Abril 24, 2024

Los derechos humanos para el cristiano

 Los derechos humanos para el cristiano

En la crisis actual de Chile, la cuestión de los derechos humanos desvía la atención de las problemáticas sociales y constitucionales. Por eso vale la pena aclarar  que son en realidad los derechos humanos porque todos se hacen sus defensores: todos  los manifestantes, los políticos y hasta el mismo Presidente de la República. Los carabineros, con su actuar represivo, figuran como  los “malos de la película”.

Empecemos haciendo la diferencia  entre los derechos “morales” y los derechos “jurídicos”. La moral refiere a los valores que la razón o la fe  descubre, la ley, ella, por su  ética practica  sirve para  intervenir en casos de conflictos entre  derechos individuales o colectivos, también  pondera las circunstancias especiales que limitan los DDHH. En la situación actual en Chile,  las demandas judiciales por las víctimas de la represión  son  necesarias y la justicia debe aplicarse según las normas vigentes  pero no puede faltar  la tarea  paralela de  tutelar moralmente  las leyes a fin de perfeccionar su aplicación. Desgraciadamente, los  Medios de comunicaciones sociales y algunos sectores políticos abusan  maliciosamente de este rol moralizador para distraer de las principales demandas sociales y de la perspectiva del cambio de Constitución.

Entre los derechos humanos existen derechos que son individuales: la vida,  la libertad, igualdad, de expresión, de seguridad, derecho a juicio justo… pero se puede también considerar derechos que son más bien  sociales como: salario justo, salud, educación, hogar, reunión, seguridad ciudadana. Además se pueden considerar también  derechos “colectivos”: de las etnias, de las mujeres, de las minorías, de los niños…

Es importante considerar que no existen derechos que valgan  por sí solos, siempre los derechos se limitan a los derechos de los demás, al Estado que debe resguardarlos, los derechos son reconocidos por instancias judiciales nacionales e internacionales.

Se habla a menudo de  derechos “fundamentales” cuando se quiere destacar especialmente la dignidad  de las personas y el respeto y consideración que tienen  todos los  seres humanos.

Que los derechos sean universales no significa que su reconocimiento es  un hecho incontestable o  que son de aplicación es general en todos los países Las numerosas declaraciones de derechos humanos demuestran que son muchas veces intenciones y demandas  más que realizaciones.

Los derechos humanos implican siempre “deberes” y a las autoridades religiosas y civiles  les gusta recordarlo. Quien  tiene un derecho, tiene una responsabilidad propia de ejercer este derecho, los demás tienen el deber de reconocérselo, las instancias de poder tienen que  resguardárselo. Se entiende por ejemplo que el derecho a la libertad es una responsabilidad  de ejercerla en sus propios actos, prohíbe a otros  esclavizar y exige del  Estado una leyes que sancionan los infractores.

Los derechos humanos no cayeron del cielo. Su historia es bastante nueva. Son la Independencia de los USA y la Revolución francesa que empezaron a hablar de los derechos “del hombre y del ciudadano”. Antes solo existía la idea de  “súbditos” de Reyes o Imperadores. Estos otorgaban privilegios a los habitantes de su territorio contra pagos de tributos. El Cristianismo hablaba de la existencia de  derechos “naturales” otorgados por Dios a sus creaturas. La misma naturaleza (biología) humana determinaban  los deberes correspondientes. Como las declaraciones de derechos del hombre y del ciudadano no contemplaban referencia alguna a Dios,  la Santa Sede católica  varias veces condenó las  declaraciones de DDHH. Las iglesias evangélicas,  perseguidas y más abiertas a un pensamiento individual empezaron a defender su derecho a la libertad religiosa. Los Filósofos, ellos  tuvieron  una explicación más laica y moderna de  los DDHH, los enfocaron como facultad del hombre de adueñarse de  su propio destino.

Fue solamente después de la segunda guerra mundial que la Iglesia católica empezó a tener un discurso más democrático. Habló  en primer lugar del derecho a la  libertad religiosa como franquicia para su presencia en los países no católicos. Hubo que esperar hasta Juan XXIII y el Vaticano II para ver el magisterio eclesiástico abrirse a los derechos de “las personas”. Los teólogos empezaron a hablar de derechos humanos, sociales y comunitarios, los declararon de origen divino (don de Dios). Los incorporaron en la doctrina social de la Iglesia insistiendo siempre en los deberes. Privilegiaron  el derecho fundamental de la vida (no al aborto, sexo natural). Fueron los últimos Papas que se apropiaron claramente de los DDHH y esta cristianización de los DDHH reforzó su importancia  a nivel internacional. Sin embargo  siguen muchas  las controversias al respecto.

La principal crítica al liderazgo que quieren proyectar los jerarcas de la Iglesia católica  es la deuda importante que mantiene la institución eclesial católica con varios  DDHH fundamentales. Se puede dar como  ejemplos la igualdad sexual hombres y mujeres, el reconocimiento de la diversidad sexual,  la libertad de expresión, el clasismo del clero, un sistema legal y judicial autocrático y  la falta de democracia  para el  ejercicio del poder en su seno…

En realidad, la diversidad de religiones y de culturas relativiza los DDHH en muchas partes. Se puede pensar a  la Sharia  musulmana con el trato de las mujeres, su condenación por  blasfema, en algunas  culturas Africanas no se respeta  los derechos de los niños, en China no existe  derechos de procreación.

También se relativizan los DDHH  por situaciones políticas y económicas. Las situaciones de emergencia, de conflictos o de guerras crean atropellos sistemáticos a los DDHH. Los mismos sistemas económicos imponen fácilmente sus prioridades sacrificando  DDHH en  las poblaciones.

En  este panorama general  nos queda de discernir la fe cristiana que emerge de estos  DDHH.  Con el consejo de Jesús: “hagan  pues y observen  todo lo que digan pero no imiten su conducta  porque dicen pero no hacen.”(Mateo 23,3ss), dejaremos las críticas de la institución eclesial para recoger algunas interpretaciones de fe.

La referencia a Dios de  los derechos naturales con  la idea  de la creación es una verdadera valoración de los derechos. El peligro es de encerrarse en  un creacionismo fundamentalista. La  naturaleza humana debe considerarse en su evolución y diversificación  biológicas y esto no quita  prerrogativa a Dios mismo. Los homosexuales, igual que los heterosexuales, pueden recibir su condición sexual como don de Dios  y ¿Por qué no pensar con los ecologistas que la naturaleza animal, vegetal y mineral tiene sus propios derechos de sobrevivir?

La idea de  la dignidad del Hombre como creado “a imagen y semejanza divina” (Gen. 1,26) ha servido para darle un valor casi sagrado al todo ser humano. Pero la interpretación que se le da para insistir en la superioridad y dominio del hombre sobre toda la creación  provocó mucho deterioro a la tierra y dio a muchos una falsa idea del poder.  El llamado a una mejor responsabilidad para con la madre tierra, como lo hace el Papa Francisco, puede rectificar las cosas pero  ¿No habrá una mejor exegesis del  ser imagen de Dios: la imitación de Dios que hizo “bien” todas las cosas (el sol, el agua, los animales… también  el hombre y la mujer). Este acento distinto puede corregir la idea de Dios que se mantuvo demasiada señorial y dominante. Dios es más “Padre” que “Señor” El Hombre está invitado a hacer “bien” las cosas más que dominarlo todo.

Los teólogos  interpretan la promoción  de los DDHH como búsqueda del Bien Común. La cohesión de la humanidad y la convivencia comunitaria de los hombres, dicen,  tienen su arquetipo en  la vida trinitaria de Dios. En el pasado se catequizó a la feligresía con las ideas de un Ser supremo dogmático. ¿No resultaría más moderno promover  una relación filial con Dios, una amistad fraterna con  Jesús de los  evangelios y una  percepción de esa  fuerza espiritual que conecta con el mismo misterio de Dios?

Recuperando las enseñanzas de San Pablo respecto a la Ley, los cristianos pueden creer y esperar una superación de los DDHH. Estos pueden servir para denunciar y defender pero existe una inspiración mayor: el  amor a Dios y al prójimo como ël nos lo enseñó.

Por último, se puede añadir la idea poco desarrollada por los teólogos pero que interpreta muy bien la emancipación humana presente en el despertar actual de los DDHH. Se trata de la idea del  “Reino de Dios” que se tiene que construir en la tierra. La humanidad se hace camino: sus esfuerzos y su destino son el Reino de Dios. Esta fe y esta esperanza es  la que pueden impregnar a la humanidad de  este amor que es  la obra definitiva de Dios.   

Paul Buchet

 

Editor