Abril 25, 2024

Papa Francisco a Hermanitas de Jesús

 Papa Francisco a Hermanitas de Jesús

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LAS PARTICIPANTES AL CAPITULO GENERAL

DE LAS HERMANITAS DE JESÚS

Queridas hermanitas,

Estoy contento de recibirlas en ocasión de su Capítulo General. Saludo a la Responsable General y, a través de ustedes, saludo a todas las Hermanitas de Jesús.

La celebración de un Capítulo General es un momento de gracia para cada instituto de vida consagrada. En un clima de oración y de afecto fraterno, los religiosos se ponen juntos a oír el Espíritu Santo para enfrentar juntos los cuestionamientos y los desafíos que el instituto enfrenta en ese preciso momento de su historia. Sin embargo, antes de ser un momento de reflexión sobre cuestiones prácticas, un Capitulo es la experiencia espiritual común para volver a la fuente de la llamada, personal y comunitaria.

Y en la fuente de su instituto está la experiencia arrolladora de la ternura de Dios hecha por la Fundadora, Hermanita Magdalena de Jesús. En las huellas del Beato Carlos de Jesús ella ha percibido que el Dios Omnipotente, Creador y Señor del universo, no ha tenido miedo de hacerse un niño pequeño, confiado, en los brazos de María, por amor a nosotros y que aún que quiere darse a cada uno de nosotros, humildemente, por amor. Hoy, después de casi ochenta años de la fundación del Instituto, más de mil hermanitas están esparcidas por el mundo. Ellas se encuentras en situaciones humanamente difíciles, con los más pequeños y más pobres. No están allí principalmente para sanar, educar, catequizar – aún si estas cosas las hacen bien -, sino para amar, para estar con los más pequeños, como hacía Jesús, para anunciar el Evangelio con la sencilla vida de trabajo, de presencia, de amistad, de acogida incondicionada. Es importante, de vital importancia para ustedes, volver continuamente a esta experiencia original de la cercanía de Dios, que se da dulce y humilde a nosotros para salvarnos y colmarnos de su amor. Y este amor de Dios debe expresarse más en la evangelización de los gestos que en las palabras: en la sonrisa, el silencio, la adoración, la paciencia. Me viene a la memoria ese diálogo entre la encina y el almendro. La encina le dice al almendro: “Háblame de Dios, y el almendro floreció”. Esto es lo que la iglesia pide a ustedes: florecer, florecer en gestos de amor de Dios.

Sobre todo queridas hermanitas, hagan de manera de mantener ferviente su vida espiritual, porque es de este amor, recibido de Dios incesantemente y siempre nuevo que rebosa su amor para los hermanos y las hermanas. Y es de esta vida espiritual que los jóvenes tienen sed y que permite a ellos responder a su vez a la invitación del Señor. Es de esta vida espiritual que brota el testimonio evangélico que los pobres esperan. Las recetas sirven, pero después; si no tienen esto, no tienen efecto.

No teman de avanzar, llevando en su corazón al Niño Jesús, hacia todos los lugares en los que están los más pequeños de nuestro mundo. Quédense libres de los lazos de las obras y cosas, libres para amar a los que encuentran donde el Espíritu las conduce. Libres para volar, libres para soñar. Las dificultades del tiempo presente las hace compartir los dolores de tantos hermanos: también ustedes, junto a ellos, se encuentran a veces obligadas a cerrar o abandonar sus casas para huir a otro lugar; también ustedes conocen las pruebas de la edad, de la soledad y del sufrimiento; también ustedes experimentan la dureza del camino cuando se trata de permanecer fieles atravesando desiertos. Pero en todo esto, el amor que llevan en su corazón hace de ustedes mujeres libres adheridas a lo esencial.

Tengan a pecho la calidad de la vida fraterna en su comunidad. A pesar de las pruebas, hermanita Magdalena, siguiendo a Jesús pobre entre los pobres, encontró la verdadera alegría, una alegría que ella compartió con todos, partiendo con sus hermanas. La simplicidad y la alegría pertenecen a la vida consagrada y de un modo particular a la de ustedes. El Niño Jesús de Nazaret era alegre, El seguramente, ha jugado y reído con María y José, con los niños de su edad y con los vecinos. Para encontrar el gusto de la vida comunitaria, es necesario buscar siempre la simplicidad, el afecto, las pequeñas atenciones, el servicio y maravillarse.

Es de esta fraternidad entre ustedes que nace el servicio de la autoridad. El ejercicio de la responsabilidad, en la Iglesia, tiene sus raíces en la voluntad común y fraterna de oír al Señor, de ponerse al seguimiento de su escuela y de vivir de su Espíritu a fin de que su Reino pueda extenderse hacia todos los corazones. Es en este contexto de escucha común y fraterno que encuentra lugar el diálogo y la obediencia. Y en una total obediencia, como el Niño Jesús, todas las Hermanitas de Jesús crecerán “en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres” (Lc. 2,52).

La fraternidad vivida entre ustedes abre sus corazones a la fraternidad con todos. Su fundadora las ha invitado a hacerse “árabes entre los árabes, nómade entre los nómades, obreros entre los obreros y sobre todo, humanas entre los seres humanos” (Annie de Jesús, La Hermanita de Jesús. La experiencia de Belén hasta el fin del mundo Cerf. 2008, p. 184). Lunaparquistas con las Lunaparquistas como aquí en Roma. Y es así como el instituto se ha extendido en muchos países y han encontrado estos pequeños de todas las razas, idiomas y religiones. Sus corazones no tienen barreras. Naturalmente ustedes, no pueden cambiar el mundo solas, pero pueden iluminarlo llevando la alegría del Evangelio, en el barrio, en las calles, mezcladas entre la muchedumbre, siempre cercanas a los más pequeños.

Siendo ustedes también, pequeñas entre los pequeños que la Beata Virgen presenta a su Hijo Jesús nuestro Señor, pueden contar con su maternal intercesión, como también con la oración de la Iglesia por su instituto, sobre todo en ocasión de este Capítulo General.

Les agradezco de verdad, les agradezco su visita, y les pido por favor de rezar por mí. Gracias.

Sala del Consistorio
ROMA – Lunes, 2 de octubre

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