Julio 27, 2024

“El Papa ha sido errático”

 “El Papa ha sido errático”
  • El sacerdote jesuita, quien hace cuatro años fue suspendido como profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Católica por Ricardo Ezzati, repasa sus días de castigo, analiza el actual momento de la Iglesia, sacudida por escándalos de abusos sexuales, y acusa persecución histórica en contra de curas más progresistas.

Lo ha pasado mal el sacerdote jesuita Jorge Costadoat (60). En junio le renovaron por cuarto año consecutivo el castigo impuesto por el arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati, quien en su calidad de gran canciller de la Pontificia Universidad Católica, decidió en 2014 no renovarle la misión canónica para continuar siendo profesor auxiliar de la Facultad de Teología, tras 20 años como académico. Lo sacó de la planta de profesores y lo dejó como investigador adjunto. “Usted tiene su libertad y yo tengo la mía”, fue la explicación que le dio el Arzobispo de Santiago al momento de despedirlo.

Más tarde, Costadoat se enteraría por declaraciones del propio Ezzati en distintos medios, que su salida era “por hablar con más libertad de lo conveniente, desdibujar el magisterio y que en clases no pasaba toda la materia”. Han sido cuatro años de frustración, “de trato inhumano hacia un profesor a estas alturas de su carrera. En la universidad debiera primar el respeto a la autonomía de las facultades y a la libertad de los académicos. En Teología de la Católica, sin embargo, no hay suficiente libertad de cátedra porque no tenemos autonomía, ya que los estatutos permiten que el gran canciller haga y deshaga. Tanto así, que cuando se me expulsó, ni el decano supo de la decisión del obispo”, asegura este ex alumno del San Ignacio, doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, fundador y ex director del Centro Teológico Manuel Larraín (de las universidades Católica y Alberto Hurtado) que suele incomodar a las elites con sus columnas de opinión en El Mostrador, radio Cooperativa y la revista Reflexión y liberación.

Por las complicaciones de la Arquidiócesis de Santiago en momentos en que se investigan una serie de casos de abuso sexual por parte de religiosos y por lo que Ezzati se negó a declarar como imputado de encubrimiento, este último delegó su cargo como gran canciller de la UC en manos del religioso Tomás Scherz, que motivó a muchos académicos y sacerdotes —entre ellos Felipe Berríos— a pedir el regreso de Costadoat a las aulas de Teología de la UC. Costadoat, sin embargo, entiende que este no es el momento: “Mientras no haya un nuevo obispo de Santiago o un nuevo administrador apostólico, corresponde esperar. Lo vengo pasando mal desde el ’98, cuando el decano de la época me pidió que postulara para profesor adjunto de la planta de profesores. Presenté mis papeles. Fue un ir y venir de requerimientos que duró años. Después supe que quien no quería mi promoción a adjunto era el propio cardenal Francisco Javier Errázuriz; todo dependía de él. Nunca me promovieron ni tuve respuestas claras; ¡la oscuridad misma!”.

—Dijo que la estructura de la Iglesia se presta para una institución abusiva, lo que se repetiría en Teología de la UC.

—¡Pero claro!, basta con ver la carta que el actual decano Joaquín Silva y el Consejo de la Facultad le escribieron al Papa Francisco, donde le señalan cosas muy graves, como que en Chile se espera que la Facultad de Teología sea una simple caja de resonancia del magisterio, que seamos voceros del episcopado. También nosotros los teólogos hemos sufrido abusos de poder en nuestra iglesia. Tenemos colegas a quienes se les niega o se les demora su promoción académica. A un profesor se le dijo que mientras no se alejara de un determinado tema no sería promovido. A los que somos ‘progresistas’ nos han hecho sentir miedo. “Cuídese”, es la recomendación.

—¿Tiene que ver con un tema político?

—Sí, dentro de la Iglesia también existe una derecha y una izquierda que tiene que ver con sectores progresistas o conservadores. Con esas censuras se busca evitar los cambios.

—Habla de la oscuridad con que se maneja el cardenal Francisco Javier Errázuriz, ¿qué le parece que hoy esté fuera del círculo de consejeros del Papa?

—Yo creo —y lo digo sin ironía— que el mismo cardenal Errázuriz le pidió al Papa que lo saque. Con la enormidad de cuestionamientos a su persona en materia de encubrimientos, debió querer dar un paso al lado. Sería triste que Francisco haya tenido que sacarlo y que Errázuriz no le haya favorecido las cosas motu proprio.

—Las señales que manda la Iglesia siguen siendo equívocas, mientras anuncia la salida de Errázuriz, por otro lado reconoce décadas de encubrimiento a Marcial Maciel, donde Juan Pablo II aparece como su principal encubridor.

—Aquí hay dos posibilidades: o el cardenal Ratzinger (Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe) ocultó a Juan Pablo II el dossier con las graves acusaciones contra Maciel o bien Juan Pablo II lo encubrió. Consta que este documento estaba en el escritorio de Ratiznger antes de que Juan Pablo muriera. Una vez que murió, lo primero que hizo Benedicto XVI (Ratzinger) fue sancionar a Maciel. ¿Conclusión?

—José Andrés Murillo dice que estos reconocimientos no tienen efecto si no se acompañan de medidas concretas, ¿cuáles sugiere usted?

—Frente a los abusos y encubrimientos hay medidas de diversa índole que tomar. Unas tienen que ver con hacer justicia a las víctimas y otras con la prevención. El ideal sería que las personas abusadas presenten sus casos ante los tribunales de justicia penal. Asi, en principio, se garantiza la independencia. Pero es comprensible que prefieran hacerlo ante las mismas instituciones eclesiásticas por una razón de confidencialidad. En cualquier caso tienen que ser garantizados los derechos de las víctimas y los de los acusados. El debido proceso es un principio básico del Derecho; lo otro es la barbarie. En cuanto a la prevención hay mucho que hacer. Es necesario poner la vara alta. Es preciso generar una cultura del cuidado e ir a lo concreto: crear mecanismos de protección de las personas, sobre todo de los menores.

—Han criticado el manejo del Papa Francisco en los casos de abuso, asegurando que solo responde a demagogia.

—En el caso chileno, el Papa ha sido errático para abordar el problema. Lo vimos en el 2018. La renuncia de los obispos chilenos y la invitación a Roma de las víctimas de Karadima han tenido algo de espectacular, pero también dificultades a nivel internacional. Se le fue Mary Collins de la comisión creada para asesorarle en la materia porque ha habido prelados que quieren frenar las investigaciones. Al Cardenal Pell, su “ministro de hacienda”, lo condenaron en Australia por abusos contra menores. La salida del Cardenal Errázuriz mencionada… Creo que el Papa ha tenido dificultades para encarar a fondo este problema, y también le han puesto obstáculos, le han mentido. Por otra parte, ha debido hacer el proceso sicológico de caer en la cuenta del horror del abuso de una persona y cómo la institución eclesiástica tiende a defenderse a como dé lugar, incluso culpabilizando a los inocentes.

—En esto de dar señales, no se entiende que el Papa aún mantenga en su cargo al cardenal Ezzati.

—El problema es que encuentre a alguien que sirva.

—¿Quién sería idóneo?

—Alguien de fuera de Chile. Se habla del sacerdote español Jordi Bertomeu, quien hizo una buena labor cuando vino. Se necesita una persona con experiencia e intachable, capaz de achicar la profunda incomunicación de la jerarquía con los bautizados comunes. Detrás de la crisis de abusos hay una crisis estructural y cultural. El modo de presentar hoy el Evangelio es anacrónico. En materia de moral sexual, la Iglesia propone enseñanzas que no vienen al caso.

—¿Qué espera de la investigación en contra de miembros de la Iglesia, donde Ezzati está imputado por encubrimiento?

—No quisiera estar en su lugar. Él está en un cargo de responsabilidades heredadas. ¿Cuál es la suya?, está por verse. Expertos dicen que los abusos pueden reducirse a cero si nos ponemos las pilas. Ha sido necesario aprender. Hasta ahora ha habido una cultura del ocultamiento. Tomar conciencia de que esto no puede permitirse es un progreso cultural notable.

—Al parecer la cultura del ocultamiento sigue con la decisión de Ezzati de no declarar hace unos meses ante la Fiscalía.

—Desconozco sus razones para negarse. La gente está perpleja, no entiende que por un lado las autoridades de la Iglesia digan que quieren colaborar con la justicia y, llegado el momento, callen. Se piensa que hay gato encerrado. Casi todos creen que el obispo encubre a alguien o que él mismo es culpable de algo.

—Marie Collins, activista irlandesa en contra del abuso, también exigió no más perdones, sino acciones.

—¡Toda la razón!, y la reparación de las víctimas, insisto, debe ser la prioridad. Ya existe en Santiago una oficina que acoge a personas que llegan con denuncias y las canaliza, y en distintas instituciones se están creando protocolos de prevención. Aun así, debemos preguntarnos qué más se puede hacer por las víctimas. Es gente que ha pasado por sicólogos, siquiatras, que han hecho gastos enormes. La institución eclesiástica bien podría adelantarse a reparar a las víctimas incluso económicamente, en vez de verse obligada a hacerlo por los tribunales. Sería lamentable que todo esto termine en juicios por plata.

Paula Palacios   –   Caras

Editor