Octubre 10, 2024

Levantemos los corazones

 Levantemos los corazones

En el drama de los incendios forestales, se escucharon las voces de algunos obispos para organizar una campaña de solidaridad para los damnificados y encargar oraciones. Se realizaron  misas, rosarios, colectas,  movilización de Caritas , de los departamentos de pastoral social,  operativos en las parroquias…

Sin embargo la impresión es que los incendios pillaron a la Iglesia en una onda de vacaciones, de preocupación por la visita “ad limina” de los obispos a Roma o de no se sabe qué vacío de la cristiandad al sufrir el impacto diario de los desastres de incendios.

A nuestros antepasados que creían recibir directamente de Dios la dicha y la miseria, no les quedaba otra que rogarle a Dios por  piedad y misericordia. A nuestros contemporáneos que pueden explicar muchas cosas con la ciencia y las informaciones se les ha hecho más compleja la oración dirigida a Dios. La autonomía de las realidades terrestres les quitó el espectro de un dios ambiguo con rasgos perverso que castiga, pone a pruebas. No se perdió la fe en Dios a quien se puede pedir auxilio por una necesidad o problema personal o para el prójimo abriendo así nuestros corazones a todos los que sufren. Pero la misteriosa relación efectiva de Dios con todo lo que acontece a los hombres en circunstancias como las nuestras merece unas explicaciones y es lo que menos se recibe de parte de los jerarcas de las Iglesias actualmente.

Faltan explicaciones, interpretaciones, razones o culpables…  más allá de las causas materiales que pueda haber. Se propaga todo tipo de críticas de manejo de las autoridades. Las redes sociales reflejan los espantos, la vulnerabilidad, la impotencia de mucha gente. La desesperación hace decir hasta estupideces pero todo esto interroga el cielo si se puede decir.

Llama la atención por ejemplo las críticas a esa reunión de los obispos chilenos en Roma. Como si estos jerarcas de la Iglesia se fueran de vacaciones a Italia, en visita de cortesía al Santo Padre dejando el pueblo cristiano con su desastre. No se ha visto en los medios una cercanía suficiente de los curas y de los obispos con los damnificados. La gente espera de los religiosos algo que no reciben, palabras que deberían levantarles el corazón.

Unos gestos de compasión, de consuelo y de solidaridad son necesarios pero también unas palabras proféticas, unas palabras audaces.

Las religiones supieron incriminar las personas por sus errores y sus pecados individuales pero tienen dificultad de denunciar las irracionalidades humanas respecto al Crecimiento económico y al Progreso. La cultura globalizada de las finanzas paso al nivel de ser idolatría. Otra cosa que las religiones no logran asimilar es la fraternidad universal, siguen atrincheradas en sus ritos y creencias propias. ¿Cuándo se escucharan por ejemplo las distintas confesiones religiosas hablar unidas frente a unas calamidades como estos incendios?

Se escuchan mensajes del Papa que abren nuevas perspectivas pero su voz parece cansarse “en el desierto”.

Queda a los cristianos de las bancas de asumir el impacto del drama que Chile está viviendo y reconocer esa culpabilidad social de una economía pecadora. La codicia ha dañado nuestra geografía con producciones problemáticas. El crecimiento desordenado ha puesto en peligro poblaciones. Es a una conversión popular a la que nos llama Dios en este momento histórico porque no bastarán políticos, no bastarán auxilios tecnológicos excepcionales, lo que necesitaremos para salir adelante es un cambio de corazón.

Donde Dios nos puede ayudar es en guiarnos hacia riquezas que ningún incendio podrá quemar como la hermandad, el compartir igualitario, la inclusión de todos y la participación activa.

Chile después de los incendios no debe darnos una visión apocalíptica del futuro sino la imagen de una sociedad convertida un poco más en el Reino de Dios.

Paul Buchet  

Consejo Editorial de Reflexión y Liberación  –  Chile

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