Diciembre 14, 2024

La renovación de la Iglesia es urgente / Pagola

 La renovación de la Iglesia es urgente / Pagola

Aunque  las  palabras  de  Jesús,   recogidas  por  Mateo,  son  de  gran importancia para la vida de las comunidades cristianas,  pocas veces atraen la atención de comentaristas y  predicadores.   Esta es la promesa de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre,  allí estoy yo en medio de ellos”.

Jesús no está pensando en celebraciones masivas como las de la Plaza de San Pedro en Roma.   Aunque solo sean dos o tres,  allí está él en medio de ellos.   No es necesario que esté presente la jerarquía;  no hace falta que sean muchos los reunidos.

Lo  importante  es  que   “estén  reunidos”,  no  dispersos,  ni  enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros.   Lo decisivo es que se reúnan “en su nombre”:   que escuchen su llamada,  que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios.   Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.

Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar  y  sostener a  las  pequeñas  comunidades  de  sus  seguidores.   Es  Jesús  quien  ha  de alentar  su  oración,  sus  celebraciones,  proyectos  y  actividades.   Esta presencia es el   “secreto”   de toda comunidad cristiana viva.

Los  cristianos  no  podemos  reunirnos  hoy  en  nuestros  grupos  y comunidades  de  cualquier  manera:  por  costumbre,  por  inercia  o  para cumplir unas  obligaciones religiosas.   Seremos  muchos  o,  tal vez,  pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.

Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús.  Nos reunimos para escuchar su Evangelio,  para  mantener  vivo  su  recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu,  para acoger en nosotros su alegría  y  su paz,  para anunciar su Buena Noticia.

El futuro de la fe cristiana dependerá en buena parte de lo que hagamos los cristianos en nuestras comunidades concretas las próximas décadas. No basta lo que pueda hacer el Papa Francisco en el Vaticano.   No podemos tampoco poner nuestra esperanza en el puñado de sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años.   Nuestra única esperanza es Jesucristo.

Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria.   El único capaz de atraer a los hombres y  mujeres de hoy.   El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de incredulidad.   La renovación de las instancias centrales de la Iglesia es urgente.   Los decretos de reformas,  necesarios.    Pero nada tan decisivo como el volver con radicalidad a Jesucristo.

José Antonio Pagola  /  Bizkaia

 

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