Vigilia de oración por Gaza / Hna. Annie

“No te quedes de brazos cruzados mientras la vida de tu prójimo esté en juego” (Levítico; 19,16).
Ser hermana religiosa significa pertenecer a algo más grande que yo. Por supuesto, todos los cristianos pueden decir lo mismo: que, como miembros de la iglesia, pertenecemos al Cuerpo universal de Cristo. Sin embargo, el testimonio colectivo de una congregación religiosa tiene una fuerza particular. Nuestra promotora de justicia congregacional, ofreció asesoramiento sobre logística y contactó con líderes religiosos locales. Nuestro equipo de comunicaciones creó un gráfico, lo publicó en redes sociales y redactó un comunicado de prensa. Las hermanas hicieron carteles que proclamaban: ‘¡Ha llegado la hora de la paz en Palestina!’.
La violencia no traerá seguridad, proclamamos que; ‘solo una paz justa puede lograrla’. No seremos cómplices de lo que las Naciones Unidas han calificado de genocidio facilitado por el gobierno estadounidense, perpetrado con armas de fabricación estadounidense y financiado con el dinero de los contribuyentes estadounidenses.
Un aspecto importante en la Vigilia de Oración en el centro de Columbus, es que fuimos una voz católica reconocible que pedía un alto el fuego inmediato en Gaza. El silencio generalizado de algunos líderes católicos estadounidenses sobre el asesinato en masa de mujeres y niños palestinos, ha sido francamente escandaloso. El presidente es creyente, al igual que 158 miembos del Congreso de los EE.UU. ¡Increíble!
Doy clases de escritura a estudiantes universitarios de primer año. En mis clases, reflexionamos sobre nuestras responsabilidades como ciudadanos de una democracia. Este año, cuando les pregunté a los estudiantes cómo podrían marcar la diferencia en sus comunidades, respondieron: ganar mucho dinero y publicar en redes sociales. El hecho de que no mencionaran votar ni organizarse me desanimó, pero no me sorprendió. Ven que, en nuestro país hoy en día, se necesita capital para influir en las agendas políticas.
Dinero, poder y dominio político: estos son precisamente los bienes terrenales a los que las hermanas renunciamos cuando hacemos voto de pobreza. Me di cuenta del costo de esa pobreza después de nuestra acción en la oficina de un Senador. Al elegir seguir a Jesús pobre y no violento, renunciamos al acceso al poder estatal, que el dinero puede comprar. Esta decisión nos sitúa en solidaridad con todas las personas que se oponen al imperio tomando las calles, marchando, haciendo sentadas, bloqueando y pidiendo. En un espíritu de pobreza, confiamos nuestras pequeñas acciones a Dios, sin quien nada podemos hacer y con quien todo es posible. El don de nuestra pobreza es la libertad que nos da para buscar la verdad.
Buscar la verdad forma parte del carisma de la predicación dominicana. Las hermanas dominicas tienen la misión de encarnar la verdad proclamando nuestra creencia en un Dios de vida abundante. Todo lo que causa muerte no proviene de Dios. Aferrarnos a esta creencia, de que toda vida es sagrada y tiene valor, nos ayuda a comprender la falsedad de que la destrucción de Gaza por parte de Israel se justifica por el derecho a la legítima defensa. Contrariamente a lo que afirman muchas instituciones estadounidenses, no hay dos bandos en un asedio que ataca a refugiados, médicos, periodistas, trabajadores humanitarios, mujers embarazadas y recién nacidos. Por esto un alto el fuego duradero salvaría la vida tanto de palestinos como de israelíes.
Los bombardeos, la hambruna, la destrucción de hogares y hospitales: estos actos son pecados atroces por los que todos los estadounidenses tendrán que rendir cuentas. Como seguidores de Jesús, ‘el Camino, la Verdad y la Vida’, los cristianos debemos educar a nuestras comunidades de fe sobre la urgente necesidad de detener la venta de armas a Israel y aliviar la inminente hambruna en Gaza. Mediante el testimonio colectivo y la solidaridad basada en la fe, construimos el poder popular necesario para proteger la vida de toda la ciudadanía Palestina. Nuestro amor por la verdad y la paz nos impulsa a no quedarnos de brazos cruzados.
Hna. Annie Killian / Hermanas Dominicas de la Paz