Diciembre 14, 2024

Jesús de Nazaret y su mensaje Laico

 Jesús de Nazaret y su mensaje Laico

La figura de Jesús de Nazaret fue muy sencilla, por los datos que tenemos. Su mensaje de la fraternidad es claro y fácil de entender. Contrasta con los misterios que fundamentan la religión cristiana. La Trinidad y el Misterio Pascual son ininteligibles a la razón humana. El mensaje de la fraternidad es apto como objetivo para una sociedad posreligional y postsecular como la nuestra.

Si repasamos los escasos datos históricos sobre la persona, vida y mensaje de Jesús de Nazaret nos daremos cuenta de que su figura y sus actitudes son muy sencillas, y su mensaje claro y escueto: el Reino de Dios. Sabemos que nació de María y José, en Nazaret lo más seguro. Su vida transcurrió con normalidad, dejando su casa para dedicarse a su labor profética: el anuncio del Reino de Dios, con sus características de lucha contra el hambre, el sufrimiento y basado en una relaciones humanas fraternas. Los medios que Jesús utilizó para proclamar el Reino de Dios fueron muy sencillos, las parábolas, ejemplos de la vida diaria que envuelven un mensaje concreto.

Como buen judío fue un hombre religioso, pero contrario a la institución judaica y a sus normas y ritos. Estuvo en desacuerdo con la sacralidad del templo y su comercio. Se opuso a los sacerdotes, a sus costumbres y ceremonias. Y tuvo como ley suprema y única el mandamiento del amor a todos y todas, incluso a los enemigos. Se rodeó de discípulas y discípulos que seguían a su persona y su mensaje- Todo muy sencillo y popular, sin elucubraciones teóricas y obligaciones extrañas. Así transcurrió la vida de Jesús y sus seguidores .Sabemos que fue perseguido por su comportamiento y manera de pensar. Fue condenado a muerte por la autoridad civil y religiosa.

Y esa fue la vida de sus seguidores durante los primeros años de la expansión del cristianismo, al margen de la religión judaica. Jesús no fundó ninguna religión. Inició un movimiento de seguidores que transmitieron el mensaje de Jesús, un mensaje laico y basado en el mandamiento del amor. Este fue el cristianismo originario que promulgó Jesús de Nazaret y que vivieron y enseñaron las primeras discípulas y discípulos que le siguieron los primeros siglos después de la muerte de Jesús. Un mensaje basado en las Bienaventuranzas, dirigido especialmente a los pobres, como preferidos por Jesús, destinado a dar de comer a los hambrientos (la multiplicación de los panes y peces), promover la salud a los que sufren (mediante las curaciones) y con un mandamiento único, el del amor, como base de las relaciones humanas.

A los pocos años de la desaparición de Jesús se fue gestando un cristianismo diferente al originario y promulgado por Jesús. Fue el nacimiento de la religión cristiana a partir de la reflexión de Pablo de Tarso, en los primeros escritos del Segundo Testamento. Fue en el siglo cuarto (313 Edicto de Milán) en el que Constantino y su hijo Teodosio promulgaron este cristianismo como la religión del Imperio. Un cristianismo basado en el Misterio Pascual: El nacimiento de Jesús como el Cristo, el Ungido e Hijo de Dios, destinado a salvar a la humanidad del pecado original, cometido por los primeros padres Adán y Eva, mediante su vida y sobre todo su muerte en la Cruz como Redentor y Salvador. Siendo resucitado por Dios como premio a su vida redentora. Y este es el fundamento de la fe cristiana. Desde entonces se ha ido enriqueciendo con los dogmas, su teología, la teología dogmática, sus normas y su liturgia.

Hoy se habla de un nuevo paradigma cristiano que se define como posreligional, más allá de la religión cristiana, y que establece esta distinción: el cristianismo como movimiento de los seguidores de Jesús, el cristianismo originario, y como religión de Occidente. Un cristianismo laico, posreligional, o un cristianismo religioso fundamentado en la revelación de Dios en la Sagrada Escritura, como Palabra de Dios a la humanidad. El nuevo paradigma, basado en los últimos descubrimientos arqueológicos considera el Misterio Pascual como una narración mítica, creada por los seres humanos, sin ninguna vinculación divina, no pudiendo ser considerado como revelado por Dios. En una sociedad posreligional y secular no es congruente admitir una teología basada en los dogmas eclesiásticos y en mitos creados por la religión humana. Este nuevo paradigma defiende el cristianismo originario de Jesús de Nazaret, y no la religión cristiana, producto de la creación humana. Si partimos del Misterio Pascual, como eje de la fe cristiana, no podemos afirmarlo como un mensaje laico, sino religioso, fruto de la elaboración de la religión cristiana.

En algunos sectores creyentes progresistas se introduce un concepto nuevo: la cristianía, como “un cristianismo laico, humilde y sin complejos, abierto a tod@s”, basado fundamentalmente en el Misterio Pascual, la encarnación, la cruz y la resurrección de Cristo en la historia. Pero este mensaje no es laico, sino religioso, fruto de unos mitos creados por la religión cristiana a través de la historia. Para el mencionado autor “cristianía quiere ser un instrumento al servicio de un cristianismo y una espiritualidad de la relación, un cristianismo humilde, en cuyo seno puedan acogerse quienes no se sienten necesariamente cercanos a la institución (de ahí su énfasis en la laicidad- lo común a todos-) y a la vez un lugar para vivir la adhesión a la institución en claves relaciones, no fundamentalistas y radicalmente evangélicas”

Pero ¿qué futuro le espera a un instrumento religional en una sociedad posreligional y secular? En esta época en la que vivimos hemos de ofrecer a toda la humanidad la construcción de una sociedad fraterna, más allá de las murallas doctrinales e institucionales que ofrece la institución de la Iglesia y atravesar hasta la otra orilla, postsecular y posreligiosa (José Arregi). En definitiva se trata de “echar nuevas raíces por campos y veredas para poder andar tiempos que traigan en su entraña esa gran utopía que es la fraternidad” como canta José Antonio Labordeta, para ser la fraternidad que soñaba Jesús de Nazaret.

Jesús Gil García

Editor