Mario Enrico Delpini, nuevo arzobispo de Milán

Fue nombrado el nuevo arzobispo de Milán, que en su discurso habló sobre la alegría, sobre la necesidad de Dios; indicó que espera «una convivencia fraterna que no contraponga las religiones como enemigos que se desafían, sino como caminos que ayudan para volver a encontrar las raíces del humanismo»…
La decisión de Papa Francisco está en sintonía con la consulta interna de la Diócesis, que había indicado al Obispo Deplini como el favorito. Es probable que Angelo Scola, así como su predecesor Dionigi Tettamanzi, cuyas condiciones de salud han empeorado en estos días, se despida el 8 de septiembre, y que Delpini entre oficialmente durante uno de los fines de semana de ese mismo mes.
El proceso que llevó al nombramiento de Delpini tuvo una aceleración en los últimos dos meses. El mismo cardenal Scola insistió explícitamente y le pidió al Papa que anunciara a su sucesor antes de que comenzara el verano, sin demorarse en los tiempos, para que pudiera comenzar el año pastoral con un nuevo arzobispo en su sede. Además, Deplini conoce bien la diócesis, en la que ha vivido durante toda su vida, y el cambio será bastante sencillo.
Nació en Gallarate y entró al seminario en 1967. Fue ordenado sacerdote en 1975 por el cardenal Giovanni Colombo (arzobispo de Milán de 1963 a 1979), se licenció en Letras en la Universidad Católica, obtuvo la licenciatura en Teología y después un diploma en Ciencias Patrísticas en el Instituto Patrístico Augustinuanum de Roma. Enseñó riego y patrología en los seminarios milaneses. Fue rector del liceo del seminario de Venegono, después rector en el cuatrienio teológico y rector mayor de 2000 a 2006. El cardenal Dionigi Tettamanzi lo nombró vicario de la zona pastoral VI de Melegnano y en 2007 lo consagró obispo auxiliar. En abril de 2012 el arzobispo Scola lo eligió como vicario general de la diócesis y dos años más tarde le encomendó la formación permanente del clero.
Su nombramiento representa una continuidad, pero, al mismo tiempo, se trata de una decisión original. Continuidad porque Delpini ha sido uno de los más cercanos colaboradores de los últimos tres arzobispos de Milán: Carlo María Martini lo quiso como rector en el Seminario, Tettamanzi quiso que fuera su auxiliar y Scola lo eligió como número dos de la diócesis. Es original porque no pertenece a ningún grupo y porque ha vivido toda su vida de sacerdote y de obispo en diócesis de Milán; la última vez que había sucedido algo parecido fue hace medio siglo, con el nombramiento de Colombo, que también había sido rector del seminario mayor y después obispo auxiliar de la diócesis, elegido por Pablo VI a pocas semanas de haberse convertido en Papa como su sucesor en la diócesis ambrosiana.
Los que conocen a Delpini lo describen como un hombre «muy espiritual, humilde pero no remisivo, un gran trabajador, alejado del perfil del obispo-administrador, muy cuidadoso con su relación personal con los sacerdotes». Vive en la Casa del Clero, con los sacerdotes ancianos y usa la bicicleta para desplazarse por la ciudad, con todo y casco y chaleco fosforecente. En 1998 publicó un libro titulado “¡Reverendo, qué modales! Pequeño galateo pastoral”, con apuntes «afecutosos» en los que invitaba a liberarse de «los pesos de cierto clericalismo y del eficientismo de los administradores». Delpini predica a menudo utilizando anécdotas, cuentos, historias de vida, y acaba de publicar un libro titulado “Y voló la mariposa”, que contiene 52 breves pequeñas fábulas para niños (pero que pueden muy bien interpelar a los adultos).
La elección de un arzobispo con este perfil, en lugar de apostar por otras figuras de otros obispos de diócesis cercanas o por jóvenes “outsiders” (en una diócesis en la que en los últimos cien años ha habido importantes “outsiders”, desde el beato Alfredo Ildefonso Schuster hasta el beato Montini, pasando por Martini, que no habían sido ordenados obispos cuando fueron elegidos para la cúpula de la Iglesia de Milán), indica que para el Papa Francisco la diócesis ambrosiana es una prioridad. Y esta decisión pertenece a ese impulso que llevó también al nombramiento de Angelo De Donatis como Vicario de Roma, que también es un auxiliar que está muy cerca de los sacerdotes. En cambio, las indiscreciones según las cuales muchos sacerdotes, durante las discusiones en el consejo presbiterial, habrían pedido un nuevo arzobispo de fuera no tienen fundamento; de alrededor de 100 intervenciones, solo pocas voces aisladas expresaron esa petición. El elemento principal que se pedía como indispensable para el “perfil” del nuevo arzobispo era que se tratara de un hombre de fe.
Poco antes de la visita del Papa Francisco a Milán, Delpini dijo al periódico italiano “Repubblica”: «Nuestra Iglesia, a pesar de ser generosa, organizada, emprendedora, a veces está marcada por el ansia, la tristeza, la preocupación, por no tener suficientes respuestas para afrontar todos los problemas. La alegría del Evangelio es justamente uno de esos mensajes que necesitamos. Hay una fuente de la alegría que el Papa conoce y que nosotros hemos olvidado, la alegría no viene del éxito o de contar con muchos recursos, sino de una espiritualidad más profunda, una comunión con el Señor más habitual». Palabras significativas que indican el enfoque peculiar que tiene Deplini, quien, se puede hipotizar teniendo en cuenta su perfil, se preocupará mucho menos por las estructuras luchando contra el nuevo clericalismo y contra el eficientismo que transforma a los sacerdotes en administradores, para apostar más por la relación con los sacerdotes y por la vida ordinaria de las parroquias.
La visita pastoral que Scola hizo en los últimos tiempos, así como la visita del Papa a Milán, marcaron un camino para las diócesis. El arzobispo que dejará su puesto escribió hace algunas semanas una carta sobre su experiencia: «Ya no debemos encerrarnos tristes en demasiados lloriqueos sobre el cambio de época, no obstinarnos en exasperar opiniones diferentes corriendo el peligro de provocar la división en la comunión. Creo aquí en la comprensible fatiga de construir las comunidades pastorales o para acoger a los inmigrantes que llegan huyendo de la guerra o del hambre. Pero, con un límpido testimonio personal y comunitario, con agradecimiento por el don de Cristo y de la Iglesia, estamos llamados a dejar que resplandezca como una invitación fascinante para todas las personas con las que nos encontramos cotidianamente». Como si se tratara de una serie de indicaciones para su sucesor.
Andrea Tornielli – Ciudad del Vaticano
Vatican Insider – Reflexión y Liberación
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