Construir el jardín en el encierro
- Estoy pensado esta idea – “Construir el jardín en el encierro” – en tres momentos: el jardín bíblico, la importancia del otro tiempo en el jardín y construir el jardín en el encierro.
- El jardín es, a mi entender, una construcción eco-humana, ecológica y antropológica muy en la perspectiva de Laudato Si’ del Papa Francisco. A juicio de Leonardo Boff, la encíclica de Francisco amplía el modelo, pasando de un ambientalismo a un modelo o paradigma eco-humano. La construcción del jardín en el encierro, tanto físico (una casa que efectivamente tenga un espacio de jardín) y metafórico-espiritual (la construcción interna del jardín como espacio de conexión más profunda con la realidad) se sustenta en principios como la armonía, el cuidado, la responsabilidad, la lentitud. Jardín y humanidad van unidos.
- En tiempos de encierro construir el jardín supone adentrarse en la realidad que está sosteniendo nuestra vida cotidiana. En ella podemos reconocer a Dios-Lo Trascendente-El Misterio, encontrarnos con los otros que viven en nuestro propio jardín, conocer los ciclos de la naturaleza y comprendernos implicados en ellos.
El jardín bíblico
El relato de la creación del mundo, tanto en su tradición sacerdotal (Génesis 1) como en la tradición Yahvista (Génesis 2 en adelante) muestran a Dios construyendo un jardín. El jardín de Dios es un espacio habitable para el ser humano, para los animales y para las demás creaturas. Hay una profunda armonía en la lógica creacional de Dios que invita a vivir y construir espacios de armonía en nuestras propias casas, físicas y simbólico-espirituales.
Por su parte, el jardín del sepulcro o el sepulcro del jardín. Jesús, luego de la crucifixión es enterrado en una tumba prestada que se ubica en un jardín-huerto. En el jardín del sepulcro nos encontramos con un tiempo totalmente incierto. No se sabe qué va a suceder. Dice Byung-Chul Han en su obra Loa a la tierra: un viaje al jardín: “la espera incierta, la paciencia necesaria, el lento crecimiento, engendran un sentido especial del tiempo”. Hay una vida misteriosa, un santo misterio que se va haciendo notar en la lentitud de su revelación. Dios jardinero, el Crucificado enterrado en un jardín, el Resucitado jardinero que no es reconocido por Magdalena hasta que Él se revela a través del sonido de su voz, de su familiar voz.
Hay una cosa interesante: la forma de ser en el jardín. Aunque en ambos jardines hay un despertar de la vida (Edén: la creación, la Pascua: la recreación), la forma de ser del ser humano cambia. En el Edén y luego del pecado original, Adán y Eva se esconden porque escuchan a Dios que se pasea por el jardín. Dios llama a los primeros seres humanos, pero ellos están escondidos. Evitan mirar al rostro. En el jardín de la Pascua, Magdalena sale muy de madrugada a buscar al Amado. No se esconde, sino que se arriesga. Jesús llama a Magdalena en su duelo y ella lo reconoce. En el jardín hay opciones, hay modelos antropológicos, hay formas de ser humano.
Construir un jardín en el encierro
Quisiera quedarme con tres ideas de Byung-Chul Han en su Loa a la tierra y que nos pueden servir de pre-texto para pensar cómo construir el jardín en el encierro.
1.La tierra es frágil – reconocimiento
2.La belleza nos invita al cuidado – reparación
3.Soñar con la tierra venidera – Apertura/Esperanza
Dos citas de Byung-Chul Han:
“El mundo es como una misteriosa cáscara. No se lo puede comprender. Quien quiera comprenderlo lo perderá. Al ser una misteriosa cáscara, la tierra es frágil. Hoy nos dedicamos a explotarla brutalmente, a desgastarla y, a base de ello, a destruirla por completo” (p.13)
“De la tierra nos llega el imperativo de cuidarla bien, es decir, de tratarla con esmero (…) hemos perdido por completo la veneración a la tierra. Hemos dejado de verla y oírla” (p.13).
¿Cómo construir el jardín en el encierro soñando con la tierra venidera?
–Anhelar el reencuentro y pensar en los ausentes
-Soñar con la armonía/justicia
-Con los sueños despiertos
-Con el Reino de Jesús, su mesa y su Presencia. La Presencia de los amados nos reconforta.
Juan Pablo Espinosa Arce – Teólogo