Conversión Laica

Pensar la evangelización como un movimiento del interior de la Iglesia hacia el exterior plantea un problema.
En la historia, la Institución eclesial creció coludida con las grandes potencias. La cristianización del mundo occidental fue misional. Los misioneros fueron formados en las enseñanzas cristianas para poder adoctrinar y promover las prácticas morales correspondientes. Durante siglos la sabiduría de las enseñanzas cristianas aliadas a los esfuerzos civilizadores convencieron a los pueblos hasta hacer del catolicismo la religión más difundida. En esta gesta se cometieron muchos errores pero la más grave fue de reservar la autoría de la cristianización a una élite religiosa (el clero y los consagrados) que se organizó como un poder excesivamente centralista. De esto no podían resultar otras consecuencias que las de un estancamiento doctrinal, una rigidez moral y un confinamiento en prácticas religiosas controladas. En los últimos siglos la estrategia expansionista de la Iglesia empezó a quedarse en mala postura principalmente por la falta de vocaciones. Sin embargo, a pesar de la decadencia del catolicismo en sus feudos principales, los jerarcas de la Iglesia siguieron pensando en una “nueva evangelización” pero faltando de personal consagrado, están buscando incentivar a los laicos para mantener una actitud misionera.
En la actualidad, en la Iglesia, no existe un verdadero despertar del laicado como tampoco existe democratización y descentralización. Los llamados urgentes para una valoración del laicado se prestan para esconder los fracasos del clericalismo. Solapadamente las planificaciones pastorales reprochan a los laicos de no colaborar a evangelizar el mundo, de ser poco activos, poco testigos y sobretodo insuficientemente formados para hacerlo …
Si uno profundiza la crisis actual se descubre que la dificultad principal para la evangelización no es una pasividad, una mediocridad, una ignorancia, una falta de fe…, es un problema de desfase cultural que se creó entre la cultura teológica clerical y las percepciones modernas de la población. En pocas palabras, recordemos cómo se produjo este quiebre cultural porque aquí se trata de manera de pensar, de estilo , de vocabulario y sobre todo de estrategia de comprensión y comunicación.
Desde su inicio el evangelio se predicó en la cultura de la Palestina de la época. Ejemplos evidentes son el evangelio de San Juan con sus dualismos: luz-tinieblas, verdad-mentira ( cfr: Qumran) o San Pablo con su cultura griega… . Los Padres de la Iglesia (los primeros teólogos) y después grandes personalidades de la Edad media (santo Tomas, San Anselme, San Gregorio…) privilegiaron las filosofías antiguas para expresar los misterios de la fe, tanto influyeron que lograron uniformar con su teología las creencias y las prácticas eclesiales, crearon una verdadera hegemonía cultural que quedó como “civilización cristiana”. La Reforma Protestante alteró algo esta uniformidad pero fue, en el siglo XVIII, la Ilustración (la fe en la razón y el Progreso) que llegó a cuestionar profundamente la cultura protagonizada por las Iglesias cristianas y siglos después, fueron las ciencias modernas que se desmarcaron más todavía del modo de pensar religioso. Las Iglesias cristianas no supieron ponerse a la altura y se recluyeron en su doctrinalismo. En esta situación, la feligresía fue progresivamente enfrentada a una dualidad dramática que se puede graficar : una cultura eclesiástica para el domingo en el templo y para el resto de la semana, en la vida, una mentalidad moderna y libre . Ejemplos de este dilema se puede dar por miles, los más clásicos fueron el tema de la procreación, la homosexualidad, el divorcio, la emancipación de las mujeres… La separación de la Iglesia y del Estado formaliza públicamente este divorcio en todos los países.
Esta “doble vida”es realmente el drama actual de la cristiandad. Muchos no aceptaron vivirlo y se marginaron de las creencias religiosas por ateísmo, agnosticismo u otras vivencias espirituales. A las nuevas generaciones les satisface su pasión por las ciencias y las nuevas tecnologías, lo cristiano y lo religioso es del tiempo pasado. A pesar de todo, algunos cristianos y algunos sacerdotes creen posible que se salve la Institución eclesial con algunas readecuaciones espirituales, una nueva interiorización de las enseñanzas cristianas, con el recurso complementario de algunas devociones y con el apoyo al Papa…
¿Serán suficientes unas reformas a corto, mediano o largo plazo como lo están plantean los ámbitos eclesiásticos?
La estrategia de una Iglesia “en salida” es la que se debe cuestionar, es una postura “creída”, es usar el evangelio como si éste fuera una enseñanza de élite que necesita un personal formado para propagarla. Invitar a un suplemento de formación, atraer a unas devociones, a unas prácticas religiosas son tácticas ineficientes porque produjeron la crisis existente y por esto no pueden solucionarla.
El cristiano de hoy debe operar un cambio de estrategia más radical (una conversión): Tiene que dejar de ir de la religiosidad hacia los demás sino de ir de los demás hacia una relación más auténtica con Dios. El prójimo y los hombres de hoy son los que nos permiten volver a encontrar lo que se puede decir de Dios.
Que en las parroquias se hable de la vida y del mundo para descubrir en ellos a Dios y su Reino y así poder celebrarlo en espíritu y verdad.
Que los movimientos dejen sus refugios elitistas para comprometerse con los grandes desafíos de la sociedad y ver que Cristo es de todos los hombres.
Que los teólogos cierren sus viejos libros para renovar su manera de hablar de Dios, que se instalen en las ciencias humanas para hablar de Jesucristo de manera comprensible y creíbles.
Que los catequistas abandonen su manuales de religión y compartan tanto la vida de sus catequizandos que lleguen a descubrir juntos la Buena Nueva.
Que los jerarcas de la Iglesia convoquen sus feligreses para escucharlos al lugar de predicarles con grandes discursos.
Después de acercarse a los pobres, lo que se puede decir de Dios es mucho más auténtico y creíble por los no creyentes.
Se acuerdan : “ Felices los pobres, de ellos es el Reino de Dios, Felices los que tienen hambre y sed de justicia, serán saciados,.. Felices los misericordiosos,… los pacifistas …. “
¡Se nos invierte la evangelización !
Paul Buchet