Noviembre 12, 2024

Otra Iglesia es posible

 Otra Iglesia es posible

Minutos atrás volví a escuchar al historiador Gonzalo Rojas, y su opinión respecto al llamado, que tantas mujeres como también yo, hemos escuchado para ser parte, de este movimiento llamado  mujeres iglesia, y de nuestro tercer encuentro realizado en Concepción.

Muchas de las expresiones vertidas por él me llaman profundamente la atención, sobre todo porque el clero parece no estar tan preocupado como lo demuestra el en sus palabras.

Ningún movimiento de este tipo puede merecer llamarse artificial, y menos referido a mujeres, ya que al centrarnos en nuestra fe respondemos a ese  acto de amor en que  Jesús, escoge nuestra condición, para convertirse en hermano nuestro.

Hasta este momento, yo no he escuchado que ningún presbítero, haya refutado los temas tratados en este tercer encuentro, aun teniendo la gravedad que para el significan estos. Y el porqué resulta evidente, ante la condición que hoy muestra la iglesia chilena, y su nivel de deterioro, y de confusión por parte de sus miembros.

Que queremos un papel directivo, es verdad, como también lo es la ineludible responsabilidad de formarnos para ello, puesto que nuestro grupo está compuesto por hermanas que mucho saben siendo teólogas y religiosas y otras que desde nuestras naturales vocaciones buscamos en profundidad  responder al llamado a que nuestra fe nos invita.

Que no queremos ser parte de la servidumbre, también es cierto, pues por años hemos estado relegadas a la limpieza de los salones, y a la recolección de la limosna.

La predicación, no es lo que anunciamos como nuestra verdad, sino muy por el contrario se refiere a la interpretación de  la palabra de los evangelistas respecto de aquello que nos dicen, y que no podemos asumir de otra forma sino desde nuestra situación de vida, como mujeres, con nuestra realidad, nuestra naturaleza, y nuestra condición, diferente a la del hombre, al que me refiero no como género, y el que también debiese recibir la palabra de Dios respecto de su vida, y para  que ello sea genuino pienso que se logra saliendo al encuentro del resucitado desde su propia realidad.

Para nosotras es inspirador que la Ruah, sople entre  nosotras, iluminándonos con la palabra que nos permite desentrañar a este Dios que es Padre como también Madre frente a sus hijas. Y ello porque nos demuestra plenamente su amor, su ternura, su misericordia, algunas de estas características propias de nuestra condición de mujeres.

Relativo a ello creo que quien mira a nuestro Dios como inquisidor y lejano del corazón del hombre, no puede estar tan errado respecto de lo que Él es en verdad.

Al descubrir a este Jesús que nace, es muerto, y luego resucitado no hacemos más que descubrir que tal era su amor por cada uno de nosotros, que por amor acepta ser crucificado, y bajo ninguna mirada se le quiere quitar su divinidad. Quien además lo busca en su sepulcro es una mujer, y ella es la enviada a contarles a los discípulos.

Pienso en la vocación que cada uno como católico debe  tener de apóstol, y me pregunto, tan solo podremos ser doce? Es que ya no habrá cabida para nadie más, cuando el  era capaz de juntar multitudes y dividir el pan y los peces para todos ellos.

Ser un foco guerrillero del que hay que preocuparse es en verdad darnos una importancia que no necesitamos,  y es más, toda la energía a que apunta esta preocupación, hoy debería estar puesta en:

  • Las víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes.
  • El encubrimiento de este delito por parte de otros sacerdotes que se vuelven tan delincuentes como los anteriores, por acallar a aquellos en quien nuestra mirada debería estar puesta,
  • Todas esas carpetas con declaraciones realizadas por estas víctimas y que luego fueron extraviadas.
  • El silencio guardado por sacerdotes frente a la violenta y sistemática violación a los derechos humanos.
  • El porcentaje de aprobación que hoy penosamente tiene nuestra iglesia, y mirando directamente a nuestra jerarquía, cada uno bien puso una semilla para contribuir a esta realidad.
  • Las familias de estos sacerdotes que posiblemente han sabido de sus conductas reñidas con las conductas que el derecho canónico les exige cumplir. Que también resultaron siendo cómplices.
  • La falta de competencia y de preocupación hacia quienes después de años se atreven a contar su realidad,
  • La vergüenza de buscar nuevos destinos para aquellos delincuentes abusadores, de manera de liberarlos de la justicia y su dictamen.
  • Sacerdotes con los que se ha convivido toda una vida, que quitan el saludo en la calle porque uno no optó por ese silencio, como una falta de lealtad malentendida.

 

En síntesis, esta última realidad descrita es en verdad lo que resulta dramático, penoso e inmoral. Quisiera terminar expresando que otra iglesia es posible, gracias a cada corazón convertido que decida construir y no destruir, y esto simplemente, al modo del carpintero, un humilde y sencillo carpintero que cambió mi vida y la de muchas más.

                                                                     Raquel Sepúlveda Silva

Editor