¿De dónde sacar una ética para todos?
Volvemos en estas columnas dominicales a seguir reflexionando acerca de una de las graves carencias que padecemos: la escasez de ética en las diversas dimensiones de nuestra vida como sociedad. Los ejemplos de esta escasez abundan y son de sobra conocidos.
También, hace unas semanas, en la cuenta presidencial se anunció que se presentará un proyecto de aborto legal o libre, que ha vuelto a traer la discusión acerca de los “temas valóricos”, donde las diversas posturas dicen defender valores, pero parece que no estamos todos de acuerdo en cuáles son los valores fundamentales y, por tanto, cuáles son los que deben ser cultivados, defendidos y promovidos a todo evento.
La pregunta es, entonces, ¿de dónde podemos sacar una ética para todos? En esa pregunta están los dos aspectos del problema: el eclipse de la ética y su escasez actual, y la urgencia de una ética válida para todos, pues la pluralidad de visiones éticas ha traído como consecuencia una relativización generalizada.
En las décadas pasadas se pensaba que en torno a los derechos humanos se podía ir generando una ética universal en torno al valor de la persona humana; pero, lamentablemente, los derechos humanos han ido quedando prisioneros de una hipocresía transversal y mundial, pues muchos grupos, sectores ideológicos y países actúan, en sus prácticas -no en sus declaraciones- como que los derechos humanos son de algunos humanos, o que hay humanos que lo son menos que otros y, por tanto, esos derechos no se aplican para todos.
Así, algunos de los más relevantes filósofos y teólogos han ido trabajando en las pistas para proponer una ética universal. Es una tarea compleja, pues en la pluralidad de visiones éticas, la mayoría de ellas tienen la pretensión de imponerse sobre otras y, por otra parte, la mercantilización de la sociedad hace que la economía, como único sistema válido, sea la que dicte el rumbo de toda la sociedad.
A pesar de estas dificultades, hay pasos que se van dando en una propuesta ética fundada en lo que es más propio de nuestra condición humana, y no sólo en unos derechos, sino desde lo que nos hace específicamente humanos, de manera que, sea universal y pueda ser asumida por todos. Aquí van, en forma sumaria, las principales pistas desde donde ir sacando una ética para todos.
En primer lugar, una “ética del cuidado” del conjunto de factores sin los cuales nunca surgirían el ser humano y otros seres vivos. En el centro del cuidado está la vida, lo cual está en la esencia de lo humano; todos pueden vivirlo y darle formas concretas según sus culturas. Es una ética “biocentrada”, en la cual el cuidado supone una relación amigable y cálida con el entorno humano, social y natural; una mano extendida para la solidaridad y no un puño para dominar o maltratar la vida.
También, de nuestra condición humana deriva una “ética de la solidaridad”. La antropología ha mostrado que fue la solidaridad de nuestros ancestros antropoides la que permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad: buscaban los alimentos y los consumían solidariamente. Entonces, todos vivimos porque existió y existe un mínimo de solidaridad, comenzando por la familia. Y lo que fue fundacional ayer, lo sigue siendo hoy.
Otra pista ligada a nuestra humanidad es la “ética de la responsabilidad universal”, que significa asumir responsablemente, juntos, el destino de nuestra Casa Común, o seguimos en un camino sin retorno hacia el colapso planetario. Todos somos responsables de la Casa Común y de sus ecosistemas para que podamos seguir viviendo junto a toda la comunidad de seres vivos. El supuesto básico de esta responsabilidad universal es que el valor de la vida está por encima de cualquier otro valor cultural, social o económico.
Por último, la pista de una “ética de justicia para todos”, porque la justicia es el derecho mínimo que damos a otro de que pueda existir y recibir lo que le corresponde como persona o ser viviente. Esto significa una institucionalidad capaz de evitar los privilegios, las exclusiones sociales y los desastres ecológicos, pues de esos privilegios y exclusiones provienen los conflictos que desgarran la sociedad y tantas víctimas producen. La “justicia para todos” no vale sólo entre los humanos, sino también con toda la naturaleza a la que pertenecemos en la Casa Común.
Estas son, en síntesis, las principales pistas de la búsqueda de una ética válida para cada pueblo y cultura y, por tanto, para toda la humanidad que habita la Casa Común. ¿No le parece que es algo digno de ser pensado y dejarnos cuestionar en nuestros puntos de vista y en nuestras prácticas tan arraigadas y, lamentablemente, tan inútiles?
Marcos Buvinic – Punta Arenas
La Prensa Austral – Reflexión y Liberación