Diciembre 13, 2024

Doctrina, moral y… miedos

 Doctrina, moral y… miedos

Quisiera compartir con ustedes unas pistas de reflexión que me parecen esenciales para nuestro caminar y nuestro crecimiento espiritual, por lo menos para mi lo han sido. Hablamos de la relación entre la doctrina, la moral y el miedo. En la Iglesia sigo notando cierta estrechez mental y espiritual: nos aferramos a doctrinas y moral y nos perdemos la Vida. Hay miedo y el miedo siempre paraliza.

Cada religión tiene armada una estructura doctrinal que mantiene en pie todo su edificio. Por un lado es normal que así sea ya que la humano necesita estructura y organización.  Por el otro es esencial distinguir la doctrina de la Vida, no por enfrentarlas sino por armonizarlas.

En el ámbito católico podemos subrayar los siguientes puntos:

  • La doctrina católica abarca dogmas, tradición, catecismo. ¿De donde viene todo eso? Sin duda de la Palabra de Dios y de la experiencia de fe de muchos cristianos. Todo esto puede ser verdadero pero no hay que dejarse cegar. Tenemos que ser conscientes de los limites.
  • La experiencia, por maravillosa y transformadora que sea, es siempre subjetiva. No puedo elevar a verdad eterna e inmutable lo que un ser humano limitado experimenta.

Además –con mayor fuerza aún- la expresión misma de la experiencia es limitada y condicionada: un ser humano expresa y codifica su experiencia con las herramientas de lenguaje, culturales y sociales que tiene. Herramientas obviamente limitadas. Los dogmas fueron formulados con las categorías de su tiempo por mentes también limitadas y condicionadas.

Dicho esto nos preguntamos honestamente: ¿cómo puede ser valido para siempre y para todos algo expresado en un tiempo concreto (por ende limitado) por mentes limitadas?

En general se contesta con el criterio de la inspiración: el Espíritu Santo iluminaba. Sin duda que sí, pero es un argumento que no convence y que se saca a relucir cuando no se tienen otras respuestas. El Espíritu actúa siempre en y a través de la dinámica de la encarnación, es decir en nuestra humanidad concreta.

¿No necesitamos entonces dogmas, doctrina y catecismo? Claro que sí, justamente porque somos seres concretos, históricos y limitados. ¿Cómo comprender entonces la doctrina? Podemos vislumbrar tres claves:

  • Simple pista, que indica un camino y señala rumbos.
  • A servicio de la Vida y no dueña y controladora de la misma.
  • Necesitada siempre de aggiornamento (actualización) y revisión.

En el fondo estamos tocando el tema de la Verdad. La clave es comprender que no somos nosotros los que poseemos la Verdad, sino que es la Verdad que nos posee a nosotros. Estamos inmersos en la Verdad y somos expresión limitada de la Verdad ilimitada.

Nuestra comprensión intelectual y nuestro “decir” la Verdad es siempre limitado y condicionado. Nosotros “tocamos” la Verdad desde un punto concreto y “la decimos” desde ahí. Pretender que nuestro “decir” sea total y agote la Verdad es una pretensión inútil, sin fundamento, generadora de conflictos y dolor.

Algo paralelo ocurre con la moral. El rol de la Iglesia a lo largo de la historia fue también el de maestra y guía en la vida moral de los fieles y de la humanidad. Rol muchas veces vivido bien y otras no tan bien.

La Iglesia es maestra en humanidad: me parece una definición muy bella y también acertada. El problema es –como siempre– la absolutización. Cuando la Iglesia se siente dueña de la moral y en consecuencia, de la conciencia de las personas, empieza a imponer normas de conducta.

La moral, como la doctrina, no es algo estático, algo que vale para siempre y para todos. Lo que puede ser moral en una cultura puede no serlo en otra. Lo que puede ser moral en un tiempo puede no serlo en otro. Son muchos los ejemplos: la esclavitud, el rol de la mujer, el valor de la vida humana, la poligamia, la sexualidad, etcétera.

A lo largo de la historia de la humanidad el valor y el significado moral de estas dimensiones ha cambiado. La conciencia de la humanidad se desarrolla. Es fundamental comprenderlo.

Otro factor clave subrayado hoy en día por muchos expertos es que una norma moral exterior observada simplemente porque es impuesta no construye a la persona sino que, en muchos casos, corta su desarrollo. La norma moral tiene que ser comprendida interiormente por el sujeto y vivida en libertad y alegría: esto construye a la persona y la hace cada vez más libre.

Esto no significa que -en determinadas etapas del crecimiento humano- no sea necesario orientar la conciencia y, a veces, exigir ciertas normas. Es de lo que trata la educación. Pero, en el fondo, hay que educar no imponiendo reglas, sino despertando la capacidad del sujeto de elegir libremente lo que lo construye como persona.

Esta visión produce en muchos un gran miedo. Es el miedo de la inseguridad, el miedo del relativismo. Por eso buscan doctrinas y moral claras y establecidas: más fácil observar que ponerse en juego, más fácil cumplir con reglas que dejarse cuestionar por la vida. El amor autentico es siempre más creativo y exigente.

En el fondo el problema del relativismo que tanto asusta es un falso problema. ¿Todo es relativo? ¡Sí!, porque somos relación y todo es relación. La relación es lo absoluto que en el fondo es como decir:  lo único Absoluto es el Amor.

P. Stefano Cartabia, OMI

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