Navidad, solidaridad y las izquierdas
En diciembre, parte de la humanidad recuerda una historia que nace en la precariedad de un Pesebre, bajo el peso de un imperio, que como tal oprime, aplasta, subyuga.
Jesús de Nazareth, aquella guagua que nace en Belén, aquel carpintero que desafió los poderes de su tiempo, terminó su vida terrenal en una cruz, en lo que el mundo de entonces consideró una derrota absoluta y definitiva. Pero fue precisamente ese Jesús, aparentemente derrotado, quien fue capaz de transformar el mundo para siempre. Su mensaje de amor radical, que se expresa socialmente en la solidaridad, de justicia para los oprimidos y de comunidad frente al egoísmo, sigue siendo la esperanza de liberación para los oprimidos frente a todos los imperios de hoy, de ayer y de mañana.
No podemos dejar de vincular esta reflexión con el momento político que vive Chile. El triunfo inobjetable en las urnas de José Antonio Kast, reconocido pinochetista, aval de las violaciones a los derechos humanos, que si en algo no cree es en la solidaridad, es quien será el nuevo presidente de Chile.
Ante este escenario, cabe preguntarnos: ¿qué pasó con la solidaridad, fue una derrota de ella?
Ha pasado un tiempo prudente como para hacer un análisis sereno, sin búsqueda de culpables, ni acusaciones cruzadas y la lección más nítida que deja este resultado es que hay que reconocer una obviedad: en el proceso presidencial más importante de nuestra historia republicana reciente, quienes creemos en la solidaridad como un modelo más justo y cristiano de construcción social, sufrimos una derrota profunda. Hay que decirlo, no hay que disfrazarlo, ni buscar excusas.
Los cristianos católicos (y porqué no, todas las denominaciones religiosas) tenemos el deber de construir una sociedad solidaria, donde prime la justicia social y la dignidad humana, nada de lo que representa el presidente electo.
El recién fallecido Papa Francisco nos invitó a plasmar en la sociedad esas ideas que tan lúcidamente expresa el mensaje cristiano sobre la política y la economía; a través de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, y sus encíclicas Laudato si y Fratelli tutti, desarrolló una crítica profunda al sistema neoliberal capitalista e hizo un llamado urgente a la participación política.
Para Francisco, el cristiano/a no puede ser indiferente a la política, sostiene que buscar el bien común a través de la política es una expresión de amor al prójimo. No es solo gestionar recursos, sino crear las condiciones para que todos puedan vivir con dignidad. Los/as creyentes no pueden miran la vida “desde el balcón”, sino que deben involucrarse en las realidades sociales.
En Fratelli tutti, denuncia que la política se ha sometido a la economía y a la tecnología. Propone que la política debe recuperar su rol de liderazgo para servir a la humanidad y no a los mercados financieros.
Quizás el mensaje más fuerte de Francisco es su denuncia del sistema económico neoliberal. En Evangelii Gaudium afirma tajantemente: “Esa economía mata”. Critica la teoría del “derrame” (la idea de que el mercado libre genera riqueza que tarde o temprano llega a todos), calificándola de falacia que nunca ha sido confirmada por los hechos. Sostiene que el capitalismo actual no solo explota, sino que descarta. Los seres humanos son considerados bienes de consumo que pueden ser usados y luego tirados. Esto afecta especialmente a los ancianos/as, los/as jóvenes sin empleo y los/as pobres.
En Laudato si’, critica cómo el mercado y la tecnología se han aliado para explotar la naturaleza y al ser humano sin límites éticos, priorizando el beneficio inmediato sobre la supervivencia del planeta.
En Fratelli tutti, Francisco es explícito al señalar: “El mercado por sí mismo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo…”
Ni la religión , ni la fe son neutras frente a la explotación, el abuso y la opresión.
Pese a la claridad de su mensaje este parece pasar desapercibido para amplias mayorías católicas que votan por quien no representa en nada esas ideas y valores.
Pasó que:
No supimos evaluar y ponderar adecuadamente la fuerza de las ideas, el espíritu y la cultura capitalista, y cómo esta ha permeado a toda nuestra sociedad.
Una parte muy importante de los mundos evangélicos pentecostales, inspirados en la teología de la prosperidad, dieron su aval a este modelo capitalista.
Nunca entramos en la batalla de las ideas ni defendimos un proyecto de construcción de la sociedad efectivamente de izquierda; siempre el discurso fue socialdemócrata y la disputa fue por administrar el capitalismo.
Las ideas son fundamentales y, por supuesto, debemos convencer y concientizar; sin embargo, también hay que prefigurar para las personas el mundo distinto que proponemos, debemos visibilizar nuestras propuestas. El mundo popular ve en sus territorios abandono, delito y pobreza. La derecha prefigura mundos caóticos de los cuales responsabiliza a la izquierda, y a las personas les hace sentido porque lo ven todos los días. No fuimos capaces de prefigurar la esperanza.
No supimos evaluar lo que la mayoría esperaba y sentía; en sus expectativas no aparecía como prioritario la construcción de un nuevo paradigma, y menos aún cuando este ni siquiera se proponía. No se visualizaba con claridad la propuesta de un modelo político y económico que nos llevará a la construcción de la solidaridad, del respeto por la dignidad, la naturaleza y los derechos humanos de pueblos y comunidades.
Los resultados en los sectores populares demuestran que no estamos escuchando, ni entendemos a quienes decimos representar. Esto es un baño de realidad, porque esencialmente las mayorías optan, desde el lugar donde se encuentran, por el proyecto de sociedad que les ofrece el capitalismo.
¿Qué hacemos ahora?
Los cristianos/as volvamos a la formación de comunidades eclesiales de base CEB,
No renunciemos a la búsqueda y construcción de la unidad política y social del pueblo y de las izquierdas.
Trabajemos con más ahínco en construir organización y en concientizar. Escuchemos más, seamos humildes y aprendamos de la lucha cotidiana por la subsistencia. No traicionemos nuestro ser de izquierdas.
Entremos con fuerza en la batalla de las ideas, pues es allí donde podemos provocar cambios culturales indispensables para construir otro Chile. Así seremos capaces de anticipar la sociedad que promovemos, de modo que las personas visualicen que en ella tendrán condiciones que harán concretamente mejor su vida.
Nuestra respuesta frente al individualismo es la comunidad; frente a la desesperanza: la organización; frente a la hegemonía del mercado: la dignidad del ser humano. No renunciamos a creer y a soñar porque, tarde o temprano, terminaremos por ven-ser.
Respondiendo la pregunta que motiva este comentario: ¡No, la solidaridad no ha sido derrotada! porque tenemos la certeza de que, al igual que en Belén, los cambios más profundos suelen nacer en la humildad de quienes no se rinden.
Fernando Astudillo Becerra / Abogado – Valparaíso, CHILE