La Educación Ignaciana y el desafío de una Educación Popular para Chile

El proyecto educativo –desde la básica hasta los internados del Seminario- Jesuita en América Latina nos ha dado una serie de grandes personajes, que van desde el mundo de las letras a la política, comprometidos con el cambio social; Michel Foucault, Fidel Castro, Clotario Blest, Alberto Hurtado, etc.
Ha sido un espacio donde se forman líderes, profesionales, clérigos y técnicos comprometidos con la comunidad y su entorno, incluso hoy en día, donde la apatía y el individualismo es hegemónico en la Sociedad Postmoderna. Pero en esta educación yace un problema, pues la educación nacida en esa pequeña escuela de Ignacio de Loyola en Roma, es una educación para los privilegiados, es la educación para los hijos del Patrón, del “Don” o el Jefe, y una nueva clase media pudiente altamente arribista –la cual intenta imitar a la burguesía en; su forma de hablar, espacio social, ropa, lugares donde vacacionar, etc.-, no es una educación dirigida para las Clases Populares.
Es innegable el producto de esta educación, y los valores que han hechos suyos los Jesuitas durante el Siglo XX en adelante –de la centrada Rerum Novarum a la revolucionario Teología de la Liberación-, pero el problema que tal vez mantiene nuestra sociedad en su estado de clase, es el problema que deberían atacar los Jesuitas. La existencia de una educación diseñada para un sistema productivo determinado, es la existencia de sujetos creados para un modelo productivo determinado. Y la han atacado, pero no en todos los espacios que deberían.
Los estudiantes en Chile han reclamado por muchos años el fin de la municipalización y la gratuidad universal en las universidades, pero se quedan cortos, construir un Estado Docente -como el que venía desarrollando Chile desde los gobiernos del Frente Popular- producirá el aumento de la posibilidad de escala social, mas no el fin de las clases sociales, permitirá que familias de Peñaflor tengan las mismas oportunidades que las familias de Las Condes a acceder a una educación de calidad, mas no las mismas oportunidades sociales. La Educación traspasa los muros del Liceo, es el conjunto del Campo Social en que está sumergido cada sujeto, y como un globo se infla, el niño o niña se infla de “conocimientos” de los llamados Aparatos Ideológicos. Estos imparten más que uno más uno igual dos, imparten con la misma lógica de naturalidad de las matemáticas la moral o la cultura, se enseña el machismo –como otros males como el racismo o clasismo-, y a la vez dividiendo el trabajo –generando obreros, campesinos, ejecutivos, jefes, etc.-, como se enseña a sumar. Tanto en las familias como medios de comunicación masivos se imparte la degeneración del Estado de Naturaleza bondadoso de los humanos.
Edgar Morin plantea que el desafío de la actual Sociedad Planetaria –partiendo desde el paradigma de la psicología Gestalt- es comprender todo como un todo, la totalidad de las cosas, bueno, el desafío que tiene Chile es generar una educación que sea capaz de sanar las heridas de la barbarie de la Sociedad Capitalista y Patriarcal del todo –acompañado claramente de los cambios políticos y sociales que correspondan-, en especial aquella Ideología que entregan los anteriormente mencionados Aparatos Ideológicos. Aquí es donde la educación ignaciana ha sido un ejemplo para las contradicciones sociales. Por ejemplo en el San Ignacio del Bosque se ha impartido Educación Sexual –y una real, no es heteronormativa, basada en el miedo o rígida con la abstinencia-, enseñado Teología de la Liberación –como unidad en Teología, en varios ramos y experiencias formativas-, realizado una infinidad de jornadas sobre inclusión y justicia social, incentivado la participación política y la conciencia cívica. Pero el problema es donde se radica esta educación, no se puede plantearse sanar y construir el Reino de Dios desde la comodidad de Providencia, por ello es que la vieja labor de los curas obreros y rojos debe regenerarse desde una posición más institucional de la Compañía de Jesús.
Parece excesivo solicitar a una Congregación religiosa tomar el rol que el Estado –él cual debería garantizar la Educación-, pero esto no es a lo que deseo llegar escribiendo esto, es lógico invitar y pedir a la Congregación que le cambia el rostro a la Iglesia Católica todos los días, que tome con más riesgo ese labor. Se debe retomar la idea del “pastor con olor a ovejas” de Pedro Arrupe, rescatar el trabajo social de Padre Hurtado, la promoción de la Sociedad Civil y la Clase Trabajadora de Clotario Blest, etc. Y parte de esa necesaria radicalización, es sin duda la construcción de ciudadanos comprometidos con la justicia social y la transformación radical de la sociedad, por ello es que esta educación vanguardista, que están dando los Jesuitas, debe ir hacia los oprimidos, en especial en Chile, donde la apolítica y la indiferencia se han vuelto hegemónicas. Y ese ordenamiento preferencial con los explotados no puede ser en la administración de un negocio educacional aún más grande o el camino a la bancarrota al reemplazar el justo deber del Estado, sino, debe ir más bien, dirigido a lo que Paulo Freire definió como “Educación Popular”.
La Educación Popular fue el éxito del proceso de la Socialdemocracia en Suecia, de los guerrilleros Sandinistas en Nicaragua –la cual tiene enormes deudas aun, en especial con los derechos de la mujer y la diversidad sexual-, clave en los procesos socialistas de Tanzania con Julius Nyerere y Etiopia con Meles Zenawi, etc. Es súper importante entender que con lo poco que existe se puede edificar un futuro distinto, la educación es un instrumento más revolucionario que cualquier fusil, pues no existe espacio más importante que las conciencias y espíritus de las personas, llegar a este espacio es donde debe plantearse esta innovadora educación ignaciana. La importancia de una Educación Popular es que con pocos instrumentos desde la cotidianeidad, el pragmatismo, la universalidad del aprendizaje y adaptación a cada espacio/sujeto, permite desde los mismos campos sociales de los explotados enfrentar la Ideología Dominante y colaborar en la edificación de una sociedad distinta. La Compañía de Jesús ante sus logros e historia debería tomar la batuta y ser la vanguardia, debe tomar su proyecto de sus colegios de elite para llevarlos al mundo popular –de forma distinta tal vez- para construir una Clase Trabajadora, hombres y mujeres; ciudadanos marshalianos, comunitaristas, igualitaristas, inclusivos, livianos de espíritu, tolerantes y luchadores –desde diversas trincheras- por la justicia social.
Alonso Ignacio Salinas Garcia
Alumno 4° Medio del Colegio San Ignacio del Bosque
Santiago de Chile
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