Esperanza en tiempos de desesperanza
“Sin utopía, la vida no vale nada, ni la alegría” / Pedro Casaldáliga.
Merodean graves crisis, catástrofes climáticas y amenazas de una guerra nuclear, las pandemias, un colapso financiero, la extrema derecha generan incertidumbre, miedo y desesperanza. En medio de esto las cristianos y cristianos estamos llamados “A dar razón de la esperanza” I Pedro 3,15. ¿Por qué? Porque “Jesús es nuestra esperanza” I Timoteo 1,1. También porque tenemos esperanza que la última palabra en el futuro de la historia no la tiene la muerte, los dolores y sufrimientos, sino Cristo, que triunfará sobre todo mal, Apocalipsis 21, 1sss.
Pese a las realidades sangrientas y tristes actuales que experimentamos colectivamente, hay signos de esperanza. Ha crecido entre los pueblos una mayor conciencia ecológica, la pobreza en algunas naciones han disminuido, el organismo BRICS se ha fortalecido, no son pocos los jóvenes de buena voluntad que buscan alternativas a las crisis, han resurgido gobiernos progresistas en Latinoamérica. Hay hace años grupos y movimientos progresistas religiosos que perseveran en sus luchas por un mundo de paz con justicia. Otros signos han aparecido e impactado la historia en medio de las crisis como Jesús de Nazaret, san Francisco de Asis, Dolores Lebrón Sotomayor (Lolita Lebrón) Dorothy Stang, Evita Perón, las hermanas Miraval Patricia, Minerva y María, Mahatma Gandhi, Martin L. King jr, san Oscar Romero, Dietrich Bonhoffer, el obispo Pedro Casaldáliga, cientos de miles anónimos, entre muchos otros.
Nuestra esperanza no se fundamenta en los signos, sino en el proyecto del Reino de Dios y su justicia. No se basa en la confianza ciega hacia gobiernos o personas. Como dice el Salmo 146 (145): “No pongas tu confianza en los que mandan, ni en el mortal que no puede salvarte”. Nadie, ni ninguna institución, partido, religión, inteligencia artificial, movimiento, ninguno de nosotras y nosotros, individual o colectivamente, tiene el poder o el conocimiento suficiente para salvar el mundo.
No estamos diciendo que no confiemos en nadie, ni en nada, sería imposible y dañaría severamente el tejido social. Lo que decimos es que lo único absoluto es el Reino de Dios, que según la mayoría de las teólogas y teólogos Católicos y Protestantes fue el mensaje central de Jesús. Reino que hace que el mundo esté preñado de esperanza, “Sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes” Lucas ,17,20ss. A la vez esperamos que el Reino de Dios se haga plenitud en el futuro de la historia como pedimos en el Padre Nuestro, “Venga a nosotros tu Reino”, Mateo 6,10. Jesús nunca define en qué consiste el Reino, sin embargo, de sus palabras, hechos y gestos se desprende que consiste en la solidaridad, la justicia, la compasión… comenzando para los pobres. La expresión en san Juan 18,36, “Mi reino no es de este mundo” quiere decir que no sigue la lógica del poder, del prestigio, del odio, de las riquezas o ni se impone por la violencia.
Las cristianas, cristianos o cualquier persona de buena voluntad, sea o no creyente, de cualquier religión, movimiento o grupo que defienda los derechos de la naturaleza, que denuncia las desigualdades, que se preocupa por el bien común, que se opone a las guerras, que se pone de lado de los pobres, que combate el patriarcado, que repudia todo tipo de fundamentalismo, que condena el dios dinero, está participando en la dinámica del Reino de Dios.
Hay sacerdotes y pastores que enseñan, escriben y predican una teología de tiempos de nuestros abuelos, que no llevan a ningún compromiso comunitario transformador y concreto de la vida política, religiosa, económica, social, ecológica en el siglo 21. Divorcian fe y vida, separan exterior e interior, Dios y mundo, espíritu y materia. No obstante, si se lee detenidamente en su conjunto los evangelios se puede observar que las palabras, hechos y gestos de Jesús tuvieron implicaciones políticas (no partidista) religiosa, sociales, económicas y cósmica.
En estos tiempos de tanta incertidumbre, miedo, desesperanza quizá más que nunca las cristianas y cristianos necesitamos no enseñar esperanza, sino contagiar la esperanza. El antídoto contra la desesperanza es la esperanza activa. Como declara el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, “La verdadera esperanza es dinámica, activa y fuerte”. No dice como la falsa esperanza: “Dios tiene todo bajo control”. La esperanza se alimenta de la memoria, de la acción, no es ilusoria ni un superficial optimismo o pensamiento positivo, es mucho más. Es un principio constitutivo del ser humano, que nos orienta hacia la utopía del Reino de Dios y su justicia. Jesús se movió en el horizonte de la esperanza, porque se negó a la sumisión del “orden” establecido y apostó por un nuevo orden de paz con justicia.
¡Alégrense y Celebren estos días, no se lamenten, no teman, el nacimiento del Niño en Navidad es nuestra Esperanza!
¡Felicidades!
Roberto Torres Collazo / Sao Paulo
-Referencias
Biblia Latinoamericana, Editorial Verbo Divino. (1989). Sociedad Bíblica Católica Internacional. Chile.
Buvinic, M. (Noviembre, 2024). ¿De dónde sacar la esperanza? Portal: ‘Reflexión Y Liberación’. Chile.
Hassel, S. & Morin, E. (2012). El Camino de la Esperanza; un llamado a la movilización cívica. Editorial Paidós: España.
Han, C. B. (2024). El Espíritu de la Esperanza. Editorial Herder: España.
Pagola, A. J. (Noviembre, 2021). El hombre [y mujer] necesita en su corazón una esperanza que se mantenga viva. Portal: Religión Digital. España.