Desarrollo a escala humana
Manfred Max-Neef (1932 – 2019).-
En los primeros días de agosto falleció el economista chileno Manfred Max-Neef que se dedicó a estudiar los problemas de los países en desarrollo en diversas universidades de EE.UU. y América Latina. Una “economía a escala humana” fue una de sus principales propuestas, que consiste en un método para captar los verdaderos deseos y necesidades de las personas. De esa manera, establece diez necesidades humanas básicas: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad, libertad y trascendencia, y las interrelaciona con cuatro categorías ser, tener, hacer y estar. En ese esquema distingue entre satisfactores (el modo de cubrir esas necesidades) positivos y pseudosatisfactores.
Para Max-Neef el desarrollo es la “liberación de posibilidades creativas” de todos los integrantes de una sociedad, y lo distingue del simple crecimiento económico. Esto le lleva a formular la hipótesis del “umbral” que sostiene que a partir de determinado punto del desarrollo económico la calidad de vida comienza a disminuir, aumentando la soledad y la alienación en las sociedades desarrolladas. O sea, no existe correlación directa entre el grado de desarrollo económico y la felicidad relativa de las personas.
Parte de la trayectoria de Max-Neef tuvo que ver con Argentina, pues al producirse en su país el golpe de Estado de 1973 pasa a trabajar en la Fundación Bariloche, bajo la égida de Carlos Mallmann. La Fundación Bariloche fue capaz de combinar alta investigación científica dando lugar a instituciones como el Instituto Balseiro –especializado en investigaciones sobre energía atómica– o impulsar la Camerata Bariloche, y al mismo tiempo debatir sobre los límites del crecimiento con el Club de Roma, que sostenía propuestas neomaltusianas que consideraban el crecimiento demográfico como el principal obstáculo al desarrollo.
Por el contrario, en el llamado «modelo de Bariloche» se propone un enfoque del desarrollo alternativo, basado en la igualdad y en la idea de cubrir las necesidades básicas que no conduzca –adelantándose en décadas– a lo que hoy se denomina crisis ambiental. En consonancia con esas ideas Max-Neef escribe allí en Bariloche en 1986, con la colaboración de Antonio Elizalde Martín Hopenhayn, su obra más famosa: “Desarrollo a escala humana”.
Tiempo después, Max-Neef reflexionando sobre el futuro mundial considera que, más que una catástrofe nuclear o ecológica, el verdadero problema está en una sociedad polarizada, en la que los ricos se parapetan detrás de muros, rodeados de miseria y marginación. Sus planteos nos hacen recordar a Louis-Joseph Lebret que abogaba por un desarrollo integral y pedía “una economía al servicio del hombre”, o más recientemente a Amartya Sen, con su concepto de “desarrollo humano”, y a Joseph Stiglitz –ambos premios nobel de economía– que proponen un sistema estadístico que mida la actividad productiva incluyendo datos relativos al bienestar de las personas, mediante el Indice de Felicidad o satisfacción que desplazaría al PBI como único indicador del desarrollo.
En América Latina, numerosas organizaciones sociales –no tanto el ámbito académico más alineado con la economía clásica– se ha inspirado en las propuestas de Max-Neef, sobre todo las más dedicadas al desarrollo local y territorial, aunque a veces con un énfasis unilateral en lo micro y en lo pequeño, desdeñando los condicionamientos macroestructurales y globales. De todos modos, cuando nos planteamos a qué tipo de sociedad aspiramos, para no caer en propuestas inmediatistas u oportunistas del color que sean, sería muy apropiado incorporar una de las premisas fundamentales de Manfred Max-Neef: “La economía está para servir a las personas… y no las personas para servir a la economía”.
Eloy Mealla – Buenos Aires