Marzo 27, 2025

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?

 ¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia? Concepto y Fuentes

“Quiero que mi país todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido. Quiero que en Chile no haya más miseria para los pobres. Que cada niño tenga una escuela donde estudiar. Que los enfermos puedan acceder fácilmente a la salud. Que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia. Y que cada familia pueda habitar en una casa digna donde puede reunirse a comer, a jugar y a amarse entrañablemente. Quiero en mi país que todos vivan con dignidad”, Raúl Cardenal Silva Henríquez, Mi Sueño de Chile, Santiago 19 de noviembre de 1991.

La Iglesia Católica Apostólica Romana identificaba tres misiones fundamentales: la de evangelizar, educar y dirigir espiritualmente desde lo terrenal a los más altos saberes y experiencias sobrenaturales para la salvación eterna de las personas, por lo que comprende a la persona de forma completa; cuerpo y alma, inteligencia y voluntad, necesidades de supervivencia y de realización. La Iglesia, en su misión principal de santificar almas, busca aportar a guiar a los y las creyentes a enfrentar las necesidades diarias de la humanidad para la realización y una experiencia verdaderamente humana a los ojos del amor de Dios; decoroso sustento, intereses y la plenitud o prosperidad de la persona humana (Vid. Juan XXIII, 1961: Mater et Magistra,1-3).

Al respecto, el Antiguo Testamento nos entregan reiteradas veces la orden obligatoria, de forma expresa, a vivir en la sociedad con la misión de construir un mundo fundado en la justicia: “Así dice el Señor: Actúen conforme a derecho y justicia, liberen al desposeído de manos del opresor, no exploten ni traten con violencia al inmigrante, al huérfano y a la viuda, ni derramen sangre inocente en este lugar” (Jeremías 22:3), como también, el Nuevo Testamento nos dice lo mismo; siendo destacable cuando Jesucristo nos habla de cómo se separan los buenos y malos en el Juicio Final, pues nos da luces de que es actuar conforme a derecho y justicia:

“Cuando el Hijo del hombre venga con todo su esplendor y acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todos los habitantes del mundo serán reunidos en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los machos cabríos, poniendo las ovejas a un lado y los machos cabríos al otro. Luego el rey dirá a los unos: ¨Vengan, benditos de mi Padre; reciban en propiedad el reino que se les ha preparado desde el principio del mundo. Porque estuve hambriento, y ustedes me dieron de comer; estuve sediento, y me dieron de beber; llegué como un extraño, y me recibieron en sus casas; no tenía ropa y me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme¨. Entonces los justos le contestarán: ¨Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediente y te dimos de comer y beber? ¿Cuándo llegaste como un extraño y te recibimos en nuestras casas? ¿Cuándo te vimos sin ropa y te la dimos? ¿Cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? ¨. Y el rey les dirá: ¨Les aseguro que todo lo que hayan hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo han hecho”. A los otros, en cambio dirá ¨¡Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles! Porque estuve hambriento, y no me dieron de beber; llegué como un extraño, y no me recibieron en sus casas; me vieron sin ropa y no me la dieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me visitaron¨.

Entonces ellos contestarán: ¨Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como un extraño, o sin ropa, o enfermo, o en la cárcel y no te ofrecimos ayuda? ¨. Y él les dirá: ¨Les aseguro que cuanto no hicieron a favor de estos más pequeños, tampoco conmigo lo hicieron¨. De esta manera que estos irán al castigo eterno; en cambio, los justos irán a la vida eterna” (Mateo 25: 31-46).

Asimismo, la Patrística y los Padres de la Iglesia, las primeras comunidades cristianos indicaban lo mismo; en La Didaché, documento escrito entre el año 70-90 d.C., el cual se traduce al español como la “Doctrina de los Doce Apóstoles”, nos relata lo que hoy podemos entender como un preámbulo de la Doctrina Social de la Iglesia:

“No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Si adquieres algo por el trabajo de tus manos, da de ello como rescate de tus pecados. No vacilarás en dar ni murmurarás mientras das, pues has de saber quién es el recompensador de tu limosna. ¨No rechazarás al necesitado¨, sino que comunicarás en todo con tu hermano, y de nada dirás que es tuyo propio. Pues si os comunicáis en los bienes inmortales, cuanto más en los mortales” (La Didaché, Cap. 4, núms. 5-8).

Así es que la Doctrina Social de la Iglesia es el conjunto de enseñanzas sociales que la Iglesia Católica llama a practicar a cualquier cristiano o persona de buena voluntad de cualquier origen y lugar, fundado en el Evangelio, en el Magisterio y en la Tradición. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y el Catecismo de la Iglesia Católica la definen como: un cuerpo doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia, en la plenitud de la palabra de Dios revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.

La primera vez que se usó dicho termino fue en 1931 en la Encíclica Quadragesimo anno del Papa Pío XI (Vid. Pío XI, 1931: Quadragesimo anno, 20); este esfuerzo de la Iglesia Católica surge en medio del despertar revolucionario y en la agitación de los tiempos donde la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría sacudía la sociedad, como también, la clase obrera empieza a desarrollar una mayor confianza en sí misma y una estrecha cohesión, mientras se vivía una relajación moral extrema en los asuntos económicos y sociales, reduciendo al ser humano a un medio, a una herramienta o mercancía (Vid. León XIII, 1891, Rerum novarum, 1).

¿Cuáles eran las razones de la necesidad de denunciar los males sociales por la Iglesia? Para responder esto debemos decir la fuente de la decadencia del mundo moderno según la Doctrina Social de la Iglesia y la razón teológica de porque la misión salvífica de la Iglesia incluye este aspecto terrenal. Respecto a lo primero, la Iglesia indica que el origen de la cuestión social esta en: i) la disolución de los gremios y toda asociación vocacional de los trabajadores, dejándolos despojados de unidad y protección a merced del contratante más fuerte (el empleador); ii) la usura había dejado de ser moralmente y jurídicamente condenable tras la Ilustración y; iii) que la contratación del trabajo y todo asunto relativo a relaciones mercantiles han sido sometidas a unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados han impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios (Vid. León XIII, 1891, Rerum novarum, 1); lo cual deviene en lo que Populorum progressio llamo Dictadura Económica, generando 3 luchas contrarias a la dignidad humana y al bien común; i) la lucha por la hegemonía económica, ii) la lucha por el poder público y iii) la guerra entre los pueblos en interés de los más opulentos (Vid. Pío XI, 1931, Quadragesimo anno, 105-108).

Mientras, respecto al fundamento teológico, la Iglesia indica en su exhortación Apostólica al Episcopado, al clero y a los fieles de toda la Iglesia acerca de la Evangelización en el mundo contemporáneo lo siguiente: “Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la claridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? Nos mismos lo indicamos, al recordar que no es posible aceptar ¨que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitados hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriere, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad¨” (Pablo VI, 1974, Evangelii Nuntiandi, 31).

Para enfrentar la crisis económica, social y moral del mundo moderno, es que, con apertura y compromiso la Iglesia afirma la naturaleza del ser humano, la cual es de carácter trascendental dado por su inteligencia y libertad, que con su inserción en el Cristo Vivo da camino abierto y obligatorio hacia el progreso nuevo para que la humanidad se desarrolle en su mayor plenitud; ella es la finalidad suprema del desarrollo personal. En otras palabras, el desarrollo humano integral es la síntesis de las aspiraciones espirituales y materiales de toda persona y de la humanidad.

Ahora bien, hay que recalcar que “la Doctrina Social de la Iglesia no está pensada cara al Capitalismo. Va mucho más lejos, es más universal. Contiene principios de valor permanente, junto a juicios circunstanciales históricos y directrices prácticas. A través de ellos se expresa y valora la conducta de los hombres en el campo socioeconómico, especialmente desde el punto de vista de la justicia” [1]. No representa una tercera vía alternativa al liberalismo o al marxismo colectivista, no es una ideología, “sino la cuidadosa formulación de la vida del hombre en sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana” (Juan Pablo II, 1987, Sollicitudo rei sociales, 41).

Por ello, las y los creyentes están llamados a construir en la ciudad terrenal extensas comunidades y relaciones fundadas en la proximidad, la aplicación de la justicia social y la superación de las injusticias estructurales de la sociedad (Vid. Juan Pablo II, 1987, Sollicitudo rei sociales, 36). Esto sin miedo a estar en el mundo, pues, parafraseando a san Agustín, aunque pertenezcamos a la Ciudad de Jerusalén en corazón y alma, el cristiano debe ser llama de esperanza a través de la fraternidad viva y la justicia concreta (Cfr. Pablo VI, 1971, Octogesima adveniens, 12).

Así el Código Canónico de 1983 en el segundo parágrafo del canon 225 señala que hay un deber de perfeccionar el orden temporal para las y los laicos. Claro está que la Doctrina Social de la Iglesia nos interpela a comprometernos con la justicia social desde el amor y opción preferencial por los pobres, el ejercicio especial de la caridad cristiana, entendiendo nuestra vida como un momento para imitar a Cristo en nuestras responsabilidades sociales (Cfr. Juan Pablo II, 1987, Sollicitudo rei sociales, 42, segundo párrafo).

Alonso Ignacio Salinas García

Estudiante de Derecho Pontificia Universidad Católica de Chile

Integrante Comisión Jurídica Jóvenes Izquierda Cristiana

Integrante Mesa Política Chile Digno Verde y Soberano

[1] Astorquiza Fabry, Patricio (1993): Capitalismo e Iglesia (2da edición, Santiago de Chile, Editorial Gestión), p. 5.

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