El grito de la tierra y de los pobres

En estos días vivimos entre inesperados eventos naturales, como el tornado en Puerto Varas y otros atribuibles al cambio climático, así como lo que cada día vamos conociendo de los tramposos que nos robaron a todos con las licencias médicas truchas para diversos fines particulares (vacaciones en el extranjero o en el país, seguir estudios de especialización, hacer otros trabajos, descansar en casa, etc.).
Son dos aristas de una misma crisis global, como lo señaló hace diez años, el Papa Francisco en su carta “Laudato Sí” (= “Alabado seas”, son las palabras de inicio del cántico de San Francisco de Asís que alaba a Dios por toda la creación). No hay dos crisis, una ambiental y otra social, sino que son una sola crisis que revela la falta de atención al “grito de la tierra y al grito de los pobres”, decía el Papa Francisco.
En estos diez años, la carta “Laudato Si” ha tenido una extraordinaria difusión e impacto en el mundo entero, mucho más allá de quienes nos reconocemos como católicos, porque el llamado al cuidado de la Casa Común pone de manifiesto un problema que nos afecta a todos, revelando que las causas de la crisis social y ambiental son causas humanas y, por tanto, responsabilidad de todos.
Las manifestaciones ambientales de la crisis (cambio climático, contaminación, pérdida de biodiversidad, etc.) muestran los oídos sordos ante “esta hermana tierra que clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”, decía el Papa Francisco.
La sordera ante grito de la tierra es avalada por los negacionismos de la crisis ambiental -aún entre algunos que se dicen cristianos- que, bajo la excusa de pragmatismo y sus intereses económicos, se burlan de las preocupaciones por el medio ambiente e ignoran el bien común. Otros son, simplemente, espectadores pasivos del dramático grito de la tierra que ya no puede ser ignorado. Por eso Francisco llamaba a una urgente “conversión ecológica”.
Pero, la urgente conversión ecológica, debe ser “integral”, decía el Papa Francisco; ya que, implica el cuidado de las cosas, del medio natural y de las personas en la Casa Común. Por eso, no se trata sólo de velar por la integridad de los ecosistemas, sino que hay que mirar la integridad de la vida humana. Decía Francisco: “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”. Todo está conectado.
Ciertamente, por ejemplo, los tramposos que usaron licencias médicas truchas para intereses particulares y defraudando dineros que son de todos, no escuchan el grito de los pobres que buscan soluciones concretas a sus problemas de salud, vivienda y educación. La degradación de la convivencia humana en la corrupción, los arreglines y chanchullos, y la degradación del ambiente natural que destruye nuestra Casa Común son los dos rostros de la cultura del descarte: se descartan personas y valores, y se descarta la naturaleza haciendo de nuestra tierra “un inmenso depósito de porquería”, decía Francisco.
Necesitamos educarnos en el cuidado del medio ambiente natural y social, y enfrentar cualquier actitud irresponsable que lo destruya o contamine. No somos los dueños de ciertos “recursos naturales” o de “recursos fiscales”; ambos son bienes comunes de los cuales todos somos custodios. Se impone una ética del cuidado.
Como un ejemplo de formación en la ética del cuidado, busqué en mi historia cómo se fue dando. En mi infancia muchas veces escuché, al salir hacia el colegio, que me decían “cuida tus cosas, cuida lo que llevas”. Me quedó resonando ese sentido de la responsabilidad del cuidado de las cosas, y cuando estuve en el movimiento Scout me quedó grabado un artículo de la ley scout que dice “el Scout ama y cuida la naturaleza y en ella descubre a Dios”. En mi formación juvenil en la fe cristiana resonaban en mí las palabras del Señor Jesús: “todo lo que hiciste a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hiciste”.
He recordado estas palabras y sus acciones formadoras de una conciencia del cuidado de las cosas, del entorno natural y de las personas, porque son la raíz de una ecología integral, de la responsabilidad del cuidado de la Casa Común, el medio ambiente del cual formamos parte.
Marcos Buvinic – Punta Arenas
La Prensa Austral – Reflexión y Liberación