Mayo 2, 2025

Gaza: Testimonio de vida bajo las bombas

 Gaza: Testimonio de vida bajo las bombas

La guerra causa heridas, brechas a menudo incurables. Pensemos en los niños de Gaza que han vivido en primera persona la guerra y que han perdido a sus familias.

Presentamos la experiencia vivida y el testimonio cristiano de la Hna. Nabila Saleh, de la Congregación de las Hermanas del Rosario. Fue durante muchos años la directora de la Escuela más grande de la Franja de Gaza. Vivió una hermosa experiencia educativa junto a  sus 1.250 alumnos de mayoría musulmana y una porción de jóvenes cristianos practicando a diario las enseñanzas del pluralismo y la paz.

Debido a la guerra y tras el bombardeo de la fuerza aérea israelí a su Escuela, la Hna. Nabila y sus compañeras religiosas encontraron refugio en la Parroquia latina de la Sagrada Familia, ubicada en el barrio oriental de Al Zeitoun en la ciudad de Gaza. Aquí, durante seis largos meses (de octubre de 2023 a abril de 2024), como desplazada, Nabila se hizo cargo de los aproximadamente 700 cristianos albergados en la Parroquia, junto con el Vicario parroquial, el P. Youssef Asaad, las monjas del Verbo Encarnado y las Hermanas de la Madre Teresa. Una obra de acogida material y moral, totalmente femenina, que, secundada por la presencia de muchas otras mujeres desplazadas, jóvenes y mayores, ha permitido a la Parroquia convertirse en un oasis de paz no sólo para los refugiados sino también para muchas familias musulmanas de los alrededores. Un servicio cristiano que aún continúa gracias a la tregua pactada por los dos bandos en guerra.

La Hna. Nabila recuerda desde Jordania episodios terribles vividos bajo las bombas:

Nuestra principal misión dentro de la Parroquia era apoyar a las personas, a las familias, a los más débiles, a los más indefensos, como los niños y las personas discapacitadas, los ancianos y los enfermos que estaban con nosotros. Días, semanas y meses trabajando codo a codo con otras mujeres, madres, abuelas, esposas jóvenes, preparando la comida, horneando el pan, alegrando el día a los niños, limpiando los espacios comunes. Hombres y mujeres juntos, cada uno según sus propias capacidades. Compartíamos lo poco que teníamos, como agua y comida.

Pasé mucho tiempo con los más pequeños, organizando actividades, escuchándolos, estando cerca de ellos. También ésta fue una manera de estar presente y cercano como sólo una madre puede hacerlo con su hijo, Presente no sólo con obras sino con cercanía, con afecto, con oración, con escucha y muchas veces incluso con silencio. No puedo olvidar sus caras bajo los bombardeos, el miedo que se apoderó de todos nosotros cuando oímos las bombas caer en las zonas cercanas y la prisa por entrar en la iglesia para escapar de la metralla y los francotiradores. Esos fueron los peores momentos porque éramos conscientes de que la muerte podía alcanzarnos en cualquier momento. Pero no queríamos morir en la calle, sino en nuestra casa, en la Parroquia, frente al altar.

La nuestra es una maternidad espiritual. La monja, a su manera, es madre al ayudar, apoyar y educar a la comunidad en la que vive. Cada día rezábamos el Rosario, asistíamos a la Misa y a la catequesis, recitamos la Liturgia de las Horas, realizamos actividades pastorales, recordamos a los que en nuestra comunidad perdieron la vida: todo esto nos ayudó a seguir adelante y a esperar el fin del horro de la guerra. La oración calma los miedos y cura las heridas del corazón.

Una mujer que educa a sus hijos a vivir juntos y a ser tolerantes es un poderoso instrumento de paz. Ciertamente la guerra causa heridas, brechas a menudo incurables. Pensemos en los niños que han vivido en primera persona la guerra y que han perdido a sus familias. Pero el corazón de una madre es lo suficientemente grande como para dejar espacio para la paz. Los niños de Gaza, los niños israelíes, necesitan la paz más que otros. Enseñémosles a no odiar, aunque la realidad les empuje en la dirección opuesta.

Aquí en Oriente Medio necesitamos paz y por eso involucramos a las mujeres, a las madres, para que eduquen a sus hijos a acoger a los demás y no a odiarlos’.

Redacción de revista ‘Reflexión y Liberación’

Roma – Santiago – Madrid

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