Agosto 2, 2025

La compasión es un imperativo ético

 La compasión es un imperativo ético

En la Franja de Gaza ocurre uno de los mayores genocidios de la historia reciente…

¿Cómo no indignarse ante el genocidio de miles de niños inocentes que nada tienen que ver con la guerra que Israel libra contra Hamás, pero que son alcanzados indiscriminadamente junto con toda la población de Gaza, con el objetivo de exterminar especialmente a niños y jóvenes que en el futuro podrían oponerse al Estado de Israel?

La ética, para ser plenamente humana, necesita incorporar la compasión. Hay demasiado sufrimiento en la historia, demasiada sangre en nuestros caminos y una interminable soledad de millones y millones de personas que cargan solas, en su corazón, la cruz de la injusticia, de la incomprensión y de la amargura. El ethos que se compadece quiere incluir a todos ellos en el ethos planetario, es decir, en la Casa Común, en la cual hay acogida y las lágrimas pueden ser lloradas sin vergüenza o secadas con cariño.

La compasión es la ética natural de los trabajadores de la salud, especialmente de aquellos que se dedican a los cuidados paliativos, ahora aprobados para ser ofrecidos a través del SUS (Sistema Único de Salud). El movimiento nacional Premier Cuidados Paliativos, promovido por el generoso Dr. Samir Salman, de São Paulo, superintendente del Instituto Premier, involucra a cientos de médicos, médicas y personal de enfermería que han asumido la práctica de los cuidados paliativos.

Para Tomás de Aquino, “la compasión es la más elevada de todas las virtudes porque no solo abre la persona al otro, sino que la abre también al más débil y necesitado de ayuda; en este sentido constituye una característica esencial de la Divinidad” (S. Theologica II, q.30, a.4 c).

Pero antes necesitamos hacer una terapia del lenguaje, pues la compasión tiene, en la comprensión común, connotaciones peyorativas. Tener compasión significa apiadarse del otro porque se le considera desamparado, sin energía interior para levantarse. Supone una actitud de quien mira desde arriba hacia abajo, humillándolo.

En el cristianismo primitivo, sin embargo, compasión era sinónimo de misericordia, esa actitud generosa que quiere compartir la pasión con el otro y no dejarlo solo en su dolor. Esto no es hacer “caridad”, criticada por el poeta y cantautor argentino Atahualpa Yupanqui: “yo desprecio la ‘caridad’ por la vergüenza que encierra. Soy como el león de la sierra que vive y muere en soledad”. De manera distinta, los seres humanos son, en general, acompañados en el ocaso de sus vidas por personas queridas que los rodean con cuidados paliativos.

En el budismo, la compasión es considerada la virtud personal del Buda. Por eso es central y tiene que ver con la cuestión que dio origen al budismo como camino espiritual: “¿cuál es el mejor medio para liberarnos del sufrimiento?” La respuesta de Buda fue: “por la compasión, por la infinita compasión”. El Dalái Lama actualiza esta ancestral respuesta de la siguiente manera: “ayuda siempre que puedas, y si no puedes, jamás perjudiques a los demás, y ten siempre compasión”.

Dos virtudes realizan la compasión: el desapego y el cuidado. Por el desapego renunciamos a cualquier sentimiento de superioridad frente al otro y lo respetamos tal como es. Por el cuidado nos acercamos a él y velamos por su bienestar, socorriéndolo en el sufrimiento.

La compasión tal vez sea la mayor contribución ética y espiritual que Oriente ha dado a la cultura mundial. Lo que torna el sufrimiento más penoso no es tanto el sufrimiento en sí, sino la soledad en el sufrimiento. El budismo, y también el cristianismo, nos convocan a establecer una comunión en el sufrimiento para que nadie quede solo y desamparado en su dolor.

La gran vergüenza es constatar que los países europeos, de raíz cristiana, creadores de los derechos humanos y de la idea de democracia, han apoyado la guerra genocida de Netanyahu contra Hamás y el pueblo palestino.

Al igual que el amor y el cuidado, la compasión tiene un campo ilimitado de realización. No se restringe solo a los seres humanos, sino a todos los seres vivos y al cosmos. El ideal budista y franciscano de compasión nos enseña cómo relacionarnos adecuadamente con la comunidad de la vida: primero, respetar a cada ser en su alteridad; en segundo lugar, establecer un lazo afectivo con él, cuidarlo y especialmente regenerar a aquellos seres que sufren o están bajo amenaza de extinción. Solo entonces podemos beneficiarnos de sus dones, en la justa medida y con responsabilidad, en función de lo que necesitamos para vivir de forma suficiente y digna.

Frente a tantos padecimientos en la humanidad y las agresiones sistemáticas a la Madre Tierra, la compasión es un imperativo humanístico y ético.

Leonardo Boff

Editor