Abril 19, 2024

En aquel tiempo era escasa la palabra de Yahvé

 En aquel tiempo era escasa la palabra de Yahvé

En aquel tiempo era escasa la palabra de Yahvé. (Jer. 3,1ss)

Estamos saturados de noticias eclesiásticas: escándalos clericales, intervenciones jerárquicas…  Diciéndolo al paso, los Medios  nos demuestran que la cuestión religiosa  sigue interesando al gran público (cristianos y moros) y no se levantaron tantas reacciones anticlericales como se podría haber esperado por todo los escándalos que ocurren. Se incita a la Iglesia de arreglar sus asuntos  pero no se la desautoriza mayormente.

Pero toda estas indefiniciones y este ajetreo a los cristianos nos dejan un vacío, una incomprensión. Hemos sido acostumbrados  a que nos instruyen de lo que Dios quiere y de lo que hay que pensar… Muchos tenemos, hoy, el sentimiento de abandono. Es  como si Dios se callara.

Nos preguntamos: ¿Existe alguna palabra de Dios para nosotros, alguna inteligencia de lo que ocurre? Tan luego se apagaron los mensajes  que quisieron interpretar la visita del Papa y los aconteceres de nuestra vida pública. Tan poco relevantes son las predicas en las iglesias, las sabiondas explicaciones bíblicas,  las exhortaciones moralizadoras, las divergencias.  Por más que algunos predicadores hacen cantar después de sus predicas “tu palabra Señor es la verdad…”, muchos cristianos salen confundidos, con más preguntas que respuestas.

Por esto vale la pena  recordar lo esencial de la manera de escuchar a Dios.

Siempre existe una palabra de Dios para el hombre. Es Jesucristo y su evangelio. No es una palabra del pasado, tampoco una palabra  de otro mundo que nos tienen que explicar algunos especialistas sino  que es una palabra de Dios  que puede  surgir hoy de nuestra situación personal. Requiere un conocimiento mínimo del Nuevo Testamento pero  también  la disposición existencial de buscar  y encontrar respuestas a todas nuestras inquietudes humanas.

No siempre sirven los textos propuestos por el año litúrgico o algún predicador. Conviene a veces volver uno mismo a leer personalmente algún texto del evangelio o de la Biblia. Referente a esta cita, hay que encontrarle un nexo con el nivel más profundo de nuestra vida, allí  donde están nuestras angustias, nuestras incertidumbres y dudas, (cuidado de no extraviarse en culpabilidades mórbidas), allí también donde esta lo mejor de nosotros mismos, nuestro coraje, nuestros entusiasmos, nuestros amores…

Esta conciencia de nuestra existencia humana frente a su palabra  es el lugar preciso donde  somos  capaces de oír su palabra. En otras palabras,  en nuestra experiencia de vida,  en su profundidad, Dios nos cita para revelarnos los pro y contra de todo lo que vivimos. Nos quiere comunicar la comprensión de fe e indicarnos  el camino de su Salvación,

Un enriquecimiento en esta escucha de Dios  es el intercambiar con otros cristianos nuestras comprensiones personales. Aun cuando se puede divergir del sentir de otros, vale siempre la pena comunicarse al nivel de esta profundidad de la vida. Fácilmente se encontrará  también resonancias de nuestra fe personal y comunitaria con  la larga tradición de los que escucharon  a Dios en toda la historia.

Esta disposición a escuchar lo que dice el Señor  es en realidad el coraje de la fe que nace desde las profundidades de nuestra existencia. La recompensa nos la da el Salmo 85 que  recita:

“Voy a escuchar de qué habla Dios,

Sí, Yahvé habla de paz para su pueblo y para sus amigos…

Amor y Verdad se han dado cita. Justicia y Paz se abrazan;

la Verdad brotará de la tierra y de los cielos se asomará la justicia.”

Paul Buchet

Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación”

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