Septiembre 15, 2025

 ‘Cristo es nuestra Paz, que desarma’

  ‘Cristo es nuestra Paz, que desarma’

Erio Castellucci; Obispo de Módena-Nonantola y Carpi, conmovido por las atrocidades de la guerra escribió una Carta pastoral; ‘Cristo es nuestra Paz que desarma’, para discernir y alentarnos a ser artesanos de la vida y de la paz en el mundo.

La introducción de la Carta denuncia la tragedia de la guerra. ‘El compromiso con la paz no es ni de derechas ni de izquierdas: es simplemente un deber. La manipulación política que, lamentablemente, sobre todo en nuestro país, logra infiltrarse en todos los ámbitos, incluso dentro de las comunidades cristianas, corroe y deteriora el compromiso compartido con la paz. Toda guerra, especialmente la guerra por excelencia, que es la guerra armada, corroe todas las dimensiones del ser humano y tiende simplemente a la destrucción. Por esta razón, toda persona y todo pueblo debe estar  en contra de  la guerra, independientemente de sus convicciones religiosas, políticas o idealistas. Quien esté a favor de la vida, en todas sus etapas, debe estar en contra de la guerra, sin encontrarle justificación alguna’.

¿Quién puede detener esta carrera mortífera?

El obispo Castellucci, recuerda con una acertada reconstrucción histórica, la presencia de la ONU, cuya gran debilidad emerge precisamente en este momento: ‘A pesar de todo, hay que evitar a toda costa la resignación: este organismo mundial, con sus articulaciones, si se reforma debidamente, representa hoy la mayor oportunidad para reducir la carrera armamentista y los conflictos que la acompañan, con todas las miserias que conlleva: pobreza, hambre, violencia, destrucción de la creación’.

Don Erio, invita a una praxis a toda persona de buena voluntad con un Pentágono que, a diferencia del USA, ahora sinónimo de estrategia de guerra, es un Pentágono de Paz . Ninguno de sus cinco lados es insignificante para un cristiano. Es un Pentágono que constituye, al fin y al cabo, el tejido cotidiano de la acción de la Iglesia, lo que llamamos ‘pastoral’ en nuestras comunidades.

  • Primero, debemos indignarnos y alzar la voz: el desarme de las conciencias. Frente al entumecimiento emocional que se apodera del mundo, el texto evoca la curiosa expresión de la tradición cristiana: la «santa indignación», que no debe confundirse con un simple destello pasajero. Es más bien una «brasa» que arde constantemente, y es una respuesta a la paz que Jesús trae: no apatía ni insensibilidad (quedarse solo), sino la espada que atraviesa la indiferencia y la comodidad .
  • En segundo lugar, fomentar el diálogo: desarmar las palabras. Ni la omisión de las diferencias ni el fundamentalismo que ostenta la identidad generan paz. Ambos adolecen de la misma falta de madurez y desinterés por el diálogo. La identidad cristiana es, por su propia naturaleza, abierta: la encarnación del Hijo en cada ser humano nos permite ver en cada persona la huella del Padre Creador y nos da ojos para reconocer la acción del Espíritu, que da sus frutos en todas partes. El Credo contiene los fundamentos del diálogo en su estructura. «El mensaje cristiano, por tanto, se compromete con dar y recibir ( Gaudium et Spes 43-45), en un diálogo que declara explícitamente sus propios fundamentos».
  • En tercer lugar, orar e interceder: el desarme de las almas. Las Escrituras bíblicas nos recuerdan que la paz debe ser invocada. Pero ¿qué sentido tiene orar? La oración desarma las almas. «El primer efecto de orar por la paz es precisamente sanar las heridas de quienes recurren al Señor: porque comprenden que no tiene sentido invocar la paz si no la acogen primero en sí mismos. Los discípulos de Jesús saben que la oración no es un ejercicio fácil: no tanto por la atención mental que requiere, sino por la verificación existencial que activa. La oración cristiana es diferente de la meditación, aunque útil y necesaria; es una respuesta a Dios, que, como tal, se inspira en su Palabra». Su fuerza proviene de la comunión entre los discípulos; culmina en la mayor invocación por la paz, la de la Eucaristía.
  • En cuarto lugar, arremangarnos y ayudar: el desarme de las manos. La educación para la no violencia se concreta mediante la acción individual, pero también mediante el trabajo en red, «uniéndose a asociaciones, fundaciones u otras organizaciones cuyo propósito es ayudar a las víctimas de la guerra. Esta red también incluye a las comunidades cristianas, tanto católicas como ortodoxas y protestantes, que a menudo establecen refugios y centros de asistencia. Y además, todos, en una sociedad democrática, poseen el ‘arma pacífica’ del voto , con el que es posible orientar las políticas locales y nacionales hacia el diálogo, la aceptación y la paz». Por eso es necesario activar programas de educación para la no violencia en todas las diócesis, como el Papa León XVI pidió a los obispos italianos.
  • En quinto lugar, dar testimonio y permanecer fieles a Jesús: el desarme de los corazones. Más que una guerra preventiva, que carece de fundamento en el derecho internacional, necesitamos una ‘paz preventiva’, nacida del mandato de Jesús y ofrecida por sus discípulos sin esperar respuesta. Todo entorno vital puede enseñar paz, como ya ocurre en muchos ‘santos de la puerta de al lado’: el texto, en particular, recuerda al beato Odoardo Focherini y al P. Elio Monari, así como a san Francisco. ‘No hay paz sin perdón: y el perdón requiere, entonces como ahora, la mediación de los santos’.

Agradecemos a Don Erio Castellucci esta oportuna e interpelante Carta para sostener la esperanza de los creyentes en medio de cómplices silencios que solo refuerzan la inmoralidad de la guerra y el inaceptable Genocidio en Gaza que ofende la recta conciencia de la humanidad.

Redacción de revista ‘Reflexión y Liberación’ / Santiago – Madrid – Roma

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