Agosto 11, 2025

PEDRO CASALDÁLIGA

 PEDRO CASALDÁLIGA

A 5 años de la partida del Teo-poeta de la Liberación

Nicolás Viel / Chile, Teólogo y Abogado

Una vida conmocionada y llena de utopía.

El 8 de agosto de 2025 se cumplirán 5 años de la muerte del obispo, profeta y poeta, Pedro Casaldáliga. Sus brazos “se han cansado de echar semilla al viento[1]”. Nació en Cataluña, fue misionero claretiano durante 75 años y por 34 años fue obispo de Sâo Felix de Araguaia (Mato Grosso, Brasil). En sus últimos 8 años de vida padeció un parkinson que lo fue apagando lentamente. Sin pretender escribir el resumen de su vida, comparto algunos rasgos poéticos y proféticos de este testigo de la Iglesia Latinoamericana, del cual la pena hacer memoria a cinco años de su pascua.

Sus primeros pasos como cristiano los dio en una Iglesia perseguida, en los tiempos de la guerra civil española. Los primeros años de religioso van pasando por los barrios populares en Sabadell, Barcelona, Barbastro y Madrid. La aspiración más profunda de su vida fue vivir lo más parecido a Jesús de Nazaret y su regla de vida fueron las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12).

A pocos años de terminado el Concilio Vaticano II, parte a fundar una nueva misión claretiana en el Mato Grosso, Brasil. A los 40 años llegó a Sao Félix de Araguaia sin mucho conocimiento de la realidad de América Latina. Vivió su propio proceso de inculturación, iluminado por la vida de un Dios que “en el vientre de María se hizo hombre, y en el taller de José se hizo clase[2]”. En sus comienzos intentó estar bien con todos, pero su fidelidad al evangelio y a los pobres no se lo permitieron. Su cercanía a la realidad de los campesinos que sufrían la injusticia de los latifundios le conmovió y le impidió la neutralidad. Se identificó rápidamente con la utopía de los desposeídos para siempre y con toda su vida. 

Después de tres años como sacerdote y misionero, en 1971 fue nombrado obispo de la prelatura de Sao Félix en la Amazonía. No le bastó el nombramiento oficial. Antes de aceptar consultó a su pueblo y sus colaboradores. Inmediatamente renunció a todo signo de poder y comprendió la autoridad como servicio. Cambió la mitra por un sombrero de paja y el báculo por un remo. Utilizó toda su vida un anillo de tucum, símbolo contra la opresión indígena, que prontamente se convirtió en signo universal de la Iglesia de los pobres. El anillo oficial lo regaló. 

Fue un gran caminante dentro de una diócesis más grande que Nicaragua. No aceptaba casa, regalos, fiestas ni auto del latifundista explotador. No aceptó saltarse la fila de pobres. Aunque vivió grandes soledades siempre camino en Iglesia, llegando a expresar en uno de sus poemas “amo a la Iglesia, a pesar de la Iglesia[3]”. Su amor por la Iglesia y su fidelidad la vivió con rebeldía.

Debido a su historia nunca comprendió a la Iglesia sin persecución y a un cristiano sin conflicto. La misma Iglesia que lo condenó y cuestionó su teología, después lo defendió; “quien toca a Pedro, toca a Pablo”, señaló Pablo VI en una carta que le salvó la vida. Su fidelidad rebelde encontró en Monseñor Romero, otro mártir de América Latina, un compañero y una fuente de inspiración: “¡Pobre pastor glorioso, abandonado por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…! (Las curias no podían entenderte: ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo)[4]”.

Prefería andar con sandalias o descalzo sobre la tierra roja. En una de sus confesiones poéticas expresó: “Yo, pecador y obispo, me confieso de soñar con la Iglesia vestida solamente de evangelio y sandalias[5]”. Quienes compartieron de cerca con él, quedaron admirados de su capacidad de ternura y acogida, a pesar la dureza de los primeros años. Si hubiera que elegir dos palabras para resumir su vida podría ser “ternura y profecía”. Ciertamente hay muchas más palabras para definirlo.

Sobre su mesa de trabajo tenía como reliquia un grano de mostaza. Amaba y apostaba por lo pequeño. Su fe era una esperanza en lo más sencillo y cotidiano. Pedro Casaldáliga llenó su vida de causas a las que amó más que a su propia vida. Abrazó la causa de los pobres y de los “posseiros”. No aceptó que el latifundio quitara la tierra de los campesinos. Abrazó la causa indígena defendiendo los derechos humanos de los niños, ancianos y mujeres. Abrazó la causa del medio ambiente. El Papa Francisco encontró en él un buen aliado en su lucha por el cuidado de la Amazonía y la casa común. En definitiva, abrazó con todo su ser la utopía del reino.

La mayoría de sus años en Brasil los vivió amenazado de muerte. Su propia vida encarnó la más incómoda de todas las palabras de Jesús: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia” (Mt 5, 10). En más de una ocasión se salvó porque no parecía sacerdote ni obispo. El no-poder le salvó la vida. Y se la salvó, para entregarla. El asesinato de su amigo sacerdote Joao Bosco SJ, lo confirmó en su vocación profética. 

Fue un importante teólogo que llenó a la teología de la liberación de mística y espiritualidad. No entendió la teología como ejercicio de biblioteca sino como un pensar desde los pobres, en amistad con ellos y en adhesión a sus causas. Nunca dejó de estudiar la realidad social y de confrontar la vida con el evangelio. 

Su fe se hizo verso. La poesía, que fue para él una contemplación cotidiana de la belleza, tuvo un lugar importante en su vida y fue el modo que eligió para hablar de sus grandes amores y pasiones; Dios y los pobres. En sus versos encontramos luz y sentido para continuar esta aventura de abrazar la causa de los pobres, que muchas veces se va abriendo paso en medio de la noche de la infidelidad, como ese Judas a quien abrazó como “hermano, compañero de miedo, de codicias, de tradición[6]”. Su vida entera es un poema. 

Toda su vida fue un compartir con los pobres y heridos. Creyó en un Dios que “puso su tienda en suburbio humano[7]”, que se hizo uno de tantos y que siendo vulnerable abrazó nuestro desamparo. Fue un buscador de silencios que fueron en su vida la raíz y el horizonte. 

Su denuncia profética y su incansable entrega no sólo permitieron que los campesinos recuperen la tierra sino también su cultura y dignidad. Y lo hizo a ritmo de pueblo, a ritmo de la semilla que crece lenta y oculta bajo la tierra. La causa de “las cercas” que oprimen los sueños y esperanzas del pueblo fue una causa colectiva y martirial, que le ha costado la vida muchos compañero/as de camino. Por eso en alguno de sus versos señala: “Nuestros muertos caminan empujando la Historia[8]”.

Adentrarse en la profética vida y conmocionada poesía de Casaldáliga es un lente para mirar la realidad herida de nuestros tiempos, como aquéllos hermanos y hermanos desalojados de nuestras ciudades. A través de sus versos podemos indignarnos y actuar frente a la vida de quienes no tienen lo indispensable para vivir, en tantos rincones marginales de América Latina, donde pareciera que los derechos básicos no existen.

La vida del poeta y profeta nos ayuda a situarnos desde los márgenes frente a esta realidad injusta. Nos señala de quienes hay que estar cerca y de quienes hay que estar lejos. Nos confirma que la vida hay que gastarla con los que están alrededor del fuego, más que en los centros de poder o en las casas de los dueños de la tierra.

Pedro nos despierta del peligro de una vida adormecida y nos muestra que la confianza de los sin-poder la ganamos cuando le damos la espalda al poder. Su praxis nos ayuda a equilibrar la denuncia profética y la tierna cercanía. Cuestionar la estructura mientras se abraza el dolor concreto del hermano.

La vida de este profeta y poeta de nuestro continente no sólo nos ofrece criterios para una respuesta concreta, sino que además nos proyecta en un horizonte de esperanza, donde el fracaso y la muerte son palabras penúltimas. Junto a Pedro sabemos y creemos que la muerte y la injusticia no tienen la última palabra, esto “es la razón última y la fuerza diaria de nuestra esperanza, la garantía de nuestras luchas y la réplica final a la mentira, a la injusticia y a la muerte[9]

La vida de Casaldáliga nos invita a vivir enraizados. Se trata de pensar y sentir con los pies[10]. Y así su vida nos enraíza en la realidad concreta de los desalojados de la historia, invitándonos a dar respuesta con un “amor eficiente” y abriéndonos a un futuro de esperanza, que sin ser ingenua nos permite esperar a contramano[11]. Es una esperanza firme y realista que invita a estar junto a los que están desesperanzados. Porque mientras más insertos en la miseria humana, más ancho es el horizonte de esperanza que se abre. Y en ese horizonte nos encontraremos cara a cara con los que amamos y ya no están[12].

En su aspecto frágil quedaron las huellas de muchas derrotas y de mucha muerte injusta. Todo su ser fue vida entregada y ofrenda repartida. Su gran anhelo era “morir de pie como los árboles[13]”, al igual que su pueblo martirizado. Ya se cumplen 5 años desde que se apagó su vida anciana con un corazón lleno de nombres. Murió agachado y abajado por un parkinson que lo acompañó sus últimos años. Su vocación fue un amor que descendió hasta los últimos de la historia. Su partida es una luz de esperanza para las causas de toda América Latina.

Solo nos queda esperar que su memoria sea tierna e incómoda. Que su recuerdo no nos deje en paz, como la memoria de tantos y tantas que han partido en nuestra América Latina y en nuestra Amazonía; Berta Cáceres, Alejandro Labaka, Doroty Stang, Chico Mendez… entre tantos rostros que nos siguen interpelando y animan nuestros compromisos cotidianos. Su testimonio nos invita a que nuestra vida sea “fraterna y subversiva”, para seguir esperando a contramano y reclamando primaveras en medio del dolor humano. 

La vida de Pedro estuvo marcada y herida por el dolor de su pueblo. Enterró a muchos amigos sacerdotes, campesinos, prostitutas y niños. Muchos de ellos sin nombre. En ese mismo cementerio de los indios Karajá, mirando al río Araguaia en Sao Félix fue enterrado hace 5 años. Ahí quiso descansar con los sin nombre, para siempre. 

¡Hasta siempre Pedro Casaldáliga, poeta, profeta y pastor de nuestra América Latina.


[1] Pedro Casaldáliga, Antología Poética (Burgos: Editorial Fonte Monte Carmelo, 2023), 98.

[2] Pedro Casaldaliga, Con Jesús, el de Nazaret (Madrid, 2005), 21.

[3] Pedro Casaldáliga, Antología Poética, 478.

[4] Pedro Casaldáliga, Antología Poética, 304.

[5] Pedro Casaldáliga, Antología Poética, 478

[6] Pedro Casaldáliga, Antología Poética, 507.

[7] Pedro Casaldáliga, Antología Poética, 99.

[8] Pedro Casaldáliga, Antología Poética, 452.

[9] Pedro Casaldáliga y José María Vigil. Espiritualidad de la Liberación… 251.

[10] Cfr. Poema “Piensa también con los pies”. Cfr. Pedro Casaldáliga. Todavía estas palabras (Estella/ Navarra: Editorial Verbo Divino, 1989), 57.

[11] Cfr. Michael Moore. Pedro Casaldáliga. Cuando la fe se hace poesía… 121-126.

[12]Deseo tanto verlo como verte”. Poema “Entonces lo veremos como es”. Cfr. Pedro Casaldaliga. Sonetos Neobíblicos Precisamente (Buenos Aires: Editorial Claretiana, 1996), 57.

[13] Pedro Casaldáliga, Antología Poética, 82.

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