Diciembre 14, 2024

Trump y el futuro de la izquierda

 Trump y el futuro de la izquierda

La elección de Trump es la cereza que faltaba en el pastel del ascenso de la derecha en el mundo. 

Sin duda, anabolizará a la extrema derecha en Brasil. La diferencia entre la derecha y la extrema derecha consiste en que la primera respeta las reglas de la democracia burguesa; la segunda las ignora y adopta medidas autocráticas. El tema ha sido exhaustivamente tratado por autores como Roger Eatwell, Matthew Goodwin y Cas Mudde.

¿Cómo quedan los partidos progresistas como el PT, el PSOL, el PCdB, la UP y otros? Tal como andan las cosas (la elección de Trump y el resultado de las elecciones municipales en Brasil) difícilmente alcanzarán un número significativo de votos en las elecciones de 2026.

El próximo Congreso, que se elegirá ese año, será tanto o más conservador que el actual. ¿Cómo se garantiza ese resultado? Con el presupuesto secreto, ahora apodado enmiendas parlamentarias. Ningún cacique municipal o estadual correrá el riesgo de perder ese caramelito en la próxima legislatura federal. ¿Quién va a querer renunciar a una cornucopia de la que chorrean cada año miles de millones de reales que se embolsan los 81 senadores y los 513 diputados federales’

¿Qué alternativas tienen la izquierda y los partidos progresistas? Uno de los desafíos es el de lidiar política y profesionalmente con las redes digitales. No se puede depender de iniciativas personales o grupales. Si un partido quiere emitir mensajes (análisis de coyuntura, datos del gobierno progresista, desmentidos a las noticias falsas de la derecha, etc.) tiene que contar con profesionales especializados en medios digitales e identificados políticamente con las propuestas de la izquierda. No debe repetir el error de ciertas campañas electorales de candidatos de izquierda cuyos especialistas en marketing son de derecha… Hay que contar con equipos que se releven cada ocho horas para actuar las 24 horas de domingo a domingo. Y los contenidos emitidos deben tener un lenguaje popular y un fuerte impacto visual.

¿Qué llevó a Lula tres veces a la presidencia de la república? No fueron la pericia de los especialistas de marketing ni las alianzas partidarias, sino el trabajo de base, de educación política, que acumuló en torno a él un abultado capital electoral. Fue un trabajo desarrollado en todo Brasil a partir de la década de 1970 por las comunidades de base de las Iglesias cristianas, los movimientos populares, el sindicalismo combativo, la militancia remanente de la lucha contra la dictadura. Un trabajo conducido con la pedagogía de Paulo Freire.

¿Por qué votaron por Trump las clases populares de los Estados Unidos? ¿Por qué hay “pobres de derecha”?

Tomemos el ejemplo de doña María. Trabaja de sirvienta y se sentía excluida, oprimida, condenada a la invisibilidad. Ansiaba, como es natural, salir de ese círculo infernal. Soñaba, como todo ser humano, con ser socialmente reconocida y respetada. No le bastaba con tener un nombre, documentos de identidad y un trabajo para garantizar malamente la sobrevivencia propia y la de sus dos hijos. Deseaba “algo más” que le brindara identidad social, fueran bienes materiales (vivienda, escuela para los hijos, mayores ingresos) o bienes simbólicos (cultura, calificación profesional, perfeccionamiento de sus dotes artísticas).

María se sentía humillada por la ardua jornada diaria. Abandonada por el marido, buscaba conciliar su trabajo de sirvienta con el cuidado de sus hijos. Además de trabajar mucho, se pasaba varias horas al día en el transporte colectivo y se sabía socialmente invisible. Su hijo adolescente quería al menos unos tenis de marca para ser socialmente reconocido. Los sueños de consumo podían hacerlo vulneraba a los tentáculos de la delincuencia.

Todo cambió el día que María ingresó en una comunidad religiosa que la trata de “hermana”, se interesa por su vida, la ayuda a superar dificultades. Para consolidar ese reconocimiento, abrazó la ideología de la comunidad. El pastor o el cura la convenció de que su sociedad –capitalista– le ofrece oportunidades a todos, basta con abandonar los vicios. Por tanto, dejó de gastar su menguado salario en apuestas y cigarros. Ahora considera a las familias acomodadas en cuyas casas trabaja bendecidas por Dios gracias a la prosperidad alcanzada. Aunque sigan considerándola una “doña nadie”, María aprendió en la Iglesia que Dios la ama como a una hija y eso alimenta su autoestima.

Aunque el gobierno le dé a María una casa propia gracias al programa “Mi casa, mi vida” y una entrada adicional mediante la Bolsa Familia, y aunque sus hijos tengan escuela y empleo, María no dará el salto epistémico de la ideología de derecha a la de izquierda.

Todos los medios que rodean a María (la cultura que respira, las familias que la contratan, la televisión, la radio, las redes digitales en su celular) la han inoculado con la naturalización del sistema capitalista. Como señala el sociólogo estadounidense Seymour Martin Lipset en su obra Political Man, María admira a las personas ricas y poderosas, y vota por políticos que prometen combatir la politiquería y la corrupción y tratar con mano de hierro a los delincuentes y los traficantes de droga.

María solo dará el salto epistémico si participa en una comunidad que la convenza de que Dios no creó el mundo para que la humanidad se dividiera en pobres y ricos, ni para que existiera una sociedad donde unos pocos se embolsan mucho y muchos claman por un plato de comida. O si se suma a un movimiento popular que, además de organización para adquirir una casa propia o un área en el campo en la que pueda producir, le ofrezca una educación política que le permita entender las causas de las desigualdades sociales, la delincuencia, la dependencia de las drogas.

En la cabeza de María, hombres como Trump o Bolsonaro merecen su admiración, porque son duros con la delincuencia y por esos los “llorones” los acusan injustamente de toda suerte de mentiras. María no sueña con tener la vida de las señoras para las que trabaja. Sueña con andar por las calles sin miedo a que le roben la cartera o el celular, con ver a sus hijos empleados, con que en su barrio haya alcantarillado y calles asfaltadas.

Jamás ha imaginado que si en la sociedad hubiera menos ricos, también habría menos pobres. Nunca tuvo oportunidad de recibir educación política. Por eso, vota confiada en la derecha, como votaron mayoritariamente los electores estadounidenses por Trump, convencidos de que hará que la rueda de la historia gire en sentido contrario y el sueño americano se haga realidad para todos.

Frei Betto – Sao Paulo

Editor