticas a veces muy “sui generis”  de esos tiempos, Dios se da a conocer y abre camino para el futuro de los hombres.

A los políticos que se suelen llegar con discursos, teorías, doctrinas, valores, imágenes y publicidad… es bueno recordarles que la política de Dios es la que se implica con las personas, los pobladores, la gente…sus problemas, su historia, sus aspiraciones, sus organizaciones. Por ejemplos: más vale que los legisladores vean cómo ayudar las poblaciones a tener corta fuegos para protegerse que discutir subsidios de reforestación  para las empresas forestales. Que vean los dramas personales de las violaciones y abortos más que multiplicar discusiones  de ética social al respecto

Entrando de lleno en el Nuevo Testamento, podemos descubrir las tácticas del mismo Jesús en su corta vida pública  para sacar de ellas algunas inspiraciones para nuestra vida política de este año.

Los candidatos para gobernar los países son elegidos por unos pocos años. Sus programas son forzosamente limitados en el tiempo. La política del Reino de los cielos, ella, tiene una perspectiva de eternidad. Es difícil pensar que todos los gobernantes tengan esta perspectiva cristiana pero que por lo menos tengan en cuenta las generaciones futuras y ofrezcan perspectivas a largo plazo.  El inmediatismo es populista. El tema ecológico  en política es caridad para los nietos y los bisnietos. El individualismo del sistema de pensiones queda riesgoso para un futuro que parece profundizar la brecha generacional.

Una contradicción radical existe entre la política de Jesús y nuestras política contemporáneas. Cuando se perfila el Reino de Dios para los pobres, los mansos, los sufridos, los pacíficos…. se ven cuestionadas seriamente nuestras estrategias de enriquecimientos y de lujo, nuestras estrategias competitivas, nuestra publicidad de consumo ilimitado,  nuestros derroches, contaminaciones… Los políticos que celebran exageradamente el progreso y el crecimiento económico se olvidan de la estupidez humana que  ha marcado todos los siglos de nuestra era con grandes conflictos, guerras, epidemias, hambrunas… ¿Seremos más sabios que nuestros antepasados? Más vale unos gastos para la paz que miles de gastos para superar nuestros vecinos en armamentos.

El mensaje de Jesús no fue una droga para soportar las vicisitudes de la vida, a lo contrario sus milagros demuestran que los adelantos del reino de Dios requieren eficacia para los sufridos de la tierra. En los programas políticos deben sobresalir las soluciones prácticas por las dolencias de los más desamparados. Podemos felicitar a los políticos que programan mayores adelantos en atención  de salud, en atención a los menores en dificultades, unas cárceles más humanas…

Al leer los evangelios no se puede evitar descubrir las críticas severas de Jesús para con los ricos. No pueden existir cristianos que se hagan oídos sordos en la materia. Los programas que nos incluyen un cambio serio para  solucionar  las desigualdades económicas en el país no son aceptables. ¡Qué no sean los más ricos los que sean elegidos!

Lo que impresiona en la actitud de Jesús es su apertura a los extranjeros. Predicó el universalismo en una población bastante racista. Se relacionó con los samaritanos, los romanos envió sus apóstoles a todas las naciones.  En Chile nos molesta incluir el pueblo mapuche con su originalidad en la vida institucional. Nos cuestiona la inmigración de tantos haitianos, bolivianos… si son ellos parte de nuestro futuro  porque la natalidad en Chile es insuficiente…

Hablando de religión, vale la pena destacar la postura propia de Jesús que frecuentó poco las sinagogas y entró en conflicto con  los doctores de la ley, los fariseos, los saduceos… Profetizó el fin del templo. Este distanciamiento no lleva a reflexionar a lo laico que son nuestros gobiernos modernos. No es normal que las instancias espirituales que podrían reforzar toda la acción política estén marginadas de esta. La ingenuidad de las religiones que acusan de secularismo la sociedad debería hacerlas pegarse el pecho por la postura creída y sobrada que adoptan. Es todo lo contrario de lo que Jesús enseñó a sus discípulos. El “servir” debería  caracterizar las instituciones religiosas. Desgraciadamente, en su seno, imperan todavía el autoritarismo, el centralismo, el clericalismo. Quienes deberían enseñar la práctica democrática son los primeros en querer subir en los pódium a sentarse al lado de las autoridades civiles y militares. El diálogo no existe ni en las reuniones litúrgicas ni en las relaciones diocesanas. Se reduce la participación a una asistencia pasiva.

Podríamos ahondar en esta reflexión, pero cada cristiano debe abrir la biblia y discernir. El evangelio es una fuente de inteligencia para opinar, participar y votar porque la política de Dios puede ser luz para nuestras gobernanzas humanas.

Paul Buchet

Consejo Editorial de Reflexión y Liberación

 

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