Abril 19, 2024

‘El sentido de mi Vida es vivir el Amor’

 ‘El sentido de mi Vida es vivir el Amor’

En el fondo no puedo en absoluto vivir de otro modo que como lo hago. El único sentido de mi vida, lo único que en mi misma tiene sentido es vivir el amor. El amor tiene en alguna parte de mí una profunda base original.

A esa base original yo le llamo Dios, la fuente de donde viene el amor. Ese amor en mí es enormemente ingenioso. Yo sé que siempre sólo puedo aportar una pequeña contribución. El ser humano, cada persona, necesita mucho más que lo que puedo entregar con un pequeño aliento, con una pequeña porción de amor. Yo soy simplemente uno de esos aportes que ayudan a las personas a que su vida se haga un poco más digna o que obtengan lo más necesario, lo más necesario para la vida: comida, bebida, educación… justamente lo que en ese momento necesitan. Mi vocación interior es trasmitir el amor y el amor viene de Dios.

La siguiente experiencia fue totalmente intensa para mí. Puedo ayudar a personas en muchos casos, pero lo que más, las ayuda al fin y al cabo es cuando se sumergen conmigo al fondo de mi motivación, cuando sienten conmigo esa fuerza que es el amor. Entonces las personas pueden engancharse, y de ahí se desarrollan a menudo cosas que no haría sino hubieran sentido el amor.

Lo maravilloso del amor es realidad: cuando yo amo, no necesito preocuparme en absoluto de si me aman.

Muchas personas están en búsqueda el amor, en búsqueda de ser amadas. Eso nos hace feliz. La felicidad se presenta con toda facilidad cuando amamos.

¡Hoy me río de eso, pero cuánto he hecho por amor a Jesús! Cuantos de nosotros, en mi generación, hemos sido educados así, iniciados de ese modo en la relación a Jesús o por amor a Dios, hacerle algo bueno a otra persona, perdonar a otra persona, ¡todo siempre por amor a Jesús!. Durante años viví esto así. Hoy me divierte pensar que por medio de determinados sacrificios, por medio de determinados gestos y renuncias quería darle una satisfacción a Jesús. Así me lo enseñaron y así lo admití. Ahora esa idea ha desaparecido por completo de mi vida. Nunca más podría hoy decir a alguien en nuestra comunidad que debe hacer algo por amor a Dios. Eso no está incluido en mi mensaje, no en el buen mensaje.

Actualmente mi relación consiste en confianza infinita. Mi vida está el y no él, Dios es todo mi amor, no necesito “hacer” méritos. No necesito hacer nada para que él me ame. Nadie necesita hacer algo para que Dios lo ame. Este dios ya nos ama a todos incondicionalmente. A veces quisiera decir: olviden todo lo que les han enseñado acerca de Dios: la obligación de obedecer, la obligación de hacer el bien. ¡Nadie necesita esforzarse para que Dios lo ame!

Otra cosa encuentro importante, incluso elemental, para cada persona. Encuentro importante que cada uno aprenda: ¿cómo puedo yo entrar en contacto con Dios? ¿Cómo puedo encontrarlo? ¿Cómo puedo entrar en mí? ¿Dónde está él en mí? Dónde está ese Dios? Dónde está su cielo? Cuando entonces se trata de concreto de mi actuar, de cómo vivo y cómo entro en contácto con los demás y también conmigo misma, entonces mi vida está naturalmente llena de cosas que es necesario hacer.

Yo sé, por ejemplo, que necesito una determinada disciplina. Pero no por amor a Dios, la necesito para mí, para mi estructura de vida. Yo renuncio a cosas que me hace bien dejarlas. Y si alguna vez no renuncio, no necesito preocuparme, y digo en libertad: ahora no renuncio, ahora deseo disfrutar. En Dios me encuentro en toda mi libertad. Una libertad con la que me familiarizo poco a poco. Una libertad que no es obligada, que no está dirigida desde afuera. Ese Dios no viene de afuera, ese Dios está en lo más profundo de mi ser: de ahí viene también la libertad.

Yo no podría renunciar a algo estoicamente porque tengo que hacerlo sino que para la renuncia un sentido que tenga que ver concretamente conmigo. Para mí ese sentido tiene que ver con vida, y vida es amor. Sin amor no podría imaginarme en absoluto ese sentido, ni para mí ni para lo que deseo para la humanidad como valor más profundo, como sentido supremo.  Cuando Jesús habla del reino de Dios y cuando yo digo muchas veces contribuyamos a la construcción del reino de Dios, eso significa para mí: colaboremos en este mundo, para que se creen estructuras en las cuales todas las personas lleguen a estar lo más felices y satisfechas posibles, para que todas las personas puedan vivir en paz. Estructuras en las cuales no se destruyan vida, sino que se mantenga y se cuide. El amor no permite destrucción.

Una y otra vez he descubierto, a través de miles de personas, gestos y formas, una y otra vez he aprendido de otros cómo puedo vivir más amor, cómo me acerco más. Cómo puedo trabajar más en mí, por medio de conversaciones espirituales, por medio de contribuciones de otros, por medio de meditación, amigas y conocidas concretas, desde todos los lados, por medio de la ciencia. Innumerables encuentros con muchas personas han impulsado algo en mí para seguir viviendo en ese movimiento del amor, para vivir cada vez más amor.

Siempre estoy en búsqueda: busco el amor como el sol para poder cargar energía y transmitirla. Para ser parte de la única gran energía. Dios.

Epílogo del Libro ‘El secreto siempre es el Amor’ / Karoline Mayer

Plataforma Editorial Barcelona

Editor