Diciembre 13, 2024

La Iglesia por venir

 La Iglesia por venir

¿Nos hemos vuelto estériles? ¿La Iglesia ya no es viable? ¿En nuestras ‘tierras de bienestar’ ya no somos capaces de hacer cristianos?

Aquellos (padres, sacerdotes, creyentes) que conocen la herida de estas preguntas pueden encontrar confirmación y un atisbo de horizonte en el ágil volumen de Armando Matteo, La Iglesia por venir (San Paolo, 2022). Texto escrito para honrar una doble deuda: al cardenal Carlo María Martini y el Papa Francisco.

Las ‘tierras del bienestar’, Occidente, han archivado la pobreza como destino inexorable y la “edad adulta” como responsabilidad de la descendencia. Nuestros contemporáneos “no tienen intención de hacerse adultos, de crecer y poner su existencia a disposición de un proyecto que no coincide con la exaltación y mantenimiento de su bienestar” (p. 38).

Incluso las clases más religiosas del pasado, jóvenes y mujeres, se han ido. El cristianismo doméstico, ese conjunto de prácticas, valores y tradiciones que fundamentaron el primer y fundamental anuncio cristiano, se desmorona. Un cambio de enormes proporciones que destina a los archivos ese cristianismo que se había configurado como una “religión de consolación, de iluminación, de viático… (hacia) un premio celestial de goce infinito” (p. 78). Esa extraordinaria y eficaz experiencia de fe queda relegada al pasado.

¿Somos los últimos cristianos?

Se inicia el nuevo estilo de intercesión: el creyente está llamado a acompañar a sus compañeros de viaje entre el embotamiento de la eterna juventud y la ilusión de volver al pasado. El camino nos pide que tomemos en serio los referentes de la conciencia contemporánea: la libertad, el goce, el poder de la autonomía.

Partiendo de un juicio altivo así como de una adaptación perezosa, debemos entender esa «capacidad humana exponencial de dar vida a posibilidades simplemente extraordinarias de intervención sobre la realidad» (p. 61).

A las “grandes narraciones” siguieron pequeñas historias y las tristes pasiones de todos y su libertad de ser libres. «El disfrute ya no es coto exclusivo de los dioses olímpicos ni del paraíso que aguarda a quienes han aceptado pacientemente permanecer en un valle de lágrimas. El disfrute está al alcance de todos, está al alcance de todos» (p. 65).

Una ola recogida y alimentada por el sistema capitalista avanzado que alimenta el deseo sin agotarlo y reduce al ciudadano a consumidor. El aturdimiento de un poder de vida desconocido para las generaciones que nos precedieron connota nuestro tiempo como una explosión de poder de vida. «La especie ha dado un salto: ha pasado de poder hacer sólo lo que se puede hacer, a hacer todo lo que se puede hacer, y hoy no hay casi nada que no se pueda hacer» (p. 84).

Nostalgia del futuro

Volviendo al trípode de lo moderno, al poder se responde con la mansedumbre, a la libertad con la urgencia del destino, al gozo con la alegría del Evangelio. Por eso, el libro encomienda el último capítulo a algunas cuestiones esenciales del magisterio del Papa Francisco: de las que interpelan nuestra visión de Dios a la percepción de las angustias de nuestros contemporáneos, del testimonio inmediato de fe al sueño del futuro Iglesia, desde la fuerza de la búsqueda incansable del anuncio de la fraternidad.

La pregunta del cardenal Martini vuelve con insistente provocación en su última entrevista: ‘La Iglesia tiene 200 años de retraso. ¿Cómo es que no tiembla? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de coraje? Sin embargo, la fe es el fundamento de la Iglesia. Fe, confianza, coraje. Soy viejo y estoy enfermo y dependo de la ayuda de los demás. Las buenas personas que me rodean me hacen sentir amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que a veces percibo hacia la Iglesia en Europa. Sólo el amor vence al cansancio. Dios es amor’.

Lorenzo Precios / Roma

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