La Iglesia Latinoamericana revive con la Teología de la Liberación
Lo que estamos afirmando en este artículo se corrobora con cuatro acontecimientos de primera magnitud.
La primera es la declaración de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe a favor de la Teología de la Liberación. El arzobispo, Cardenal Gerhard Ludwig Müller, encargado de la Congregación dice que “la Teología de la Liberación debe ser considerada, a mi parecer, entre las corrientes más significativas de la teología católica del siglo XX”[1]. Es la primera doctrina teológica para Latinoamérica llamada a orientar sus destinos. Personalmente, monseñor Müller es amigo de Gustavo Gutiérrez iniciador de la Teología de la Liberación y ha estado varias veces en América Latina con él e interesado en nuestros problemas. Su declaración difiere con las que ha hecho hasta ahora la misma Congregación de la Doctrina de la Fe bajo el director anterior, entonces cardenal Ratzinger y después Papa Benedicto XVI. Entonces estaba bajo la sospecha de estar influenciada por el marxismo, ahora puede y debe desplegarse para animar una renovación continental de la Iglesia.
El segundo acontecer que abre el camino para el despliegue de la Teología de la Liberación (T.L.) es el mismo nombramiento del nuevo Papa Francisco, un Papa latinoamericano que ha asumido y sigue asumiendo el lema fundamental de la Teología de la Liberación, “la opción preferencial por el pobre”. Por esto precisamente escogió como nombre papal Francisco. Y ha dicho “¡Cómo quisiera que nuestra Iglesia fuera pobre!”. Tuvo un destacado papel en la última conferencia episcopal latinoamericana, de Aparecida que, a pesar de ciertas oposiciones acogió fundamentalmente la Teología de la Liberación.
La tercera coyuntura positiva para la Teología de la Liberación es el movimiento eclesial animado sin duda por el Espíritu que busca actualizar el Concilio Vaticano II. Estamos viviendo el quincuagésimo aniversario de la celebración del Concilio y se busca actualizar este acontecimiento después de un período de regresión. El mismo Papa Benedicto XVI tenía sus reparos sobre el Concilio, pero estos están siendo superados por la teología y la eclesiología actual. Una reflexión actualizada afirma que la Conferencia de Medellín es la traducción del Concilio Vaticano II para Latinoamérica y una corriente afirma más, la T.L. es la conclusión más válida para todo el mundo de lo que el Concilio afirma definitivamente.
Una cuarta coyuntura que va al encuentro de lo afirmado anteriormente es la renovación de la misma T.L.Jorge Costadoat, teólogo de la liberación nos habla recientemente sobre esta renovación (en Reflexión y Liberación de mayo-junio 2013). Toda reflexión teológica, dice él, que quiera estar bajo los signos de los tiempos y trazar caminos de futuro debe estar dispuesta a renovarse. Una teología de la liberación debe renovar su praxis liberadora y esta renovación tiene el aporte de las ciencias todas, las que presiden el conocimiento y la acción. Si el proyecto de Dios abarca todo lo humano, todo lo humano ha de ponerse en juego para dilucidar y realizar los caminos de Dios. De aquí se fundamenta la aplicación de las ciencias humanas para encontrar los caminos de hoy y del futuro que han de liberar al pobre y excluido. Esta aplicación es lo que pide, Jorge Costadoat, en la reflexión citada.
Se ha definido la Teología de la Liberación como “la teoría de una praxis liberadora”. Si hay que ir dilucidando cuál pueda ser una praxis liberadora para los pobres de hoy y de mañana en un mundo en camino de globalización, el cristiano tiene que ser el primero en este ejercicio de dilucidación y ejecución de la praxis. En este ejercicio de amor y entrega podrá el teólogo descubrir los designios de Dios, es decir hacer teología.
La Iglesia en el Concilio Vaticano II optó por renovarse en la línea pastoral. No desconocía ni miraba en menos otras líneas teológicas que se habían desplegado con provecho en la reflexión católica pero ya había sonado la hora de una renovación pastoral es decir abierta al mundo de hoy en diálogo con la Iglesia y actuando en ella buscando juntos el bien de la humanidad.
En esta línea decimos que la Teología de la Liberación es un camino providencial de reflexión querido por Dios.
Jose Aldunate, SJ – Residencia Jesuita de Santiago de Chile.
Publicado en revista “Reflexión y Liberación” – Julio de 2013