Diciembre 13, 2024

Queremos a la Ruah de Dios

 Queremos a la Ruah de Dios
  1. ESPÍRITU SANTO O LA FUERZA DINÁMICA Y FEMENINA DE DIOS

    Pentecostés es la fiesta judía de las cosechas. En Pentecostés recogemos lo que hemos sembrado. En Pentecostés o «Fiesta de las semanas» celebramos la entrega de los mandamientos en el Sinaí. Pero, para nosotros, seguidores del Maestro Jesús es la fiesta donde la fuerza femenina de Dios baja y nos anima. Primer desafío: desmasculinizar al Espíritu. El concepto hebreo es «RUAH», que es femenino. Es la capacidad creativa de Elohim, es la fuerza dinámica de la fecundidad. Es la fuerza de decir basta a estructuras de poder. En Pentecostés recibimos lo femenino y materno de Dios. Segundo, comprender que en medio de la crisis tenemos que asumir que los cristianismo tenemos a un único mediador: Jesucristo. Y que la Iglesia es la de los seguidores de Jesús, el único que salva. Pentecostés tiene que remecer. Pentecostés tiene que botar cosas. La Ruah Elohím debe animarnos desde abajo y desde adentro.

    La Ruah de Dios bajó estrepitosamente sobre la casa de Jerusalén. Los tiempos del Espíritu-Ruah quedaron inaugurados para siempre. Lo femenino de Dios se dio cita para recrear y hacer que desde el útero de la historia surgieran nuevos modelos de seres humanos. La feminidad de Dios irrumpe en Pentecostés. El Espíritu tiene fuerza materna porque abraza, cobija y da vida abundante. El ánimo y el ánima de Dios se conjugan y danzan como llamas de fuego. La danza cósmica del Espíritu y de su Sabiduría llenan la tierra como promesa de plenitud. Desconocer lo femenino de Dios es desconocer Pentecostés. La Ruah sagrada de Dios, su hálito que dio vida al barro de Adán y Eva, que dio forma al Pueblo y que debe quemar a la Iglesia, ¡Sí! ¡Que arda por su fuego como ardieron los discípulos, ¡No sólo varones!, debe hacer que resurja una nueva Iglesia. En la mística el fuego, como elemental (elementos constitutivos de toda vida), tiene un poder de renovación total. ¡Que así sea Pentecostés! ¡Que así sea el Espíritu! ¡Que venga, sople, se lleve todo lo malo, queme y permita que todo resurja! ¡Ven Ruah de Dios y renueva tu Iglesia y a toda la tierra!

    B. REVITALIZAR LA ESPIRITUALIDAD DEL ESPÍRITU

    Dice Víctor Codina: “La actual crisis eclesial tiene mucho que ver con esta amnesia del Espíritu: la Iglesia se ha convertido en una institución juridicista, cerrada, autosuficiente, triunfalista, inmóvil, dominada por una casta clerical, sorda al clamor del Espíritu. La Iglesia se parece más a una organización, a una empresa multinacional que hace propaganda de sus productos, que a un Pentecostés continuado, sacramento de comunión trinitaria que nos humaniza y diviniza al mismo tiempo” (Víctor Codina, “El Espíritu del Señor llena el universo. Una reflexión desde América Latina”).

    El Cardenal y teólogo Walter Kasper comenta por su parte: “Muchos cristianos actuales contestarían probablemente: Hemos oído hablar del Espíritu Santo en las clases de Religión y en la catequesis de confirmación, así como en la homilía de Pentecostés, pero no sentimos nada de ello. Y quizás añadirían: A parte de en Pentecostés y con motivo de la confirmación, del Espíritu Santo se habla siempre que no bastan ya otras fundamentaciones de una determinada conducta eclesial; entonces se recurre a la guía y asistencia del Espíritu Santo” (Walter Kasper: “La Iglesia como Sacramento del Espíritu”)

    Pentecostés no puede verse como un mero hecho del pasado. Comporta la clave de comprensión de la comunidad, esto es la INCLUSIÓN (Todos los oían hablar de Dios en sus diferentes lenguas). Pentecostés además provoca la praxis de la Iglesia naciente, la cual se expresa en la fraternidad especialmente con los más pobres, lo cual se sustentaba en las oraciones y en la fracción del pan. Necesitamos provocar nuevos pentecostés en las comunidades. Que la pasividad no nos atrofie, sino que seamos testigos en la historia del Evangelio liberador de Jesucristo.

    La venida del Espíritu en Pentecostés es un momento eclesial. Dios unge a la humanidad. El mandato de Jesús es ir a los confines de la tierra anunciando que Dios se acerca al hombre para salvarlo y hacerle justicia. El mismo Espíritu provoca el discernimiento que la comunidad creyente hace de la acción de Dios en el mundo (Signos de los Tiempos). Por este discernir, se provoca la actitud de la escucha y de la respuesta que el creyente debe poseer, especialmente en la praxis de liberación de los más pobres y de todas las masas sufrientes de la historia.

    La única posibilidad que queda es seguir caminando. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Que sople el Espíritu y que sople y sople!

Juan Pablo Espinosa Arce  /  Teólogo

Editor