¿Vuelven los Tradicionalistas?
La Misa que se celebró recientemente en el Vaticano fue controvertida. Por primera vez desde 2020 y con la autorización del Papa León XIV, se podrá oficiar la misa ‘Tridentina’ en la Basílica de San Pedro. Gran triunfo del cardenales Raymond Burke y Gerhard Müller. (N de la R).
La repetición de fórmulas impactantes, como “usus antiquior” o “forma extraordinaria”, para referirse al “Rito Tridentino”, caracteriza la comunicación con la que diversos grupos que se declaran católicos sin aceptar la reforma litúrgica reclaman con insistencia una “mayor tolerancia” respecto a la posibilidad de celebrar el misterio litúrgico con el ordo cuya reforma solicitó explícitamente el Concilio Vaticano II. La terminología tanto de “usus antiquior” como de “forma extraordinaria”, con su pomposa autorreferencialidad, subestima de forma intencionada e imprudente una cuestión institucional y eclesial que no puede eludirse de ninguna manera.
Lo que Francisco hizo en 2021 con Traditionis Custodes fue regresar de la irracionalidad a la sensatez, de la ilusión a la realidad, del anacronismo a la historia de la salvación. No se trataba de una intolerancia descontrolada, sino de una prudencia clásica. Francisco comprendió que la «imprudencia» no debía llamarse «tolerancia». Por eso, hoy, quienes se obstinadamente hablan de «usus antiquior» o «forma extraordinaria» fingen, ante todo para sí mismos, que la historia se ha detenido y que lo que entonces era escandaloso para Lefebvre y sus seguidores ahora es posible para todos y con facilidad: pensar en seguir siendo católicos al no aceptar la resolución conciliar de reformar el Rito Romano.
No existe «usus antiquior» ni ninguna «forma extraordinaria» que un cardenal u obispo pueda usar libremente sin una concesión específica. No es normativo ni normal celebrar según un ordo reformado. Solo hay casos excepcionales y bastante extraordinarios en los que se puede permitir a alguien lo que generalmente se desaconseja. El tradicionalismo busca evitar que la tradición sea diferente del pasado. Pero esta es precisamente la tarea de la tradición: permitir que el misterio litúrgico sea dinámico, que siga siendo acción, palabra, vivo y verdadero, aquí y ahora, para mujeres y hombres que se reconocen parte del misterio. El hecho de que la comunidad celebrante sea parte del misterio que se celebra es la experiencia que hace inadecuado el llamado “uso más antiguo” y extravagante la llamada forma extraordinaria.
Llamar a un abuso por el nombre de uso y a una deformación por el nombre de forma es una de las deficiencias más graves que aquejan a los tradicionalistas. Es la incapacidad de ser veraces y de llamar a las cosas por su nombre. Extrañamente tolerada por quienes saben que son palabras falsas y negaciones de la verdad, pero prefieren no ofender sensibilidades y, si es necesario, incluso pueden llegar a oficiar las vísperas en lugar de protestar.
Esto también, aunque en forma menor, parece ser una deficiencia grave, derivada del descuido de una oportunidad autorizada para guiar a los tradicionalistas fuera del túnel jerárquico y del colorido séquito de sus obstinados formalismos.
Andrea Grillo – Roma