Las Discípulas con Jesús en Galilea
María Magdalena, Juana, Susana y las demás mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea son poderosos ejemplos de fieles discípulas que ayudan a edificar el Reino de Dios.
Helen Whitney escribió que “en la vida de Jesús, podemos observar la devoción que mostró la mujer. Ella fue la última en quedarse ante la cruz, y fue la primera en llegar al sepulcro”. Aunque la hermana Whitney no especificó a qué mujeres se refería, entre ellas se encuentran las que siguieron a Jesús desde Galilea. Lucas describe a esas mujeres al indicar que Jesús “caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando […], y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas […]: María, que se llamaba Magdalena […], y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana y otras muchas, que le ayudaban con sus bienes” (Lucas 8:1-3).
La frase “otras muchas” implica a un grupo de tamaño considerable. Muchas fieles mujeres estaban con Jesús. Esas mujeres nos enseñan a edificar el Reino de Dios y a estar presentes con aquellos que sufren. Nos enseñan a ser valientes y a permanecer cerca de Cristo incluso cuando las cosas se ponen difíciles. Tal vez, lo más importante es que nos enseñan que por medio de Cristo podemos salir de las tinieblas e ir hacia la luz.
María Magdalena, Juana, Susana y las otras muchas mujeres que siguieron fielmente a Jesús no eran pasivas; más bien, lo apoyaron en Su ministerio de forma activa y sustancial (véase Lucas 8:2-3). Se menciona de manera específica que Juana estaba casada con el mayordomo de Herodes, lo que posiblemente significa que su esposo tenía una posición con medios y autoridad ante el rey Herodes Antipas, gobernador de Galilea.
Debido a que esas mujeres acompañaron a Jesús en Galilea, es probable que hayan oído muchos de Sus sermones, escuchado Sus parábolas y sido testigos de milagros como el de la sanación de la mujer con flujo de sangre y de la mujer que había tenido una enfermedad durante dieciocho años (véanse Lucas 8:43-48). Tal vez estuvieron presentes cuando dio de comer a los 5000 y en muchos otros milagros ellas estaban acompañándolo. Cerca del final del ministerio de Jesús en Galilea, algunas de esas mujeres lo siguieron a Jerusalén en un viaje de una semana, compartiendo en la prédica y en el bien comunitario. (véase Mateo 27:55-56).
María Magdalena, Juana, Susana y las demás mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea son poderosos ejemplos de discípulas que ayudan a edificar el Reino de Dios. Ellas nos enseñan a estar con los que sufren, a ser valientes y a no dejar a Jesús, aun en momentos de dificultad. Esas mujeres, testigos del Jesús resucitado, nos enseñan que, por medio de Él, podemos salir de las tinieblas y venir hacia la luz.
La primera en recibir al hombre tiernamente al nacer,
la última en abandonarlo al morir,
la primera en iluminar su hogar,
la última en desanimarse y en desistir.
La última en la cruz de su Señor crucificado,
la primera en verlo al resucitar,
la primera en proclamar Su vida restaurada,
al vencer la lúgubre prisión de la muerte.
Lani Hilton – Buenos Aires / Roma