Diciembre 12, 2024

Alberto Hurtado y el Sindicalismo

 Alberto Hurtado y el Sindicalismo

“Sí, al buscar a Cristo es necesario buscarlo completo. Basta ser hombre para poder ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo, esto es, para poder ser Cristo (cf. 1Co 12,12-27). El que acepta la encarnación la debe aceptar con todas sus consecuencias, y extender su don no sólo a Jesucristo sino también a su Cuerpo Místico. Y este es uno de los puntos más importantes de la vida espiritual: desamparar al menor de nuestros hermanos es desamparar a Cristo mismo; aliviar a cualquiera de ellos es aliviar a Cristo en persona. Tocar a uno de los hombres es tocar a Cristo. Por esto nos dijo Cristo que todo el bien o el mal que hiciéramos al más pequeño de sus hermanos a Él lo hacíamos (cf. Mt 25)”, Alberto Hurtado. Distribución y uso de la riqueza, conferencia del Padre Hurtado en la Concentración Nacional de Dirigentes del Apostolado económico- social, 1950.

La obra de Alberto Hurtado no se limitó a la creación de instituciones de beneficencia social como el Hogar de Cristo, sino que también, abogó activamente por una mayor participación de los obreros en la vida política y económica de la nación. Junto con denunciar las malas condiciones laborales y la vulneración que significaba el trabajo infantil, fue un promotor y defensor del derecho a la sindicalización de obreros/as y campesinos/as. En ese sentido, su labor se orientó al fortalecimiento de un sindicalismo de corte católico, que el denominaba realista, fundamentalmente a través de la ASICH (Acción Sindical Chilena).

El sacerdote jesuita fue un crítico del orden social chileno. Escribió sobre trabajo infantil y explotación de género cuando pocos/as se ocupaban de ello. La creación de la ASICH fue un reflejo del intento por cambiar las desigualdades sociales y brindarles, tanto a quienes trabajan en espacios urbanos como rurales, mayores niveles de seguridad social. Pese a los pocos años que sobrevivió la ASICH luego de la muerte de Hurtado, su legado en la defensa de los derechos laborales se ha mantenido en el tiempo.

Al respecto, vamos a recorrer el análisis y teoría que nos entrega Alberto Hurtado respecto a los fines del sindicato, los medios que debe usar, la forma en que se debe relacionar con otras comunidades y el porvenir del sindicalismo según el santo chileno. Revisaremos su obra maestra: “Sindicalismo: Historia, Teoría y Práctica”, como también, los elementos de discernimiento que nos da la Doctrina Social de la Iglesia y la doctrina.

Para Alberto Hurtado el sindicato es la asociación estable de quienes pertenecen a la misma industria o profesión unidos para la promoción de la justicia y el bien común, mirando particularmente a las necesidades del trabajador como persona: las necesidades más inmediatas, tales como la defensa de sus conquistas y satisfacción de necesidades materiales, como también, su promoción y redención como persona para su plenitud [1].

Su finalidad primera, la que la caracteriza en el orden económico actual, es la de estudiar, promover y defender los intereses comunes de sus asociados, particularmente en lo que concierne al contrato de trabajo y las condiciones de la faena. Sin embargo, el sindicato además de esto, debe promover una labor de perfeccionamiento entre sus miembros: perfeccionamiento técnico (cursos de capacitación, escuelas de aprendices, lenguas extranjeras, etc.); perfeccionamiento económico (difundiendo el ahorro, la formación de cooperativas, la difusión de la propiedad individual, el cumplimiento y extensión de la seguridad social) y; el perfeccionamiento moral acentuando su carácter de servicio a la persona (defendiendo la dignidad humana, su libertad y promocionando el acceso a la cultura, el conocimiento y la vida en comunidad) [2].

Así, sus dirigentes, según el sacerdote jesuita, no pueden contentarse con las conquistas inmediatas, sino que deben tener la mirada fija “en un mundo nuevo que encarne la idea de orden, que es equilibrio interior, los dirigentes encaminarán su acción a sustituir las actuales estructuras capitalistas inspiradas en la economía liberal por estructuras orientadas al bien común y basadas en una economía humana” [3].

Ahora bien, la Doctrina Social de la Iglesia, entiende que el trabajo no solo es una forma justa y debida de obtención de lo necesario para la subsistencia. El trabajo es además una asociación vocacional guiada por el bien común; tiene un carácter social, pues no existe un verdadero cuerpo social y orgánico sino existe colaboración y ordenación para que desde la eficiencia el ser humano produzca sus máximos frutos [4].

Igualmente, tradicionalmente, en la mayoría de los dogmas de las diversas iglesias cristianas, se entiende que el trabajo en sí es una dimensión fundamental de la existencia humana, llegando incluso a ser parte de la misma relación espiritual con Dios; hay un mandato de procrear y multiplicarse, una instrucción de domar la Tierra, por lo que indirectamente se entiende que dentro de la relación con Dios está el trabajo para la realización humana y el reflejo de la actividad creadora de Dios Padre y Madre [5].

Así, el Magisterio, señala que se requiere un ordenamiento jurídico que garantice el ejercicio del trabajo y las debidas garantías a la clase trabajadora; guiando el desarrollo económico al progreso social y al verdadero beneficio de todas las personas [6]. En este sentido es que la Iglesia Católica promueve el Derecho de la Asociación, pues el ser humano al ser un ser sociable por naturaleza y el trabajo ser un aspecto igualmente vocacional sería contrario al Derecho Natural que los Estados prohibieran la asociación del pueblo trabajador, más aún si está dirigido a la protección de sus derechos y el bien común [7].

Ahora bien, san Alberto Hurtado distingue en su magistral obra, “Sindicalismo: Historia, Teoría y Práctica”, 4 posiciones filosóficas que guía el actuar el sindicato alrededor del mundo, criticando las 3 primeras y abogando por la última: 1) el sindicalismo revolucionario, 2) el sindicalismo reformista, 3) el sindicalismo oportunista y 4) el sindicalismo realista [8].

Respecto al sindicalismo revolucionario, este es una perspectiva que siguen los marxistas ortodoxos o los pesimistas como Jorge Sorel, Edouard Berth o Hubert Lagardelle, el cual plantea una oposición irrestricta (intransigente dice el santo chileno) ante el capital, el Estado y la nación; planteando que la lucha inmediata por mejoras de las condiciones de trabajo, la legislación social o los medios pacíficos de lucha sindical son solo un atraso de la revolución violenta. Es del exceso de la miseria, según estos, donde surge el cambio [9]. Ahora bien, los marxistas ortodoxos entienden esto como un proceso científico histórico inabordable que simplemente ocurrirá según las condiciones materiales de existencia, en cambio, Sorel estima que la violencia es el medio edificante de la moralidad obrera ante la decadencia capitalista [10].

Esta forma de entender el sindicalismo, según Alberto Hurtado, es una visión intransigente e indiferente a los problemas de la miseria de la clase obrera; la cual está más preocupada de los intereses de grupos de intelectuales o partidos, como también, es capaz de sacrificar al mismo pueblo trabajador por el objeto final de su lucha. Sin perjuicio que el sacerdote jesuita reconoce que este es el origen del sindicalismo (el llamado “ludismo”) [11].

En cambio, el sindicalismo reformista reniega de la posibilidad de una nueva sociedad y se entrampa en un formalismo legalista mal entendido, como también, no es capaz de superar la lucha coyuntural mínima, ignorando su función en servicio de la persona y sus necesidades más profundas. Sin perjuicio que Hurtado reconoce en este movimiento sindical la capacidad de mejorar inmediatamente algunos aspectos de la opresión y la injusticia que sufre el asalariado, como también, de poder humanizar el orden social, pero siendo incapaz de renovar la sociedad y redimir a la clase trabajadora [12].

Otra forma del movimiento sindical, y la que causa un mayor rechazo al sacerdote chileno, es el sindicalismo oportunista que usa el lenguaje del sindicalismo revolucionario, particularmente el marxista, pero se adapta a los intereses del Estado como ocurría en la Unión Soviética o los fascismos, como también, en algunas democracias occidentales como la República de Weimar (Alemania antes del auge del nazismo). Este sindicalismo es insensible a las necesidades reales de los trabajadores y por puestos políticos o beneficios para la capa dirigente del sindicato las sacrifica, sirviendo como un agente de estabilización y silencio, desamparando a la clase trabajadora. Sin embargo, Alberto Hurtado, reconoce en este la capacidad de poder darle un rol al trabajador más allá de un simple asalariado y de invitar a los técnicos y profesionales a sumarse al movimiento sindical (situación repudiada por el sindicalismo revolucionario y reformista que aparta a los técnicos y profesionales) [13].

Finalmente, en “Sindicalismo: Historia, Teoría y Práctica”, Alberto Hurtado, señala la existencia de una cuarta posición sindical, el sindicalismo realista, el cual es seguido por diversos movimientos sindicales y personas, entre ellos, el mismo sacerdote jesuita y quienes se inspiran en la doctrina católica. Dicho sindicalismo lucha por un nuevo orden centrado en la grandeza de la dignidad de la persona, preparando el advenimiento de las nuevas estructuras sociales fundadas en la verdad y la justicia. Invita a los técnicos y profesionales a colaborar en la formación del trabajador, promueve la realización vocacional del asalariado y su capacitación integral, busca mejorar las condiciones de la faena y el trabajo más inmediatas, como también, el porvenir del sindicalismo [14].

Actualmente, el concepto realista se asocia más al oportunismo que describe Hurtado, particularmente por la escuela de pensamiento “realista política” que sigue autores como Hobbes, Maquiavelo o más contemporáneos como Carl Schmitt [15]. Nada más alejado al realismo de san Alberto Hurtado; pues él se refiere a un realismo en el sentido tomista del concepto, según la realidad metafísica de las cosas. A mi juicio, es similar a la perspectiva filosófica y política, de pensadores cristianos como Beatrice Webb y Sidney Webb [16] o Emanuel Mounier [17].

Respecto a este sindicalismo realista que defiende el santo chileno; él estima que tiene 6 grandes principios que lo rigen: 1) existe al servicio del hombre, 2) funciona en una auténtica democracia, 3) es fiel a la justicia, 4) es incansable su lucha en la defensa de los derechos adquiridos, 5) busca suprimir la causa de la lucha de clases, el mal social, no exacerbarla y, 6) realiza el bien común y la grandeza de la nación [18].

El sindicato existe al servicio del hombre pues su suprema aspiración es conseguir y asegurar el respeto de la persona y su pleno desarrollo espiritual, intelectual, físico y económico; el perfeccionamiento del hombre en sí mismo y en su vida familiar y social. A diferencia del marxismo no dispone el sindicato en servicio a un partido o una clase; a diferencia del fascismo no supedita el sindicalismo al Estado y; se opone al grave crimen de sujetar las relaciones económicas a las aspiraciones de la producción y el lucro, ignorando al trabajador y su dignidad inherente como persona [19].

Para cumplir aquella aspiración, el sindicato debe funcionar plenamente según la máxima de la democracia: ser el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Debe asegurar la plena participación de todos sus asociados, la libertad de su opinión e iniciativa, como también, el desarrollo de todos sus miembros dentro de las labores del sindicato [20]. Asimismo, es enfático Alberto Hurtado en señalar que no hay democracia integral sin justicia social, y justamente es el sindicato uno de sus exponentes, por ello también sus tareas son a la luz de la verdad y coherentes con la justicia; pues el mundo económico no puede regularse ni por la libre concurrencia, ni por la prepotencia económica, sino que, debe guiarse por la justicia y la caridad social [21].

Al respecto, es bueno dar luces de dos conceptos claves en el asunto: el salario y el precio justo. El primero, según varios autores, como Tomás de Aquino [22] o Alberto Magno [23], es la debida retribución al trabajador por su participación en la faena u obra, la cual es debida cuando atiende los siguientes criterios: i) está determinada por la necesidad relativa de cada trabajador y su familia; ii) está limitada por el mérito del trabajador y la capacidad económica del empleador; iii) sustenta las necesidades materiales e inmateriales del trabajador y quienes forman parte de su familia y; iv) es uno de los medios en que el trabajador y empleador participan del Destino Universal de los Bienes [24].

Asimismo, según la Doctrina Social de la Iglesia, “el salario, la ayuda social y los gestos de la solidaridad con las y los oprimidos y pobres no son un regalo; la Tierra no fue dada solo para satisfacer a los ricos, por lo que se debe comprender que el derecho a la propiedad no puede jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común y este no está infinitamente amparado ni constituye la garantía al bien común” [25].

En cambio, respecto al precio justo, el pensador medieval, Henry de Ghent, define el precio justo en el libre intercambio de la siguiente forma: “De acuerdo con la equidad de la justicia natural, una cosa debe venderse y comprarse por todo lo que vale, y si alguien intencionalmente la vende por más, es injusto; incluso si se le permite hacerlo y a su vecino, con quien trata, no se opone, ya sea porque no sabe o porque la necesidad lo obliga a aceptar lo injusto” [26]. Siendo elementos para un precio justo: 1) que no haya fraude, que la cosa, las condiciones y la forma del intercambio sean conocidas y libremente aceptadas; 2) que ese consentimiento sea pleno y no condicionado o secundum quid, que la persona no sea extorsionada por miedo o muerte, ignorancia o necesidad y; 3) debe ser un precio que beneficie al proveedor y no cause detrimento excesivo al consumidor, el beneficio del proveedor debe ser racional a los costos asociados al producto e intercambio.

Ahora bien, continuando con los principios del sindicalismo realista que nos señala el sacerdote jesuita, el sindicato debe defender incansablemente los derechos adquiridos; por lo que el dirigente sindical debe conocer perfectamente las leyes sociales y la jurisprudencia, como también, el sindicato debe estar vinculado con servicios jurídicos que puedan acudir en su defesa y en defensa de todos sus sindicados. Dedicándose especialmente a divulgar las leyes sociales y preparar todas las indicaciones que sugiera su aplicación para remediar sus defectos y ampliar sus beneficios [27].

Asimismo, el sindicato no debe promover la lucha de clases, sino que, debe solucionar el mal social que la provoca: la acumulación de riquezas en favor de unos pocos y el abuso de estos sobre amplias capas de trabajadores asalariados que viven en terribles condiciones de existencia. Lo cual debe ser entendido integralmente [28]; la Fundación Alberto Hurtado señala que: “la miseria del pueblo es de cuerpo y alma a la vez. Proveer a las necesidades inmediatas es necesario, pero cambia poco su situación mientras no se abre las inteligencias, mientras no rectifica y afirma las voluntades, mientras no se anima a los mejores con un gran ideal, mientras que no se llega a suprimir o al menos a atenuar las opresiones y las injusticias, mientras no se asocia a los humildes a la conquista progresiva de su felicidad” [29].

Finalmente, respecto a los principios que debe seguir el sindicalismo según el sacerdote jesuita, el sindicato no es instrumento de la dictadura de clase, del Estado o del empresario; al contrario, su finalidad es el bien común, la justicia para todas las clases sociales y todas las naciones de la tierra [30].

Así, según Alberto Hurtado, debemos comprender sindicato como una asociación estable de trabajadores unidos vocacionalmente en servicio de la defensa de sus derechos; fomentando su capacitación, ahorro y propiedad individual, como también, la edificación de una nueva sociedad que sea acorde a la justicia y reemplace las actuales estructuras fundadas en la economía liberal, fuente de los males como la lucha de clases. Buscando llevar a la clase trabajadora a su porvenir social, lo que el sacerdote jesuita, expreso en su libro Humanismo Social de la siguiente forma:

“Mas cierto sería decir que la sociedad vive por el trabajo de sus ciudadanos: sin trabajo no habría riqueza ni sociedad. Esta idea podría ser mejor comprendida en una asociación vocacional en la que el trabajador, dejando de ser un simple asalariado, participara de la propiedad y aun de la dirección de la obra en que trabaja para bien y servicio de la sociedad” [31].

Al respecto, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, señala que el sindicato tiene una especial función dirigida a la recta ordenación de la vida económica y la educación de una nueva conciencia social de los trabajadores, de tal manera, que el trabajador sea parte activa, según las capacidades y aptitudes de cada uno, del desarrollo económico y social en la construcción del bien común universal [32].

Por último, respecto al porvenir del sindicalismo, Alberto Hurtado, en el capítulo XXV de su obra maestra, “Sindicalismo: Historia, Teoría y Práctica”, nos comenta los desafíos que se enfrentará el sindicalismo, de los cuales, a pesar del paso del tiempo, están más vivos que nunca y nos compelen, especialmente a los representantes del pueblo trabajador, a tomar cartas en el asunto.

El primer gran desafío que afrontará la organización de la clase trabajadora es el cambio estructural de la economía, el sindicato deberá adaptarse a las nuevas modalidades de la economía moderna; las nuevas formas de relaciones laborales y la complejización del reparto de la renta nacional [33]. Situación que actualmente cobra lúcidamente una manifestación en la llamada “uberización de la economía” [34] y la “financiarización del mercado” [35].

Asimismo, el segundo desafío que se enfrentará el sindicalismo, según Alberto Hurtado, es la sobrevivencia de la democracia y la legitimidad de las instituciones políticas. El sacerdote jesuita se preguntó “¿la democracia política será capaz de realizar la democracia económica?”; pues de no hay democracia integral sin una ordenación de la economía a la verdad y la justicia, de caso contrario, la democracia se degenera en un ejercicio nominal y se arriesga a caer en el caos social y al declive de esta. La fuente de los males sociales del modelo liberal arriesga la convivencia pacífica, la dignidad de la persona y la estabilidad de las naciones. Si los sindicatos no son lo suficientemente maduros, según el santo chileno, para asumir su rol de representación del trabajador, capacitación de este y desarrollo del porvenir, las bases de la democracia política se verán dañadas [36].

Justamente este desafío parece que no fue posible abordarlo en nuestro país tras la vuelta a la democracia, en gran medida, podemos decir que la falta de democracia económica es causante del 18 de octubre y la crisis estructural por la que pasa nuestro país [37].

Al respecto, el tercer desafío que señala Hurtado esta directamente relacionado con estos desafíos anteriores; pues no podrá enfrentar el sindicato estos desafíos si sus dirigentes sindicales no poseen una capacidad y solida formación. Quien cumple los roles de dirección, guía y formación en el movimiento sindical debe conocer de fondo los problemas económicos y sociales del país e incluso de las naciones extranjeras; debe tener una conciencia renovada a la luz de los criterios claros, precisos e imperecederos de la justicia para conocer las cosas por sus causas últimas [38]. Asimismo, deberá tener la debida cercanía y contacto con las bases de los asociados, pues sin aquella condición el movimiento sindical se desvanecerá en el oportunismo o la ineficacia; las bases sindicales son el tronco del devenir social [39].

Igualmente, junto aquella necesidad de formación y conocimiento del dirigente sindical, como también, de la unidad y contacto con los sindicados, Alberto Hurtado, nos señala otro gran desafío, vinculado con lo expuesto sobre las diversas doctrinas sindicales que describe el jesuita, la necesidad de independencia y autonomía del sindicato.

El santo chileno se refiere a la independencia y autonomía política no el malentendido de “apoliticidad” o indiferencia a los problemas de la Patria. Por el contrario, el sindicato tiene que cumplir un rol preponderante en la comunidad política; para lo cual requiere de la independencia y autonomía respecto a la intervención de los partidos políticos que subyuguen al movimiento sindical y lo asfixien tomando todo su ímpetu en intereses mezquinos de la competencia electoral, sacrificando la unidad de la clase trabajadora, su defensa y la promoción del trabajador como persona para su realización [40].

Según Alberto Hurtado, el sindicato al cumplir una función estrictamente económico-social en favor del bien común representando, defendiendo y promoviendo al trabajador asociado. A través de la promoción de la capacitación, ahorro y propiedad individual, como también, la edificación de una nueva sociedad que sea acorde a la justicia y reemplace las actuales estructuras fundadas en la economía liberal, fuente de los males como la lucha de clases. Buscando llevar a la clase trabajadora a su porvenir social. Posee un carácter esencial que debe respetarse: su autonomía a los partidos políticos; de lo contrario, perdería su carácter técnico, su funcionamiento democrático, su unidad y búsqueda de la justicia social [41].

Dicho principio de funcionamiento no contradice la posibilidad de llegar a acuerdo de apoyo a causas concretas, de formación y difusión de las doctrinas de los diversos partidos o la participación de sus militantes en las direcciones del movimiento obrero, en medida que no altere ni afecte los fines de la asociación de trabajadores.

Este desafío nos hace reflexionar sobre la situación actual del sindicalismo y la relación que puede haber entre su crisis de legitimidad y el incumplimiento del principio de autonomía o independencia partidaria.

Finalmente, el gran desafío del movimiento sindical es no olvidar nunca su misión de transformación del mundo económico en que vivimos para dar lugar al nuevo porvenir de fraternidad, justicia y caridad. De lo contrario el movimiento obrero pasará a ser un movimiento atrapado en el reformismo recalcitrante o el oportunismo que denuncia Albero Hurtado [42].

Alonso Ignacio Salinas García

Candidato CORE Circunscripción Santiago II: Recoleta, Independencia, Santiago Centro, Cerro Navia, Quinta Normal y Lo Prado

Estudiante de Derecho Pontificia Universidad Católica de Chile

Integrante Equipo de Investigación Convencional Constituyente Roberto Celedón

Representante de la Izquierda Cristiana de Chile en el Comité Electoral Campaña Presidencial Gabriel Boric.

Citas

[1] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Sindicalismo, Historia, Teoría y Práctica (Santiago de Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado), pp. 30-31.

[2] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Ibid.

[3] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Ibid.

[4] Cfr. Pío XI (1931): Quadragesimo anno, 69.

[5] Cfr. Juan Pablo II (1981): Laborem exercens, 4.

[6] Cfr. Juan XXIII (1961): Mater et magistra, 51-52.

[7] Leon XIII (1891): Rerum novarum, 35.

[8] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., p. 41.

[9] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 44-46.

[10] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Ibid.

[11] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 41-44.

[12] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 47-48.

[13] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 49-50.

[14] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 51-52.

[15] Vid. Lefort, Claude (2010): Maquiavelo. Lecturas de lo Político (Madrid, Trotta).

Vid. Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal (2015): Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una Radicalización de la Democracia (Ciudad de México, Editorial Siglo XXI).

[16] Vid. Webb, M. Beatrice y Webb, Sidney J. (1902): Industrial Democracy (London, Longman Publishing Group).

[17] Vid. Mounier, Emmanuel (1972): Manifiesto al Servicio del Personalismo (Madrid, Taurus).

Vid. Mounier, Emanuel (1984): De la Propiedad Capitalista a la Propiedad Humana (Buenos Aires, Edición Carlos Lohlé).

[18] Vid. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 53-60.

[19] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., p. 53.

[20] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., p. 54.

[21] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 54-55.

[22] Tomás de Aquino: Summa Theologica, 1-2, q. 114, a. 1.

[23] Alberto Magno: Super Ethica, V, 7, 343-5.

[24] El principio del destino universal de los bienes implica la vocación de construir una economía inspirada en valores morales que sea acorde al origen y la finalidad de los bienes; para así concretar un mundo justo y solidario, en el que la creación de la riqueza tenga una función positiva en favor de la persona. La riqueza y la multiplicidad de las formas que pueden expresarla como resultado de un proceso productivo de elaboración técnico-económica de los recursos disponibles, naturales y derivados; debe ser un proceso que debe estar guiado por la inventiva, por la capacidad de proyección, por el trabajo, y debe ser empleado como medio útil para promover el bienestar de las personas y de los pueblos para impedir su exclusión y explotación, abriéndose paso para garantizar el Desarrollo Humano Integral.

Cfr. Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, 2004, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 174.

[25] Pío XI (1931): Quadragesimo anno, 45.

[26] Henry of Ghent: Quodlibet I, 40, in Opera Omnia, V, 222.

[27] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., p. 55.

[28] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 56-59.

[29] Sufrimiento Cristiano, Fundación Alberto Hurtado. Disponible en: https://padrealbertohurtado.cl/sufrimiento-cristiano/. Fecha de consulta: martes 03 de agosto de 2021.

[30] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 59-60.

[31] Hurtado, Alberto (2004): Humanismo Social (Santiago, Fundación Alberto Hurtado), p. 93.

[32] Cfr. Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, 2004, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 307.

[33] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 263-264.

[34] “Uberización” es un neo-eufemismo que se refiere a la utilización de plataformas digitales y aplicaciones móviles, a fin de facilitar transacciones peer-to-peer entre clientes y proveedores de un servicio, a menudo sin pasar por el papel de planificación centralizada de corporaciones. Este término se deriva del nombre de la empresa “Uber”. La compañía desarrolló una aplicación móvil que permite a los consumidores enviar una solicitud de viaje que luego se enruta a los conductores de Uber, que usan sus propios automóviles.

Produciendo una relación “no-laboral” donde la plataforma y el proveedor no asumen los riesgos ni la protección social del intermediario que transporta o realiza servicios por sus propios medios, riesgo y costos.

Vid. Serrano García, Juana María (2017): “La Uberización del Trabajo, Una Forma Más de Violencia Laboral” en Los Actuales Cambios Sociales y Laborales. Nuevos Retos para el Mundo del Trabajo, Libro IV, Lourdes Mella Méndez (dir.) (Berna, Peter Lang Publishing).

[35] Las operaciones en los mercados monetarios y financieros han dejado de ser fundamentalmente la contrapartida de los intercambios de bienes y servicios, respondiendo ahora, casi exclusivamente, a la búsqueda de protección, por parte de los agentes económicos, respecto de las fluctuaciones de los tipos de cambio y de interés.

Nueva forma de funcionar el mercado produciendo grandes oligopolios; una expansión de las inversiones ajenas a la economía real debilitando el crecimiento general de la economía (reduciendo la rentabilidad directa del mercado productivo, produciendo que no crezca el empleo, aumente el paro, se expanda la precariedad, se estanquen los salarios reales y otros); produciendo una desigualdad de la renta aun mayor de la existente anteriormente y; desestabilización del sistema de pagos internacional (afectando directamente la liquidez, la seguridad social y las políticas públicas de los Bancos Centrales).

Vid. Amin, Samir (2010): “¿Crisis Financiera? ¿Crisis Sistémica?” en Crisis Financiera, Económica y Sistémica (Madrid, Mai Ediciones), pp. 13-24.

[36] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Ibid.

[37] Vid. Jouannet Valderrama, Andrés (2020): Golpe al Estado. El Octubre Chileno (Santiago de Chile, Fundación Konrad Adenauer Stiftung).

[38] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 264-265.

[39] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Ibid.

[40] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Ibid.

[41] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., p. 81.

[41] Cfr. Hurtado, Alberto (2016): Op. Cit., pp. 265-266.

 

 

 

 

 

 

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