Signos de fragilidad y esperanza

La Iglesia está viviendo un momento de fragilidad y fugacidad de la condición humana, mientras el Papa Francisco está recibiendo un sofisticado tratamiento médico en el Policlínico Gemelli.
El acontecimiento del mensaje de audio que se escuchó en la Plaza de San Pedro la tarde del jueves 6 de marzo, pronunciado en su lengua materna, el español, nos conmovió y nos debe hacer reflexionar: “Os agradezco de corazón vuestras oraciones por mi salud desde la plaza –dijo Francisco–. Os acompaño desde aquí. Que Dios te bendiga y la Virgen te proteja.“
Cuando estamos en dificultad recurrimos a nuestra Madre y nos sentimos llevados a implorar la protección de Aquel que nos dio la vida. La impresionante brevedad del dicho, más que con la complacencia de quienes lo han considerado deficiente, debe interpretarse como un signo del límite y un presagio de profundidad espiritual y teológica. Y es una advertencia para aquellos en la Iglesia de Dios que pasan su tiempo haciendo conjeturas tanto sobre la salud del Papa como sobre el futuro del pontificado.
Ante el propio sufrimiento y el de los que nos rodean, no son necesarios largos discursos ni elucubraciones más o menos teológicas y, si es necesario romper el silencio, hay que hacerlo en la sobriedad, a la que, también en esta ocasión, el Papa Francisco intenta educarnos. Pensemos en su constante señalamiento con el dedo ante la verborrea clerical, siempre inoportuna y dañina, más aún en la situación actual.
Otro signo de fragilidad que hemos experimentado y vivido se ve en el tono de voz, cansado, casi un susurro. Y el susurro hace pensar en el final de la famosa letra de Clemente Rebora, el poeta experto en el sufrimiento de la enfermedad ‘Dall’immagine tesa’: “Vendrá casi como perdón / vendrá para hacerme seguro / de su y mi tesoro, / vendrá como alivio / de mis y sus dolores, / su susurro vendrá, tal vez ya está llegando”. La gratitud expresada por el pontífice con voz ronca sonará aún más auténtica y verdadera a los oídos de quien no espera un mensaje gritado o prolongado, sino sencillo e inmediato.
La fragilidad del obispo de Roma es la fragilidad del pueblo. Algunos han insinuado que al decir ‘os acompañaré desde aquí’, Francisco casi ha abdicado de su papel de líder de la comunidad creyente. Un guía que acompaña no tiene menos autoridad que aquel que conduce el rebaño. Además, este Papa no se siente fuera del Pueblo de Dios, sino que se sabe parte de él mientras continúa llevando a cabo su misión de guía pastoral.
Y en este sentido es necesario cultivar la conciencia de que oramos con el Papa en la Iglesia y por la Iglesia, convencidos de que no son los hombres quienes la guían, sino el Espíritu Santo, que sigue susurrando palabras de guía, de gratitud y de esperanza a través de la boca de su ministro.
José Lorizio – Roma
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