Marzo 28, 2024

Conversión Laica

 Conversión Laica

Pensar  la  evangelización como un movimiento  del interior de la Iglesia  hacia el exterior plantea un problema.

 En la historia, la Institución eclesial  creció coludida con  las grandes  potencias. La cristianización del mundo occidental  fue  misional. Los   misioneros fueron formados  en las enseñanzas cristianas para poder  adoctrinar y promover  las prácticas morales correspondientes. Durante siglos la sabiduría de las enseñanzas cristianas  aliadas a los esfuerzos civilizadores  convencieron  a los pueblos hasta hacer del catolicismo la religión más difundida. En esta gesta  se cometieron muchos errores   pero la más  grave fue de reservar la autoría de la cristianización  a una élite  religiosa (el clero y  los consagrados) que se organizó como un  poder excesivamente centralista.  De esto no podían resultar otras consecuencias  que las de un estancamiento doctrinal, una rigidez moral y un  confinamiento en prácticas  religiosas controladas. En los últimos siglos  la estrategia expansionista de la Iglesia empezó a quedarse en mala postura principalmente por la falta de vocaciones.  Sin embargo, a pesar de la  decadencia del catolicismo  en sus feudos principales, los jerarcas de la Iglesia  siguieron  pensando en  una “nueva evangelización” pero  faltando de personal consagrado, están  buscando  incentivar a los laicos para mantener una actitud misionera.

En la actualidad,  en la Iglesia,  no existe un verdadero despertar del laicado como tampoco existe democratización y descentralización.  Los llamados urgentes para una valoración del laicado  se prestan para esconder los fracasos del clericalismo. Solapadamente las planificaciones pastorales reprochan a los laicos de no colaborar a evangelizar el mundo, de ser poco activos, poco testigos y sobretodo  insuficientemente formados para hacerlo …

Si uno profundiza la crisis  actual se  descubre que la dificultad principal  para la evangelización no es  una pasividad, una mediocridad, una  ignorancia, una falta de fe…,  es un problema de desfase cultural que se creó  entre la cultura teológica clerical y las percepciones modernas  de la población.  En pocas palabras, recordemos cómo  se produjo  este quiebre cultural porque  aquí se trata de manera de pensar, de estilo , de vocabulario y sobre todo de estrategia de comprensión y comunicación.

Desde su inicio el evangelio se predicó en la cultura de la Palestina de la época. Ejemplos  evidentes son  el evangelio de San Juan con sus dualismos: luz-tinieblas, verdad-mentira ( cfr: Qumran) o San Pablo con su cultura griega… . Los Padres de la Iglesia (los primeros teólogos) y después grandes personalidades  de la Edad media (santo Tomas, San Anselme,  San Gregorio…) privilegiaron las filosofías antiguas para expresar los misterios de la fe, tanto influyeron  que  lograron  uniformar  con su teología  las creencias y las prácticas eclesiales, crearon  una verdadera hegemonía  cultural  que quedó como  “civilización cristiana”.  La Reforma Protestante alteró algo  esta uniformidad pero fue, en el siglo XVIII,  la Ilustración (la fe en la razón y el Progreso)  que llegó a cuestionar profundamente  la cultura  protagonizada por las Iglesias cristianas y siglos después, fueron las ciencias modernas que  se desmarcaron más  todavía del modo de pensar  religioso.  Las Iglesias cristianas  no supieron ponerse a la altura y se recluyeron  en su doctrinalismo. En esta situación, la  feligresía fue  progresivamente enfrentada a una dualidad dramática que se puede graficar : una cultura eclesiástica para el domingo en el templo y para el resto de la semana, en la  vida, una mentalidad moderna y  libre  .  Ejemplos  de este dilema se puede dar por miles, los  más clásicos fueron   el tema  de la procreación,  la homosexualidad, el divorcio, la emancipación de las mujeres… La separación de la Iglesia y del Estado formaliza públicamente este divorcio en todos los países.

Esta “doble vida”es realmente el drama actual de la cristiandad. Muchos no aceptaron vivirlo y se marginaron de las creencias religiosas por ateísmo, agnosticismo u otras vivencias espirituales. A las nuevas generaciones les satisface su pasión por las ciencias y las nuevas tecnologías, lo cristiano y lo religioso es del tiempo pasado. A pesar de todo, algunos cristianos y algunos sacerdotes creen posible que se salve la Institución eclesial  con algunas readecuaciones espirituales, una nueva interiorización de las enseñanzas cristianas, con el recurso complementario de algunas devociones y con el apoyo al Papa…

¿Serán suficientes unas reformas a corto, mediano o largo plazo como lo están  plantean los ámbitos eclesiásticos?

La estrategia de una Iglesia “en salida” es la que se debe cuestionar, es una postura “creída”, es usar el evangelio como si éste fuera una enseñanza de élite que necesita un personal formado para propagarla. Invitar a un suplemento de formación, atraer a unas devociones, a unas prácticas religiosas son tácticas ineficientes porque  produjeron la crisis existente y por esto no pueden solucionarla.

El cristiano de hoy debe operar un cambio de estrategia más radical (una conversión): Tiene que  dejar de ir de la religiosidad  hacia los demás sino de ir de los demás hacia una relación más auténtica  con Dios. El prójimo y los hombres de hoy son los que nos permiten volver a encontrar lo que se puede decir de Dios.

Que en las parroquias se hable de la vida y del mundo para descubrir en ellos a Dios y su Reino y así poder celebrarlo en espíritu y verdad.

Que los movimientos dejen sus refugios elitistas para comprometerse con los grandes desafíos de la sociedad  y ver que Cristo es de todos los hombres.

Que los teólogos  cierren sus viejos  libros para renovar su manera de  hablar de Dios, que se instalen en las ciencias humanas para hablar de Jesucristo de manera comprensible y creíbles.

Que los catequistas abandonen  su  manuales de religión  y  compartan tanto la vida de sus catequizandos que lleguen a descubrir  juntos la Buena Nueva.

Que los jerarcas de la Iglesia convoquen sus feligreses para  escucharlos al lugar de predicarles con grandes discursos.

Después de acercarse  a los  pobres, lo que se puede decir de Dios es  mucho más auténtico y creíble por los no creyentes.

Se acuerdan : “ Felices los pobres, de ellos es el Reino de Dios, Felices los que tienen hambre y sed de justicia, serán saciados,.. Felices  los misericordiosos,… los pacifistas ….

¡Se nos invierte la evangelización !

Paul Buchet

 

 

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