Teología práctica de liberación en el Chile de Salvador Allende
El Aula Magna de la Pontificia Universidad Católica de Chile fue el marco solemne donde se presentó el esperado libro de Yves Carrier, “Teología práctica de liberación en el Chile de Salvador Allende“, de Ceibo Ediciones.
En un salón desbordado con más 400 asistentes, actuó como anfitriona y moderadora la presidenta de la FEUC Naschla Aburman, quien agradeció la concurrida asistencia y en particular la presencia de la Sra. Ángela Jeria, madre de la presidenta Michelle Bachelet, así como del rector de la Universidad de Chile, don Ennio Vivaldi.
Abrió el evento la distinguida defensora de los DDHH, la abogada Fabiola Letelier del Solar, quien a nombre del Consejo Editorial de la Revista “Reflexión Liberación”expresó la alegría de ver concluida esta anhelada iniciativa que nos planteó el misionero Guy Boulanger OMI, y que responde a la línea editorial de nuestra publicación desde hace 25 años; promover, desde el Evangelio, la justicia social, el Concilio Vaticano II y la teología de la liberación.
La presentación del libro estuvo a cargo de Mónica Echeverría y los sacerdotes José Aldunate y Mariano Puga.
La escritora, profesora, actriz y dramaturga Mónica Echeverría, comenzó señalando que en ese lugar debiera estar su esposo, Fernando Castillo Velasco, quien como ex rector de la universidad católica fue protagonista e ideólogo de la reforma universitaria de fines del sesenta, quien en su vida abrazó la causa y las consecuencias de la teología de la liberación.
En su presentación se situó en los años sesenta, recordando que la Iglesia comenzaba a vivir una profunda crisis como consecuencia de la falta de apertura al mundo. Señaló el origen de esa crisis en la asimilación del poder imperial que fue la triste herencia de la conversión de Constantino a la Iglesia. Indicó al boato y a la imagen distorsionada de un dios castigador como medios de “manipulación para someter a los pobres”. Destacó que hubo voces históricas que denunciaron tales abusos, hasta que la aparición de Marx terminó por arrebatar a los pobres de la Iglesia, quienes –dijo– pasaron a ser sujetos de la historia. Resaltó la figura de cristianos significativos como Yves Congar, Teilhard de Chardin, Jacques Maritain, Manuel Larraín, san Alberto Hurtado y a Clotario Blest, subrayando que “fueron una luz de esperanza para los pobres”. Siguiendo el recorrido histórico, continuó con el papa bueno, Juan XXIII, de quien destacó su renuncia a ser un burgués.
En ese contexto presentó el libro de Yves Carrier como un testimonio de esa Iglesia liberadora que busca servir a los pobres, destacando que se haya elegido a Chile para vivir esa experiencia, más precisamente en Chuquicamata. Recuerda una frase de este cura holandés que fue Caminada, y que contiene el espíritu de esa iniciativa: “No hay que dividirse en la lucha, sino que caminar juntos”.
Expresa un juicio crítico al silencio y persecución impuesto por el papa Juan Pablo II contra la teología de la liberación, y termina resaltando la figura del papa Francisco como un gran signo de esperanza para la Iglesia y la humanidad toda.
Continuó José Aldunate, quien fue ovacionado en repetidas ocasiones. Fue sorprendente constatar su lucidez y firmeza, que a sus 97 años es todo un testimonio de pasión evangélica. Toda su exposición la hizo de pie.
Pepe hace un relato como protagonista de la experiencia de Caminada, señalando que el objetivo de esa aventura fue buscar respuesta a preguntas fundamentales como: “¿Qué será de la humanidad? ¿Qué está haciendo la Iglesia ante la situación de los pobres? ¿Cómo modernizar la Iglesia? ¿Cómo sacarla de sus edificios y sus cultos? ¿Cómo sacarla a la calle?”
Como anécdota contó que Caminada era estricto, severo, y que sólo Mariano Puga, con una broma o con un gesto, conseguía dominarlo. Compartió que Caminada al regresar de una larga misión en Indochina llegó a su país, Holanda, y lo encontró atado al pasado y encontró a una Iglesia atrapada en un doctrinarismo que no se ajustaba al presente, que sospechaba de todo socialismo. Se convenció que el camino era la praxis, ya que por encima de la doctrina estaba la realidad. Ideó una estrategia y vino a Chile a probar su hipótesis. Así fue como “formamos un grupo de chilenos y extranjeros, entre ellos Mariano, Rafael Maroto y yo. Era un grupo que se desprendía de su burguesía.”
El método tenía varios pasos: salir del doctrinalismo; insertarse en el mundo real; reproducir una nueva praxis fundamental y dialogar con los obispos. Compartió con libertad que “esto fue lo más difícil, ese diálogo tuvo serios problemas. Muchos obispos tuvieron miedo. Le decíamos que la Iglesia tenía que hacer política.Queríamos realizar el sueño de Dios: de una comunidad unida, igualitaria y fraternal. Eso pide política, praxis orientada a la realidad del país.” Con serenidad comparte detalles íntimos, como cuando “los obispos nos dijeron nosotros no los queremos en Chile. El episcopado nos rechazó.” Y contó como “el obispo de Calama, don Juan Luis Ysern se levantó a favor de nosotros, hasta que, en definitiva, fue Pinochet con el golpe quien resolvió todo, echando a Caminada y a toda su comparsa. Quedamos sólo cinco chilenos: Rafael Maroto, José Correa, Mariano, Chavo Fuster y yo.”
Y dijo: “Una rama pudo brotar. Esos cinco chilenos nos organizamos y formamos un grupito que se llamo EMO (equipo misionero obrero). Luego fuimos 40 y después 70. Seguimos practicando el método de Caminada. Pudimos realizar el sueño de Caminada. Maroto era bodeguero, Pepe Correa carpintero, Mariano pintor y yo trabajaba en la construcción. Logramos abrir la Iglesia a la izquierda. Ahí terminó la distancia con los comunistas y socialistas, ya no habían insultos mutuos, sino colaboración fraterna.”
Pepe reconoció con alegría: “Logramos algo, avanzar. Todavía quedaba fuego bajo las cenizas para que surgiera una Iglesia comprometida con el cambio en el mundo, comprometida con el sueño de Dios: ser una sociedad unida, solidaria y fraternal.”
Con esas palabras Pepe concluyó su presentación, seguida de una prolongada y calurosa ovación.
Llegado el turno de Mariano Puga, comenzó compartiendo sus sentimientos: “Estoy llegando a un momento único de mi vida, de mi historia, de mi Iglesia, de mi pueblo.” Lee dos textos del Evangelio: con Lucas proclama el texto donde Jesús hace suyo el libro de Isaías “… me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres…” (Lc 4, 18-21) y el texto de Los Hechos delos Apóstoles donde Lucas describe la vida de las primeras comunidades cristianas “… vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno … y eran estimados por todos …” (Hech 2, 42-47).
Con la lectura de los Evangelios la asamblea acoge con respeto y sacralidad la emoción de Mariano, quien retoma la palabra con la fuerza del profeta diciendo, “ésta es la carta de presentación de la Iglesia del pueblo”, y agrega, “el mayor escándalo es que los pobres, los excluidos, los marginados no se sienten en casa en su Iglesia; no sienten que sus esperanzas, su martirio encuentra eco. Hay un distanciamiento entre la Iglesia de Jesús y la Iglesia católica.” Y con emoción agrega: “Este es nuestro desafío, de quienes creen ser fieles a Jesucristo de Nazareth. Es imposible sin ser fieles a los pobres, a sus luchas y esperanzas.” Comparte que “lo más valioso de Calama fue eso: crear una humanidad nueva al estilo de Dios, inseparable de los pobres y excluidos.”
Volviendo al presente, declara “estamos en un momento histórico, con un Papa Francisco que dice «quiero una Iglesia pobre para los pobres» y que convida a cenar a Gustavo Gutiérrez”, – y estalla un aplauso espontáneo que llena al Aula Magna de la PUC.
Luego Mariano afirma con dolor “admirar sin imitar es hipocresía”. Y Agrega “decirme discípulo de Jesús, ser miembro de una Iglesia que hace suya las esperanzas y angustias del pueblo -que es su constitución dogmática. Nosotros somos de esa mafia del Espíritu que trabaja en el corazón de la humanidad. En esta experiencia caben curas, compañeros y obreros.”
Y vuelve Mariano a la historia, contando que el 15 de agosto de 1973 el obispo de Calama comunica a este grupo que el episcopado no los quiere y les pide que paren y se vayan. Mariano se viene a Santiago, y cuenta que el mismo 11 de septiembre de 1973 se junta con el cardenal Raúl Silva Henríquez, Sergio Contreras Navia, José Manuel Santos Ascarza y Carlos González Cruchaga, quienes manifiestan su adhesión a la experiencia de Calama; declaración con que la asamblea interrumpe en un aplauso lleno de gratitud que inunda el Aula Magna de la Pontificia Universidad Católica, dando testimonio de gratitud a esos queridos obispos y a esa querida Iglesia.
Así concluyen las presentaciones. Luego hubo oportunidad de compartir testimonios, comenzando con el de Karina Delfino, presidenta de la juventud socialista. Siguió don Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile, quien en breves palabras hizo un llamado a animar el espíritu y a recuperar los grandes ideales, rememorando tiempos en que los ciudadanos eran movilizados por grandes proyectos sociales; lo hizo resaltando la figura política de Salvador Allende. El último testimonio estuvo a cargo deJacques Chonchol, ex ministro de agricultura de Salvador Allende, quien abordó sintética y magistralmente la historia y evolución del conflicto mapuche.
Terminó la presentación con un canto para homenajear el cumpleaños de Pepe Aldunate y Mónica Echeverría, seguido de un sencillo cóctel, donde hubo oportunidad de departir con los númerosos asistentes, así como con muchos hombres y mujeres comprometidos con tantas causas liberadoras del pueblo chileno y Latinoamericano.
Comité Editorial Revista “Reflexión y Liberación” – Chile.