Marzo 29, 2024

Eucaristía y Crisis

 Eucaristía y Crisis

Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un «refugio religioso» que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.

A veces somos  sensibles  a  lo  que afecta  a  la dignidad de  la  celebración, pero  nos  preocupa  menos  olvidarnos  de  las  exigencias  que  entraña celebrar  la  cena  del  Señor.   Nos molesta que un sacerdote  no  se atenga estrictamente  a  la  normativa  ritual,  pero  podemos  seguir  celebrando rutinariamente  la  misa  sin escuchar  las  llamadas del Evangelio.

El riesgo siempre es el mismo: comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón sin preocuparnos de comulgar con los  hermanos que sufren.   Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan,  de justicia  y  de futuro.

En los próximos años se pueden ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que  nos  temíamos.   La cascada  de  medidas que se  dictan  irán haciendo  crecer  entre nosotros  una  desigualdad  injusta.   Iremos  viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van quedando a merced de un  futuro incierto  e  imprevisible.

Conoceremos  de  cerca  inmigrantes  privados  de  una  asistencia sanitaria adecuada,  enfermos sin saber  cómo resolver  sus  problemas  de  salud  o medicación,  familias obligadas a vivir de la caridad,  personas amenazadas por el  desahucio,  gente  desasistida,  jóvenes sin  un futuro claro…  No  lo podremos evitar.   O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.

La celebración de la eucaristía  en medio de esta sociedad  en  crisis  puede ser  un lugar  de  concienciación.   Necesitamos  liberarnos  de  una  cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en  nuestros propios intereses,  para aprender sencillamente a ser más humanos.   Toda la eucaristía  está  orientada  a  crear  fraternidad.

No es normal escuchar  todos los domingos a  lo largo del año  el  Evangelio de Jesús  sin reaccionar ante sus llamadas.   No podemos pedir al Padre  «el pan nuestro de cada día»  sin  pensar  en  aquellos  que  tienen  dificultades para  obtenerlo.   No  podemos  comulgar  con  Jesús  sin  hacernos  más generosos  y  solidarios.   No podemos darnos la paz unos a otros  sin  estar dispuestos  a  tender  una  mano  a  quienes  están más solos  e  indefensos ante  la  crisis.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

 

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