Mayo 19, 2024

El consuelo de la Esperanza

 El consuelo de la Esperanza

Hay una grandeza en la búsqueda de consuelo y en la esperanza duradera que se puede captar en la existencia de hombres y mujeres fuertes y brillantes, que, a veces, se han visto seriamente amenazados por el desaliento.

En el espacio dedicado a la lectura de los Salmos, y a partir de algunas frases de Pablo -a quien considera nada menos que ‘creador de la consolación cristiana‘-, Michael Ignatieff deja abierta la posibilidad de seguir interrogándose sobre la relación que la consolación tiene con esperanza , entendida en su sentido y en su alcance cristiano. Una cuestión que está muy presente en la espiritualidad y la teología actuales. De hecho, para la tradición de la que forma parte el Apóstol, creer en Dios significa encontrar la fuente de una esperanza mayor‘. Una fuente que desborda nuestra profundidad humana pero que no quita nada al espíritu sereno que -como demuestra la historia- algunos han conseguido a costa de grandes esfuerzos.

Debemos recordar este conjunto de esperanzas porque, a pesar de los malentendidos, el que ofrece la fe no es un consuelo que nos exime de nuevas búsquedas, ya que somos ‘salvos en la esperanza‘, como dice expresamente el texto bíblico. Y porque nuestra espera es una espera confiada, una espera de plenitud con cierto temblor.

La esperanza cristiana -se repite con verdad y realismo- no nos libra de las lágrimas y no equivale a un tranquilizante que ignore los momentos de desánimo. Víctor Hugo ya advertía que ” el ojo ve claramente a Dios sólo a través de las lágrimas ” y que la esperanza más alta surge del dolor más profundo‘. En el propio lenguaje de Pablo, en el que brilla la esperanza de la resurrección, se formulan en secuencia: sufrimiento-paciencia-virtud probada y esperanza.

Sin embargo, sabemos que, incluso en condiciones de poca luz, quienes perseveran en la espera afrontan la muerte con serenidad, un obstáculo que ha resultado insuperable incluso para los investigadores más tenaces.

Una esperanza para todos

Para aquellos de nosotros que podamos sentirnos tentados a abandonar la búsqueda, o a pensar -como Macbeth y otros clásicos- que la vida es sólo ‘una sombra pasajera‘, será apropiado recordar que es posible encontrar consuelo en viene de arriba intentándolo con nuestro propio esfuerzo.

Hay una grandeza en la búsqueda de consuelo y en la esperanza duradera que se puede captar en la existencia de hombres y mujeres fuertes y brillantes, que, a veces, se han visto seriamente amenazados por el desaliento. Tienen el mérito de haber confiado en la sabiduría y la fortaleza, es decir, en las posibilidades humanas de superar las desgracias, aunque tuvieran que aceptar en silencio la certeza de la muerte.

Pero también sabemos que hay una esperanza que tiene su comienzo en la fe y que verdaderamente cumplirá su audaz promesa: ‘la esperanza no defrauda. Lo reconocemos como un don que nos ayuda en el despliegue de otros dones y que nos ofrece consuelo en nuestras enfermedades más secretas. Semejante esperanza y consuelo son un don que debe pasar de nuestras manos a otras manos unidas o temblorosas: ‘Consolaos unos a otros con las palabras de la resurrección‘, escribe el Apóstol en la carta a los Tesalonicenses. Él que – como bien entendió Ignatieff – “comenzó a reformular el mensaje de consuelo para aquellos que habían esperado bastante, habían perdido a sus seres queridos y no estaban seguros de que la promesa se hiciera realidad” (p. 47).

Y no debemos olvidar que la esperanza del consuelo definitivo, que anhelamos con el apoyo de la fe, incluye a su vez el deseo de que la mayor esperanza se cumpla también para aquellos que no esperan: ‘Que cada uno tenga su paraíso‘, dijo Carlos de Foucauld.

Felisa Elizondo / Doctora en Teología – España

Comentario al libro de Michael Ignatieff ‘En busca del consuelo’ / Ed. Taurus.

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