Abril 19, 2024

La mujer del pozo y Jesús

 La mujer del pozo y Jesús

El modelo samaritano de la misión.

 El capítulo 4 del Evangelio de San Juan nos regala algunas claves para pensar la acción misionera. El encuentro acontece entre Jesús y una mujer samaritana que está en el pozo de Jacob. El evangelio nos cuenta: “llega una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dice: Dame de beber. Le dice la mujer samaritana: ¿Cómo tú siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva” (Jn 4,7.9-10).

Dos conceptos fundamentales son el dar y el don. Jesús es el que pide agua a la mujer, Él es el don de Dios, el más preciado regalo que el Padre pudo haber hecho al mundo. El Papa Francisco en el mensaje para la Cuaresma de este 2017 nos recuerda que el otro, el hermano, el prójimo o el lejano también es un don. Somos regalos de Dios y hemos de entrar en la dinámica de la acogida, de la reciprocidad, de la aceptación. El don es solo don en cuento es aceptado… o rechazado. El que Jesús sea el don, el regalo del Padre, está en la misma línea del tema del enviado, que atraviesa transversalmente el cuarto evangelio. Y quizás la frase más clara de esto está en el capítulo tres: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

La mujer del pozo dialoga con Jesús. Segundo signo de revolución misionera. Hablar con una mujer en público era considerado como una actitud negativa. Así lo hace notar el mismo texto (Cf. Jn 4,27). Del diálogo transformador de la mujer con Jesús, el Señor ha despertado en ella una semilla de vida nueva que es regada por el agua que da vida en plenitud. Este encuentro ha provocado que la mujer experimente la dinámica de la salida (Iglesia en salida), transformándose así en la primera misionera que va a comunicar a sus hermanos de raza aquello que ha descubierto. La experiencia vital con Jesús que la mujer, ser social de por sí marginado, ha funcionado como fundamento para que los samaritanos fueran a Jesús y le rogaran que se quedara con ellos. Es el agua viva, imagen del Espíritu que se derrama en la samaritana y configura su vida, convirtiéndola en una carismática, en una portadora del don del Espíritu. Es la actuación de una conversión y de una fe que es resultado de la experiencia, la cual se puede reconocer a Jesús como el Salvador del mundo.

Un momento clave del texto es cuando el autor nos dice que “La mujer, dejando su cántaro corrió a la ciudad y dijo a la gente: Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será acaso el Cristo? Salieron de la ciudad e iban hacia él” (Jn 4,28-30). El que la mujer deje su cántaro, subraya la prisa con la que la samaritana se dirige a donde sus coterráneos para compartir la experiencia única que ha tenido con este hombre. Es tan potente el descubrimiento ya que con él se cumplen las promesas mesiánicas hechas al pueblo. Es similar al cuadro del encuentro de Jesús resucitado con María Magdalena: “Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: He visto al Señor, y que había dicho estas palabras” (Jn 20,18). Es un encuentro que transforma.

La samaritana deja su vida atrás representada en el cántaro. Ha obtenido una nueva agua, que tiene el carácter de ser viva. Es arrastrar a tus hermanos para que entren en esta contemplación de Cristo. El modelo de misioneros es la samaritana: después de haber descubierto a Cristo, invita a sus conciudadanos a encontrarle. La misión cristiana en Samaría ha comenzado. La mujer ha sido la primera misionera, es la que va a comunicar a sus hermanos de raza aquello que ha descubierto. La experiencia vital con Jesús que la mujer, ser social de por sí marginado, ha funcionado como fundamento para que los samaritanos fueran a Jesús y le rogaran que se quedara con ellos.

Esta samaritana fue el puente necesario entre Jesús que tenía sed de ese pueblo marginado, en el cual pueden estar representados todos los marginados de nuestro mundo: ¿Cuántos samaritanos aún quedan en nuestra sociedad?. La Iglesia de este tiempo está siendo interpelada fuertemente por el Papa Francisco, que ha propuesto como paradigma eclesiológico lo que Él ha llamado “Iglesia de Salida”, la comunidad extrovertida, aquella que no aprisiona lo que ha visto y oído, sino que lo anuncia e invita a otros a creer, respetando para ello sus opciones y su libertad. La Samaritana nos enseña lo que es el corazón de la Iglesia de Salida. Ella aprehende progresivamente el Evangelio y Dios en Jesús se le va revelando según su experiencia de vida. Y llega a tal punto que deja toda su vida atrás, existencia representada en el humilde cántaro, y corre a su pueblo, a su realidad y a su historia personal y social, a anunciar la novedad que ha experimentado. Esta Samaritana, de la cual desconocemos su nombre, no fue desde aquél día la misma. Su vida fue trastocada por el mensaje provocador del “Don de Dios”. Así mismo hemos de implicarnos nosotros y a la vez dejarnos seducir por un mensaje de tal magnitud que exige salir y donarse a imagen de Don donado por el Padre para nuestra salvación.

Juan Pablo Espinosa Arce

Profesor de Religión y Filosofía (UC del Maule)

Candidato a Magíster en Teología Fundamental (P.U.C)

 

 

 

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