Abril 25, 2024

El Celibato y el “sensum fidelium”

 El Celibato y el “sensum fidelium”

“No me siento para ponerme frente a Dios con esta decisión”, así, le contestó el Papa Francisco a  los periodistas cuando lo persiguieron con el tema de la disciplina del celibato de los sacerdotes que él no quiere cambiar. Recordó  la misma postura tajante del Papa Pablo VI cuando escribió  su encíclica sobre el celibato de los sacerdotes: “Prefiero dar la vida antes de cambiar la ley del celibato”.

                Los papas consideran el celibato impuesto a los sacerdotes como  un don de Dios a la Iglesia, un patrimonio del derecho canónico, todo un patrimonio. Lo curioso es que la discusión de este tema interese tanto los Medios de comunicaciones y sus auditores.

Esta rotunda negativa molesta nuestra mentalidad democrática porque da la impresión que es una  decisión irrevocable y que depende reiteradamente de una sola persona. La opinión pública se molesta porque sigue  escandalizada por los abusos sexuales de sacerdotes que se destapan sin fin. Estos delitos  no son directamente causados por el celibato obligatorio pero dan la oportunidad para que los cristianos manifiesten su voluntad de cambios radicales en la Iglesia católica,  perciben que las resistencias que existen  están estrechamente vinculados a este vínculo del sacerdocio con el celibato.

El gran público y, entre ello, los cristianos están cuestionando todos los grandes personajes que mantienen el poder con una autoridad demasiado incontrolada. Es la mentalidad política que cree que la democracia es la peor forma de gobierno excepto todas las demás como lo dijo Churchill. El seguimiento de los dichos y hechos del Papa por la opinión pública va a la par con  la curiosidad de todo lo que pasa con otros poderosos a nivel mundial: Trump, Putin o Xi Jinping.

La otra razón es la problemática propiamente católica. Los católicos no tienen ninguna instancia de control de sus autoridades. Existe un “sensum fidelium” (juicio de la feligresía) al nivel teológico  pero no existe mecanismo para expresarlo.

El hecho que hace problema es la disminución acelerada de los católicos, disminución que corresponde exactamente a la disminución del clero.  Haciendo memoria muchos cristianos de la tercera edad recuerdan  las innumerables oraciones que se rezaron para las vocaciones sacerdotales y religiosas. En los siglos pasados, en Occidente, abundaron  los sacerdotes. En Europa, el menor pueblo de 100 habitantes tenía su cura párroco y además una cantidad impresionarte de misioneros fueron enviados hasta los confines de la tierra. La merma de sacerdotes es drástica: falta de vocaciones y abandonos del ministerio. Este cambio no puede percibirlo  las nuevas generaciones pero es un hecho histórico sin parangón. Si las vocaciones sacerdotales son llamados de Dios, no se entiende lo que pasó. Se entiende que es Dios que provee el servicio sacerdotal para las comunidades cristianas pero su intervención tiene mediación: lo que puede hacer Dios, lo hace a través de la Institución eclesial que lo representa. Pedir sacerdotes célibes es pedir  a Dios algo que los jerarcas de la Iglesia  imponen abusando de la  representatividad divina que los cristianos les reconocen. Cuando los hombres se equivocan, Dios no está equivocado.

Todos los documentos eclesiásticos reconocen  que no existe  voluntad expresa de Dios para un celibato condicional al sacerdocio. Jesús se preocupó de la cohesión del grupo de sus apóstoles encargando principalmente a Pedro de esta tarea  pero no  diseñó ninguna institución clerical-sacerdotal para mandar autoritariamente al pueblo cristiano.

Lo que induce muchos católicos a creer que hay una equivocación en la materia es  la misma decadencia de la Iglesia. No existe en Americana latina una descristianización tan grave como la que existe en Europa pero va llegando  una  des-catolicización progresiva. La pregunta legítima es de sentido común: ¿Qué pasó?  Porque, no le faltó a la Iglesia ni el personal ni los medios económicos para la tarea evangelizadora. El cristiano que conoce un poco a Cristo sabe que el propósito divino es de Salvación para los hombres de ayer y de hoy, para los de aquí y de allá. No se puede culpar a Dios de esto. De nuevo, hay que mirar a la conducción del pueblo de Dios. La Iglesia es el instrumento de la Salvación, el sacramento dirán los entendidos. ¿Qué ocurrió para que lleguemos a esto? Culpémonos a todos pero no sería justo culpar a todos por iguales porque los cristianos de las bancas de las iglesias fueron  las ovejas del rebaño, los ignorantes de las cosas de Dios, los que necesitaban ser enseñados y guiados por los jerarcas de la Iglesia!!!

Muchos clérigos culpan el mundo de ser malo, culpan la cultura moderna de la perdida de fe de las masas y hasta explicarían a los clérigos abusadores por la corrupción contagiosa de su  medioambiente. También se escuchó decir a algunos que: ”los designios de Dios son insondables” insinuando castigos por la maldad del mundo. Hay muchas maneras de  lavarse las manos pero  El mundo de hoy no es peor que lo anterior y el propósito de Dios es de Salvación y no de castigo. La Institución eclesial debe reconocer que está implicada y responsable de  lo que pasa. Se acaparó la supremacía del poder sacramental, del gobierno del pueblo de Dios y del sistema de evangelización. Unir  el celibato y el sacerdocio ministerial  es parte del sistema porque embarca personas de buena voluntad  en una sumisión mistificada y de por vida. Las consideraciones espirituales, las motivaciones y las justificaciones sobrenaturales, hoy día,  merecen una seria actualización porque los contemporáneos perciben mejor la  inmanencia de Dios que su trascendencia.

 Separar la idea del celibato de la del ministerio sacerdotal operaría una verdadera revolución en la Iglesia y es lo que temen los últimos papas.  Pero si uno recuerda que la Iglesia copió su sistema de gobierno sobre el esquema imperial,  un sistema de gobierno piramidal con  una aristocracia clerical, no se ve lo imposible que habría de cambiarse de un sistema  de una Iglesia egocéntrica por un sistema de Iglesia más democrático.

Un pueblo de Dios sin clasismo, sin sexismo, sin arribismo de poder, con un renacer de participación de comunidades implicadas en la tarea de evangelización, unos cristianos  adultos en la fe que se hacen responsables de la elección de sus ministros y obispos, esto sería mucho mejor que lo que existe.

Se ha considerado en el pasado el sistema del celibato  y las vidas ejemplares de los sacerdotes y religiosos como un don de Dios pero ¿porque no se podría considerar como un don de Dios la emancipación de los cristianos para enfrenar los cambios culturales de hoy? ¿Porque no considerar la inteligencia de los católicos frente a los tremendos progresos científicos ayudando para una  nueva teología?¿ Porque no creer que pueden tener madurez las mujeres y los hombres para dar mejor sentido a su vida sexual y afectiva? ¿Porque no creer que las comunidades cristianas  puedan restaurar la comunión con otros cristianos? ¿Por qué no confiar en la libertad, la creatividad y la iniciativa  de los hijos de Dios para una nueva evangelización? Sería un verdadero don de Dios para su pueblo: la liberación de su pueblo entrampado en una institución anticuada.

Paul Buchet

Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación”

 

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