La vida humana es sagrada

Este es un momento de grandes cambios e incertidumbres.
Para muchas personas, el terreno se tambalea. Muchos en nuestro mundo se sienten repentinamente más vulnerables, más preocupados y más ansiosos por el futuro. La Iglesia misma está experimentando una transición con la pérdida de nuestro amado Papa Francisco.
Aquí en Estados Unidos, no podemos olvidar a las decenas de millas de empleados federales que perdieron inesperadamente sus empleos, ni al incalculable número de estadounidenses afectados por recortes abruptos y severos a los servicios sociales sin la debida consideración a sus necesidades. Recordamos especialmente a los inmigrantes que esperan reconstruir sus vidas en esta tierra prometida, ya sean migrantes climáticos o económicos, o refugiados que huyen de regímenes brutales…
Luego están los millones de personas desesperadas en todo el mundo que dependen de la hasta ahora legendaria generosidad del pueblo estadounidense. Esa fuente de ayuda vital incluía alimentos para las personas que sufrían hambruna en Sudán y ayuda de emergencia para las víctimas de desastres naturales, como el reciente terremoto en Myanmar.
Recientemente, un hermano Maryknoll comentó: ‘Ahora más que nunca se nos necesita para estar ahí, dondequiera que Dios nos tenga en misión y en la vida, tanto en este momento como en el futuro’.
Sus palabras van directo a la pregunta: ¿Cómo debemos nosotros, como comunidad Misionera, compartir la pasión del Señor por lo que es justo y correcto en la tierra hoy? ‘¿Qué debemos hacer, entonces?’ (Lc 3:10; Hch 2:37).
Debemos ser quienes somos: Misioneros arraigados en las convicciones de la Iglesia sobre nuestro amor a Dios y al prójimo. Nos mantenemos arraigados en los valores fundamentales de la doctrina social católica:
• La vida humana es sagrada y la dignidad de la persona humana es el fundamento de una visión moral de la sociedad.
• La persona no sólo es sagrada sino también social.
• La comunidad auténtica se basa en la seguridad de los derechos humanos de todos y en el cumplimiento de nuestras obligaciones humanas hacia los demás.
• Las necesidades de los pobres y vulnerables son primarias (Mateo 25:31-46).
• La economía debe servir a la gente, no al revés.
Somos los guardianes de nuestros hermanos y hermanas, dondequiera que estén. La paz es fruto de la justicia y depende del orden correcto entre los seres humanos.
• Mostramos respeto por el Creador a través de nuestra administración de la creación.
¿Qué debemos hacer entonces? Promover la doctrina social católica para que su visión moldee la conciencia cívica sobre lo que es correcto y justo en el país.
Lo hacemos a través de nuestras misiones alrededor del mundo, en Asia, África, Latinoamérica y aquí en Estados Unidos… El amor de Dios por nosotros nos lleva a un tiempo de prueba ineludible. ¿Servirá nuestra esperanza a su obra de hacer lo correcto y justo en la tierra?
Al continuar este Año Jubilar de la Esperanza inaugurado por el Papa Francisco, imploremos al Señor la gracia de creer que ‘ahora somos más necesarios que nunca para estar ahí afuera’. Con el don divino de la esperanza, participamos con confianza en la búsqueda de Dios de lo que es correcto y justo.
Extractos de la Declaración del P. Lance P. Nadeau / Superior General de los Padres y Hermanos Maryknoll – Nueva York