Abril 20, 2024

Laico o Cristiano

 Laico o Cristiano

La crisis actual de la Iglesia no proviene del laicado, proviene principalmente de la indefinición de los ordenados y consagrados.

Lo manifiesta la merma actual de los sacerdotes y los religiosos. La falta de vocaciones que la insistencia de las oraciones querría atribuir a Dios mismo revela que la clericatura está en peligro de extinción. La edad avanzada  del personal eclesiástico y también su bajo nivel  de preparación crean un vacío que el diaconado y los ministerios no logran suplir. Es este espacio dejado abierto por los sacerdotes que abre  la problemática del laicado. Pero antes de preguntarse: ¿Qué es un laico”  más valdría preguntarse: ¿Que es un  sacerdote? o ¿A que corresponde esta estructura clerical que gobierna la institución eclesial y que muchos confunden como la Iglesia misma?  Estas preguntas no se formulan de manera crítica sino  para que los sacerdotes y los religiosos se definen mejor en la sociedad actual y  si quieren realmente subsistir tal cuál como están o si buscaran adaptarse a la realidad del mundo actual. Entretanto preferimos definir el laico como cristiano de las bancas de las iglesias.

El fenómeno del sínodo laical auto convocado últimamente en Santiago evidencia una animadversión de los cristianos en contra de los jerarcas de la Iglesia nacional. Los abusos sufridos y la lentitud de las soluciones para las victimas  crean un malestar y un resentimiento comprensible. Si uno analiza la situación en profundidad, se puede descubrir que no son las relaciones internas de la Iglesia que inquietan sino más bien  las relaciones  de la Iglesia en referencia a la sociedad actual. El interés del gran público en el tema junto con las referencias al Papa en los medios de comunicaciones sociales llama la atención.  Un problema interno de la Iglesia (clero-laico)  no llamaría tanto la atención si no implicaría   toda la cristiandad y toda la humanidad.

Se consideró demasiadas veces los laicos como colaboradores de los sacerdotes y súbditos de los jerarcas de la Institución eclesial pero esto desfigura la dignidad de los  cristianos que son hijos de Dios a la par con todos los hombres. Aceptar  incorporar algunos laicos en la conducción de la Iglesia  sería mantener una división clasista del pueblo de Dios que el mismo San Pablo denunció en su tiempo. Lo más grave es que estas distinciones sociales en el pueblo de Dios distraen de la misión  primordial de los cristianos que es de llevar el mundo a ser algún día el Reino de Dios.  El cristiano tiene esta misión que va más allá de una participación eclesiástica.

Jesús por su vida, muerte y resurrección ha intervenido en  este mundo para a impactar en su historia y devolverle a la humanidad el rumbo del Reino de Dios. Son todos los cristianos que por su vida, su familia, su trabajo, su participación social y, por cierto, también su participación en la organización eclesial los que están llamados a hacer la voluntad de Dios en la Tierra como en el cielo.

De las pocas cosas que Jesús dijo  respecto a la manera de colaborar en esta tarea  fue que a la diferencia de las organizaciones civiles no debe  existir dominantes entre sus seguidores Y cuando entrega a Pedro la tarea de la cohesión del grupo de sus apóstoles, da a entender que esta misión es un   servicio de salvación para la humanidad.

La secularización del mundo actual y la descristianización global  demuestran que se cometieron graves errores históricos: Las religiones se instalaron con grandezas y pretensiones como otros poderes paralelos a los civiles, crearon divisiones, y impusieron sus rigideces doctrinales y morales. Vale la pena contar en breve la historia para entender los aciertos y las equivocaciones históricas.

 El origen del cristianismo, los primeros cristianos estuvieron  en minoría  y se reunieron en comunidades para fortalecerse y rendir mejor testimonio de Cristo en medio de las ciudades del Imperio romano. Estas comunidades empezaron a distinguir distintos servicios  en su reuniones: presidencia, Palabra, caridad… pero también destacaron misioneros que se lanzaron en todo el mundo conocido.  La expansión de la fe  fue exitosa y obligó las iglesias a organizar una comunión entre ellas. Desgraciadamente lo hicieron al ejemplo y en paralelo de los poderes civiles planteando su poder espiritual  como superior al poder temporal. Lograron una cierta unidad manteniendo un territorio autónomo en Roma con el Papa  sucesor de Pedro  pero luego llegaron las divisiones(los ortodoxos y los protestantes). Es a partir del siglo XVII que los cristianos más instruidos  empezaron  a sentirse como atrapados entre dos mundos en competición, entre lo sobrenatural y lo natural, entre la espiritualidad y  la ciencia. Posteriormente  se llegó a la separación de la Iglesia y del Estado. La Iglesia buscó mantener su prestigio internacional  pero se recluyó en lo  espiritual. Fue en  la mitad del siglo pasado que volvió a aparecer  una preocupación por el rol del  cristiano en el mundo. Se empezó a hablar del laicado.  Buscando la misión de la Iglesia en el mundo surgieron nuevas prácticas como la acción católica (Cristo Rey), los miembros seglares de las congregaciones religiosas, los sacerdotes obreros, las Instituciones de santificación personales, los sindicatos, los partidos políticos con la “C”, los cristianos para el socialismo… Los cristianos entremezclaron, separaron o confundieron los dos mundos: el de la Iglesia con su misión de salvación, de santificación, de consagración…, y  el del mundo con su tarea de civilización, de justicia, de paz y de desarrollo…

 En medio de toda esta efervescencia  el Concilio Vaticano II hizo unas declaraciones sorprendentes: la Iglesia como “Pueblo de Dios” y  “la autonomía de las realidades terrenas”.  Lamentablemente esta visión profética no se ha desarrollado, a lo contrario fue silenciada. Hablar de “pueblo” era demasiado democrático  y en cuanto a lo terrenal, la Iglesia no lograba estar en paz con las ciencias y la autonomía de la marcha del mundo. Para muchos la teoría de la evolución de  las especies, la democracia, los derechos humanos,  la regulación de los nacimientos, la inculturación…eran percibidos como “caballos de Troya que podían desvirtuar a  la Iglesia. El concilio no dio los resultados esperados, los cristianos descubrieron que no solamente la Institución quedó atrás sino que se corrumpió hasta en sus instancias de gobierno clerical.

Es normal que la primera reacción de los cristianos  de las bancas fuera de buscar corregir su institución demandando una participación mayor en el Poder eclesial establecido, proponiendo democracia en  la elección de obispos, sacerdotes femeninos, mejor formación laical, modernización de las practicas rituales y sacramentales… Sin embargo si estas reformas podrían salvar la Institución eclesial, a pesar de todo  no abordan el objetivo  fundamental la construcción del Reino de Dios a través de las realidades terrenas

La decisión inicial del sínodo laical  de apelar a las comunidades cristianas existentes y a la creación de nuevas comunidades para superar la crisis eclesial es acertada pero no se debe perder de vista en ellas la participación de los cristianos en la evangelización del mundo que se conseguirá de otra manera que por un adoctrinamiento. Las comunidades   no deben  perder de vista  la referencia explícita a Jesús y al evangelio pero el fin de las comunidades no puede  limitarse a un compartir espiritual, una práctica litúrgica y sacramental o una catequesis doctrinal,  deben  movilizarse para la evangelización del mundo vale decir dando  testimonio de una solidaridad con las miserias humanas y ser promotoras de todo cuanto se puede hacer respecto a los grandes problemas de la sociedad humana. El Papa Francisco  habla de los pobres, los migrantes, de los otros creyentes en Dios, de la familia, de las mujeres, de los jóvenes, del consumo,  de la ecología, de la Paz,. Los cristianos (laicos) no deben esperar iniciativas clericales  para enfrentar estos temas sino que tienen que ‘entrar en la cancha’ de manera personal y propia. Los cristianos deben pasar a la delantera de las motivaciones para un mundo cada día más el  Reino de Dios.         

¡Por Dios! que grande  lo que dice San Pablo:  “En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios.” (Rom 8, 19).

Paul Buchet

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