Atentados en la Frontera / Paul Buchet

Cuando el antropólogo, Lévi Strauss, volvió a visitar Brasil a la mitad el siglo pasado no encontró que una ínfima cantidad de las tribus indígenas que había conocido en su viaje anterior. Celebrando las estructuras socioculturales que tenían esos pueblos originarios, escribió un libro que tituló “Tristes trópicos”.
Cuando, en Chile, en este principio del siglo XXI, presenciamos una efervescencia de los mapuches uno los mayores pueblos originarios del país, tendríamos que alegrarnos todos que esta raza, su cultura y su afán de sobrevivir como tal persista entre todos los habitantes del país.
Los acontecimientos de violencia que ocurren son considerados como hechos delictuales por el Gobierno. La oposición, ella, querría que se los declaren actos “terroristas” para que se establezca un estado de excepción en la Araucanía.
No se puede tan fácilmente equiparar lo que ocurre en la región con los otros hechos de delincuencia que hacen noticias a lo largo del país. Aquí, no son robos, asaltos, ni violencias “comunes”. No se puede re-editar la tan funesta llamada “pacificación” de la Araucanía como lo querrían algunos. Muchos eminentes políticos quedaron con esa peor mentalidad de colonizadores en pleno siglo XXI. Son tan poco interiorizados del problema y hablan de un “conflicto mapuche” involucrando en ella toda una población que no comparte estos hechos. Los Medios de comunicación caen en la misma generalización absurda despertando así viejas discriminaciones raciales.
Los asaltos y quemas en fundos, las quemas de camiones, la toma de seminario religioso e incendios de capillas católicas tienen distintas motivaciones que valen la pena reflexionar
Cuando, en esos hechos, aparecen problemas de tierra, se puede recordar los problemas de la deuda histórica con los mapuches a quienes el Estado Chileno les quitó tierra en el pasado para la colonización. También se puede recordar también todas las corridas de cerco de los fundos que hubo. Algunos atentados toman la apariencia de venganzas histórica cuando la justicia no interviene. Pero la reparación de esos atropellos del pasado son complicados: porque pasaron generaciones y la reconstitución de las injusticias es difícil, los demandantes son nuevas y numerosas generaciones que reclaman herencia comunitaria, esos atropellos son difíciles de compensar. Hablando de “tierra”, se debe señalar también que la pequeña agricultura mapuche tiene muchos problemas para entrar en el tipo de explotación agrícola actual que es empresarial, innovadora, intensiva e comercial. Por la mala productividad de tierras entregadas por la Conadi no se ha podido valorar el esfuerzo nacional de las devoluciones de tierra.
Hablando de tierra, hay otro motivo que considerar en la reivindicación de algunos líderes mapuches. Hablan de la reconstitución de un “territorio” mapuche, “nación mapuche”. Es la idea de la auto-determinación de los pueblos. Chile tiene reticencia a reconocer a los mapuches como “pueblo”. Pero sin duda esta reivindicación mapuche va a la par con las tendencias de muchos sectores políticos y poblacionales para pedir la regionalización en el país. La participación ciudadana implica un compartir de poder que se centraliza excesivamente. En cuanto a la participación política, los mapuches han tenido históricamente muchas iniciativas para participar en la política nacional pero estas iniciativas no prosperaron; veremos si en las próximas elecciones pueden articularse algunas fuerzas políticas indígenas a nivel nacional.
En lo que ocurre en la Araucanía hay que destacar en segundo lugar la quema de camiones. Son maquinarias de las empresas forestales. Estas empresas y sus explotaciones crearon gran parte del conflicto en la Araucanía. Hace 25 años, el Estado facilitó a unos pudientes del país de adueñarse de una cantidad inmensa de hectáreas que rodeando y a veces separan las comunidades mapuches. A estos ricos, no solamente le facilitaron la compra de esas tierras sino que les ayudaron además con increíbles subvenciones para poder forestar con eucaliptus o pinos esas extensiones. Cuando hoy se ve esas empresas enriquecerse con las primeras y luego segundas producciones para surtir sus plantas de celulosa , uno asiste a la demostración de lo peor de la planificación económico actual: más plata para los ricos y trabajos temporales para los obreros (que muchas veces se evitó buscar en las comunidades mapuches vecinas). Es una explotación desenfrenada con exportaciones privilegiadas, ganancias para acentuar la desigualdad, destrucción del medio y discriminación social con las comunidades indígenas locales.
Los que planificaron esta producción forestal par la Región desconocieron a las comunidades. Conociendo la realidad de la deuda histórica, ¿no habrían podido entregar una buena parte de estas forestaciones a los mismos mapuches con las mismas subvenciones y apoyos que tuvieron las grandes empresas. ¿Porque las mantuvieron fuera de esos grandes negociados?
Es cierto que entre los jóvenes principalmente universitarios que queman los camiones surgieron tendencias revolucionarias. No faltan idealistas que quieren resucitar viejas estrategias simili guerrilleras. Pero lo más llamativo es que los activistas radicales se han contagiados con las doctrinas anarquistas Desde más de dos décadas las librerías en Chile ofrecen a los universitarios unos libros de autores anarquistas. Las crisis económicas y políticas actuales provocan el regreso de estas tácticas terroríficas en todos los continentes. Las destrucciones, los incendios, y las bombas tienen un efecto “terrorista” para el gran público. Su propósito es crear desconfianza en cualquier organización o institución, las acusan de corrupción total.
En tercer lugar, no solamente los terratenientes y las forestales que han sufrido atentados. La Iglesia católica se ha visto también el blanco de esos grupos. El Seminario de la diócesis de Villarrica en Padre las Casa ha sido tomado, la capilla capuchina camino a Vilcún y otras capillas han sido quemadas. Estos hechos sorprenden a los que conocen la larga historia de la Iglesia en el sur de Chile a favor de los pueblos originarios. Basta recordar algunos hechos como el esfuerzo de educación de los capuchinos con las escuelas del Magisterio de la Araucanía. La Iglesia defendió los derechos humanos. Muchos obispos hablaron a favor del pueblo mapuche y, en los años difíciles de Chile, numerosos religiosos han desarrollado proyectos de desarrollo en las comunidades indígenas. Vale destacar que durante los últimos treinta años, las diócesis han tenido una pastoral especial para formar líderes entre la juventud y que varios líderes actuales pasaron por las sesiones de formación de las instituciones eclesiales. Las viejas reticencias para con la religiosidad mapuche han desaparecido y hasta se conoce de religioso(a)s que ayudaron a restaurar guillatunes que habían desaparecidos. La convivencia de las comunidades mapuches con las comunidades cristianas y sus capillas ha sido mucho mejor que la con los grupos evangélicos.
Si se debe buscar las razones de los atentados contra bienes de la Iglesia, hay que encontrarlas en la debilidad en la que se encuentra la institución eclesial en general. La situación empeoró por La poca capacidad y abertura de los obispos recientemente nombrados en la zona para la pastoral y la acción social en las comunidades indígenas. A demás las críticas a la Iglesia por las acusaciones de pedofilia del clero dejan a la Institución eclesial como blanco fácil para esos ataques.
No bastan las declaraciones de principios ni los pedidos de perdón, se necesitan obispos, sacerdotes y católicos con cercanía y preocupaciones prioritarias para con los mapuches. Mejor todavía, se trata de implicar a los católicos mapuches para jugar un rol testimonial en la problemática.
La pasividad de la Iglesia delante estos hechos o peor todavía la petición de mano dura a la autoridad que se pueda pedir hará que crezca el conflicto que vive una parte de la juventud mapuche con la sociedad.
Solidaridad, Solidaridad y comprensión. Son nuestros pueblos originarios. No dicen que los chilenos son las poblaciones más mestizadas de América. (Calculan un 70 % de genes mapuches en los santiaguinos).
Paul Buchet