Los abusos de la Iglesia Catalana
Las vergüenzas de la Iglesia catalana al descubierto: la fuga del pederasta, los embarazos de las laicas y “trasladar al sacerdote donde no haya niños”.
La diócesis de Barcelona encubrió al menos tres casos de pederastia clerical durante las etapas de los cardenales Narcís Jubany Arnau, ya fallecido, y el emérito Lluís Martínez Sistach. Medio siglo después se revelan las complicidades en el caso Vendrell. Y la asunción de ese caso es la prueba de la voluntad del actual obispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, de investigar los posibles casos de pederastia de la iglesia española. Un contraste plenamente con el tupido velo de décadas atrás.
Sobre el caso Vendrell han aparecido en diversos medios las denuncias de 20 varones de Caldes d’Estrac que acusan al sacerdote Josep Vendrell Cortasa de abusos sexuales cuando eran menores de edad. Los hechos se remontan a los años 1970-1975, cuando el cura era párroco de aquella localidad.
El arzobispado de Barcelona, en respuesta a una información de El País, emitió un comunicado la semana pasada reconociendo que en sus archivos existía la denuncia de algún padre en el año 1975 y que el suceso no fue investigado. Una confesión en diferido. La nota desvela que un padre recomendó al arzobispado «trasladar al sacerdote donde no hubiera ningún niño». Sin embargo, Vendrell pasó a ser párroco de Montcada i Reixach y después a las parroquias barcelonesas de San Domingo de Guzmán y San Ignacio de Loyola hasta su fallecimiento en 2004. Según declaraciones a Catalunya Radio del vicario judicial Santiago Bueno, la falta de investigación debe considerarse «una vergüenza». En 1975 Narcís Jubany era cardenal-arzobispo de Barcelona y Lluís Martínez Sistach ocupaba el cargo de vicario judicial adjunto, donde se cursaban las denuncias. Posteriormente, Sistach fue vicario general de la diócesis en 1979 y obispo auxiliar en 1987.
ENCUBRIDORES
Ese escándalo enlaza con otros dos, que implican a los mismos protagonistas como supuestos encubridores. Se hacen presente el caso del sacerdote Jordi Ignasi Senabre Bernedo, acusado en 1988 de abusar de un monaguillo de 13 años, cuando era párroco de la localidad de Polinyà. Llegó a ser detenido por la Guardia Civil, antes de quedar en libertad con cargos. El proceso penal siguió adelante y el Ministerio Fiscal, en su escrito de conclusiones, interesó una pena de cinco años de prisión. El arzobispado de Barcelona se hizo cargo de los gastos de defensa del sacerdote, incluso depositó una fianza de cinco millones de pesetas. Sin embargo, Senabre jamás llegó a comparecer ante la Justicia. La diócesis de Barcelona informó de que el cura había huido y desconocía su paradero.
Pasados más de 30 años, se supo que se hallaba en la diócesis de Santo Domingo de los Colorados en Ecuador, donde su obispo, el alemán Emilio Stehle, le había ayudado a escapar en 1990. La información la obtuvo la magistrada alemana Antje Niewisch-Lennartz, que investigó el refugio secreto en Ecuador para curas pederastas. Esa incardinación en Ecuador resulta casi imposible sin la colaboración de la curia barcelonesa. No se traslada un sacerdote a otra diócesis, pues no podría tener sus papeles en regla en Ecuador, sin la participación de la diócesis de origen. El cardenal Jubany era en aquel momento el obispo de Barcelona y Lluís Martínez Sistach su obispo auxiliar desde 1987. A Senabre no se le llegó a juzgar. Ni penal, ni canónicamente.
Y el tercer escándalo, aun más escabroso, es el de la Casa de Santiago, un seminario de vocaciones tardías, creado a finales de los 70, a cuyo frente el cardenal Jubany colocó como rector al sacerdote Alfredo Rubio de Casterlenas. Relacionada con dicho seminario se hallaba una orden femenina seglar, denominada Claraeulalies, que también dependía de la Casa de Santiago. Sacerdotes, diáconos y seminaristas vivían en las llamadas «casitas», residencias independientes. La primera denuncia se suscitó a raíz de los embarazos de varias chicas de la orden. Aunque el revuelo mayor se produjo a raíz de una asociación llamada Nous Camins dirigida por el sacerdote-formador de la Casa, Francisco Andreo García (ya fallecido), que actuaba junto a una serie de diáconos, entre los que cabe destacar a Albert Salvans Giralt y Pere Cané Gombau.
PRESIONES A LAS VÍCTIMAS
El caso más relevante sucedió en la parroquia de San Pio X donde tres chicas de entre 14 y 17 años, que se hallaban en el grupo del diácono Salvans, denunciaron a éste por forzarlas a mantener relaciones sexuales. Las familias de las menores denunciaron los hechos ante el párroco, Carles Soler Perdigó (después auxiliar de Barcelona y obispo de Gerona) y ante el cardenal Jubany. Sin embargo, los dos presuntamente presionaron a las víctimas para que no acudieran a la justicia ordinaria. La denuncia también afectaba al diácono Pere Cané Gombau, ya que asistían a viajes y excursiones con el grupo.
Al conocerse los hechos, el cardenal Jubany prometió a las familias que los diáconos Salvans y Cané habían sido reducidos al estado laical. Pero no fue así: Albert Salvans pasó a la diócesis de Westminster y Pere Cané a la de Milwaukee. Posteriormente, ambos fueron ordenados sacerdotes. Quedaron absolutamente impunes. Año 1988: Jubany era arzobispo de Barcelona y Martínez Sistach su obispo auxiliar. ¿Quién firmó la dimissió que autorizaba el cambio de diócesis? Según publicó en su blog Grup Aribau Monseñor Jaume González-Agàpito, que fue el fiscal diocesano encargado del asunto, el cardenal Jubany le manifestó personalmente que él no había autorizado el traslado. Si él no fue, el ex fiscal considera que solo lo podía haber firmado su obispo auxiliar, Lluís Martínez Sistach, posteriormente cardenal de Barcelona.
Vendrell, Senabre y Casa Santiago, tres vergüenzas encubiertas por el cardenal Jubany (principal responsable) y por el vicario judicial adjunto (y posteriormente obispo auxiliar) Lluís Martínez Sistach. Jubany fue obispo auxiliar de Barcelona en 1955, obispo de Gerona de 1964 a 1971 y arzobispo de Barcelona hasta 1990, falleciendo en 1996. Sistach, después de ser obispo auxiliar de Barcelona, pasó a Tortosa en 1991, a Tarragona en 1997 y a Barcelona en 2004 hasta que le sustituyó Omella en 2015. Sin su participación, probablemente Senabre habría sido juzgado, los diáconos de La Casa de Santiago no habrían sido ordenados sacerdotes y el cura Vendrell habría sido investigado y no removido a otra parroquia.
Oriol Trillas / Barcelona – ‘El Mundo’
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