Testimonio de Felipe Berríos en las Periferias Existenciales

En la noche del 24 de junio, el jesuita chileno Felipe Berríos fue entrevistado por el periodista Juan Manuel Astorga en el programa El Informante de TVN. En ese espacio, Felipe se reencontró con su país después de cuatro años de servicio apostólico en África, precisamente en Burundi y El Congo.
La entrevista constituyó una valiosa ocasión para ver un rostro cercano y dialogante de la Iglesia con un Chile ávido de esperanza, de sentido y de fraternidad. Con sencillez e incisividad evangélica se fue revelando un testimonio fecundo del insustituible servicio que la Iglesia presta en las periferias existenciales.
En medio de un ambiente cívico asfixiado por múltiples frivolidades y egoísmos, fue sobrecogedor conocer el testimonio de cristianos y cristianas que han optado por servir incondicionalmente en esa periferia donde se encuentra la miseria humana del mundo, representada por esa África negra abandonada. Recibir el testimonio de un continente desgarrado por el hambre y la guerra fue como contemplar un espejo acusador de las propias miserias que ensombrecen la realidad nacional, marcada por la mezquindad de negarse a construir un país más justo.
En este sentido, fue desconcertante que un misionero chileno venga desde lejos a llamar la atención de sus compatriotas, para ver una realidad que no hemos sido capaces de contemplar con la honestidad necesaria y que supone alcanzar consensos básicos en materia de justicia social. Así como cada cierto tiempo la naturaleza destapa el dolor y la injusticia en que viven muchos hermanos nuestros, fue doloroso que alguien venga a poner en la conciencia de todos la evidencia que los pobres en Chile tienen menos esperanza de vida. Ésa es una inmoralidad que la Iglesia tiene el deber de denunciar, donde no caben legalismos ni eufemismos que puedan sobornar la conciencia cristiana.
Lejos de rasgar vestiduras institucionales, los católicos aludidos deben estar agradecidos que una voz profética venga a clamar la conversión de algunos a favor de los pobres, porque «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos.» (Evangelii gaudium 57; cita del papa Francisco a san Juan Crisóstomo).
Así también fue doloroso que, en medio del clima de inamistad cívica que se ha instalado como parte de la realidad nacional -y donde la Iglesia jerárquica ha jugado un rol inexcusable- aparezca un hijo de la Iglesia chilena, formado en sus propias entrañas, para decirnos que al llegar a Chile “llama la atención la agresividad de la gente”.
Cuántas voces han sido acalladas en la Iglesia y en la sociedad, por la fuerza de múltiples poderes fácticos, que han silenciado la denuncia de una peligrosa embestida mediática, disfrazada de moralismo y de un falso tutelaje del bien común, para frenar el impulso transformador que el país votó mayoritariamente en las pasadas elecciones presidenciales, optando por reformas significativas al sistema educativo, electoral, político y tributario.
Cuando se imponen por la fuerza peligrosos integrismos, alimentando una verdadera guerrilla mediática, que impide que otras sensibilidades que conforman la nación puedan expresarse en el foro público, como las minorías sexuales, los pueblos originarios y las mujeres, entre otros actores sociales, a buena hora aparece alguien proponiendo la subversión del diálogo, no para imponer dogmas ni privilegios, sino para dar una oportunidad honesta a quienes piensan distinto. Felipe, como fiel seguidor de san Ignacio de Loyola, no hace sino “poner todo su haber y poseer para salvar la proposición del prójimo”, aun a costa de cosechar ingratitudes e incomprensiones.
Como cristianas y cristianos laicos, vemos en el testimonio de Felipe Berríos la acogida incondicional del Evangelio y, particularmente, la acogida del magisterio del papa Francisco que invita a toda la Iglesia a transitar hacia las periferias existenciales, llevando la alegría del Evangelio. Por eso, no podemos callar porque “hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata”. (Evangelii gaudium 53).
Las palabras de Felipe sin duda producen escándalo, pero son el buen escándalo del Evangelio, no el escándalo de la vergüenza y del oprobio que tanto han dañado a nuestra Iglesia. Producen el mismo escándalo que repugnó a los maestros de la Ley y que condujeron al Hijo de Dios al juicio más infausto de la historia, condenándolo a una muerte en cruz. Curiosamente, las palabras de Felipe resonaron con fuerza en la conciencia de una nación católica, en la misma noche en que la tradición recuerda el martirio de ese otro profeta, san Juan Bautista, ajusticiado por vulnerar a los poderosos de su tiempo.
Marta Cruz Coke Andrés Aylwin A.
Moy de Thoá Nelson Caucoto
Mónica Echeverría Gonzalo Cowley
Isabel Margarita Morel Ricardo French Davies
Carmen Gloria Aguayo Vicente Sota B.
Fabiola Letelier del Solar Ramón Huidobro
Josefina Puga Alfredo Jadresic
Matilde Chonchol José Bengoa
Mercedes Bulnes Roberto Celedón
Anita Goossens Manuel Jacques
Teresa Valdés Armando Uribe A.
Luz Pacheco Juan Guillermo Espinosa
Angélica Prats Roberto Garretón M.
María Jesús Martínez Jaime Escobar M.
Juan Subercaseaux A. Alejandro Medina
Alfredo Barahona Raúl Rosales
Alvaro Ramis Luis Cano
Juan Pablo Canessa Marco Antonio Velásquez
Eduardo Cruz Coke Hernán Montealegre K.
Santiago de Chile, 1º de julio de 2014
Related posts:
No dormirse en medio del sudor de sangre: la roca del jueves
Vuelven las ollas comunes
CIDH: ‘Hubo uso excesivo de la fuerza por parte del Estado’