Francisco: Las guerras y el capitalismo salvaje…
En la entrevista con «La Croix», el Papa Francisco volvió a poner en discusión el enfoque sobre los graves problemas internacionales que ha caracterizado las últimas décadas…
Es una de las aportaciones más innovadoras del Pontificado de Papa Francisco, que se ha caracterizado por una mirada realista sobre los problemas internacionales que plantea preguntas serias y concretas sobre el enfoque que generalmente ha adoptado el Occidente en las últimas décadas. En la reciente entrevista publicada en «La Croix», hablando sobre la inmigración, Bergoglio habló sobre la guerra, el tráfico de armas y el modelo económico de desarrollo.
«La pregunta de fondo que hay que hacerse —dijo— es por qué hay tantos migrantes ahora. Los problemas iniciales son las guerras en el Medio Oriente y en África, y el subdesarrollo del continente africano, que provoca el hambre. Si hay guerras es porque hay fabricantes de armas (que pueden ser justificadas para propósitos defensivos) y sobre todo traficantes de armas. Si existe todo este desempleo, no es por falta de inversiones capaces de llevar el trabajo que África tanto necesita».
El Pontífice también declaró que, « Más en general, esto plantea el problema de un sistema económico mundial que ha caído en la idolatría del dinero. Más del 80 por ciento de las riquezas de la humanidad está en manos del 16 por ciento de la población. Un mercado completamente libre no funciona. Los mercados en sí son un bien, pero exigen una parte tercera o un estado que los monitoree y equilibre. En otras palabras, lo que sirve es una economía social de mercado». Y, con respecto al terrorismo islámico, dijo que sería mejor interrogarse «sobre la manera en la que un modelo demasiado occidental de democracia ha sido exportado a países como Irak, en donde existía un gobierno fuerte anteriormente. O bien en Libia, en donde existía una estructura tribal. No podemos seguir adelante sin tomar en consideración estas culturas. Como dijo un libio recientemente: ‘Estábamos acostumbrados a tener un Gadafi, ahora tenemos cincuenta’».
En pocas frases, Francisco volvió a plantear dos cuestiones fundamentales. La primera es una crítica a la manera en la que los Estados Unidos y Europa han actuado en Medio Oriente. Juan Pablo II, a quien ninguno de los líderes de estado que hasta un día antes por su lucha contra el comunismo escuchó, trató, en vano, de frenar la primera y la segunda guerra en Irak. Benedicto XVI tronó contra los traficantes de armas. Francisco insite mucho más, pues no deja pasar ninguna oportunidad para subrayar la relación entre el terrorismo y el tráfico de armas ni para indicar la hipocresía de quienes fingen no ver que países aliados con Occidente están involucrados en el tráfico de armas. En diferentes países del Medio Oriente se pagan las consecuencias y la inestabilidad provocada por las guerras que cuentan con motivaciones y justificaciones oficiales inconsistentes (como las armas de destrucción masiva de Saddam nunca encontradas), y a menudo contra los que habían sido aliados hasta poco tiempo antes. Por no hablar sobre el financiamiento a los rebeldes anti-Assad en Siria, que acabaron forjando el EI.
El segundo gran aporte del Papa tiene que ver con al economía. Francisco, de acuerdo con lo que afirmó hace algunos años en un importante documento del Pontificio Consejo para la Justicia y Paz en el que se pedía la creación de una autoridad para la vigilancia de los mercados financieros, volvió a poner en discusión el actual modelo de desarrollo. Claro, hay estudiosos y economistas católicos y muy muy católicos que piensan que todo esto es una blasfemia. El problema de los mercados ahora serían todas esas reglas que tiene y la injerencia de los estados. Si todo fuera más libre, no habrá problemas. Es el «mantra» que repiten los seguidores del dogma según el cual vivimos en el mejor de los sistemas posibles, los cuales fingen no darse cuenta de que el sistema está al borde de un colapso ni de que la crisis actual será seguida por una todavía peor si no se pone freno a la que el Papa llama «Idolatría del dinero».
Solamente un enfoque que incluya reformas estructurales teniendo en cuenta el vínculo intrínseco que une al subdesarrollo con los problemas cada vez más graves de contaminación ambiental; solamente un enfoque que recupere las páginas de la Doctrina social de la Iglesia, interesantemente olvidados por muchos «think tanks» católicos occidentales (basta recordar la carga profética de la encíclica «Quadragesimo anno» de Pío XI sobre los daños provocados por cierto tipo de finanzas), puede invertir la ruta hacia el abismo poniendo finalmente en discusión esas «estructuras de pecado (copyright de Papa Wojtyla, encíclica «Sollicitudo rei socialis», de 1987) entre las que se puede contar un sistema económico-financiero que idolatra al dinero.
Andrea Tornielli – Ciudad del Vaticano
Vatican Insider – Reflexión y Liberación