Octubre 8, 2024

Matonaje

 Matonaje

Con la costumbre de ponerle nombre en inglés a todas las cosas, el matonaje pasó a llamarse bullying. Pero, un buen modo de comenzar a enfrentar cualquier tipo de problemas es empezar a llamar las cosas por su nombre, aun cuando -paradojalmente- hablar de matonaje resulte más intimidador que hablar de bullying.

En las últimas semanas, en nuestra ciudad y en el resto del país, somos testigos de expresiones de violencia en la convivencia escolar, de tal manera que ir a la escuela o al colegio, también a la universidad, puede ser una actividad riesgosa, y aun peligrosa, para niños y niñas, adolescentes y jóvenes.

Hay que tener en cuenta que la pulsión de la violencia está presente en todos los seres humanos, y la vida en comunidad se sostiene en la capacidad de socialización y control de la violencia como forma de relación y de resolución de los conflictos. El matonaje, el bullying, es cuando hay personas que se dedican al asedio, persecución y agresión de alguien, o cuando alguien atormenta, hostiga o molesta a otra persona. Esto puede manifestarse como ataques o amenazas físicas, verbales o psicológicas, que buscan generar miedo, dolor o algún daño a la víctima. Es, simplemente, un abuso de poder del más fuerte al más débil, que busca el control o anulación del otro.

Es un tema complejo entender las diversas causas del comportamiento violento entre los estudiantes, y los expertos en el tema tendrán que ir explicándolo y proponiendo vías de resolución del problema. Sin duda que el prolongado encierro a causa de la pandemia ha debilitado las capacidades de socialización, y es un encierro que se ha vivido en ambientes familiares tensionados por la misma pandemia y por el contexto generalizado de crispación y polarización de las relaciones en la sociedad. También, la reiterada proclamación de derechos sin señalar ni educar en los deberes correlativos. Además, algunos expertos señalan el problema de los videojuegos que exaltan la violencia y distorsionan cualquier límite ético con tal de eliminar a otros; no es casual que en China, a pesar de tener muchos intereses económicos en la industria de videojuegos, haya promulgado una ley que limita su uso por los menores de dieciocho años a una hora diaria, tan sólo los viernes, sábados, domingos y feriados, por considerar que se trata de un “opio espiritual” para los niños y jóvenes.   

Pareciera que, lamentablemente para todos, nos hemos ido acostumbrando a normalizar la violencia y vivir en un mundo saturado de agresividad, con poco diálogo y poca tolerancia, en todas sus formas y expresiones: violencia verbal en el trato cotidiano, violencia familiar, violencia de todo tipo de delincuentes, violencia represiva, violencia en el lenguaje y las formas de la política, violencia de saqueos y destrucción urbana, violencia de atentados terroristas, violencia en las redes sociales, y violencia escolar. Todas ellas van dejando una larga lista de víctimas.

El problema del matonaje escolar no es, simplemente, un problema de los establecimientos escolares o de los profesores, porque la pregunta de fondo es dónde aprendieron los niños y jóvenes que el matonaje era una forma adecuada para relacionarse con otros. Como decíamos, es un asunto complejo en el que inciden muchos factores, y entre ellos el entorno familiar es decisivo, porque los niños aprenden lo que ven. Es un asunto que nos toca a todos como sociedad, como un problema social, familiar, pedagógico, sicológico, ético y espiritual.

Todos sabemos que la violencia se detiene con conciencia. Tal cual, con conciencia de la dignidad de cada persona, con conciencia del respeto que cada uno merece, con conciencia de que la destrucción nos perjudica a todos, con conciencia de que no debo hacer a otro lo que no quiero que me hagan a mí. La conciencia que detiene la violencia no nace sola, sino que se forma y se educa; siendo la familia su primer lugar de aprendizaje. Por eso, las expresiones de matonaje escolar son una ocasión significativa para dialogar en las familias acerca de la violencia, y para mirar cómo estamos formando en nuestras familias la conciencia que detiene la violencia.

El Señor Jesús dice “bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Trabajar por la paz es una tarea personal de cada día y, también, es una tarea comunitaria y social de ir creando espacios de relaciones humanas cargadas de respeto mutuo, relaciones amables de amistad ciudadana, relaciones de acogida y servicio a los más débiles. Trabajar por la paz es construir familias y comunidades que aprenden a dialogar; es enfrentar en serio las situaciones de matonaje escolar, laboral o mediático. Trabajar por la paz es construir relaciones amables y de colaboración con los vecinos. Trabajar por la paz es rechazar toda forma de violencia y apostar siempre por el diálogo, porque como dice el sabio proverbio: “conversando se entiende la gente”

Marcos Buvinic – Punta Arenas

La Prensa Austral  –  Reflexión y Liberación

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