“Así leo «Amoris laetitia»”

El Prefecto de la Doctrina de la fe afirma que no puede haber una contradicción entre la doctrina y la conciencia personal: es «imposible. Por ejemplo, no se puede decir que haya circunstancias por las cuales un adulterio no constituya un pecado mortal. Para la doctrina católica es imposible la coexistencia entre el pecado mortal y la gracia justificante. Para superar esta absurda contradicción, Cristo instituyó para los fieles el Sacramento de la penitencia y reconciliación con Dios y con la Iglesia».

Según Müller, «Amoris laetitia» debe ser interpretada «a la luz de toda la doctrina de la Iglesia. No me gusta, no es correcto, que muchos obispos estén interpretando “Amoris laetitia” según la propia manera de entender la enseñanza del Papa. Esto no va en la dirección de la doctrina católica. El magisterio del Papa es interpretado por él mismo o mediante de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El Papa interpreta a los obispos, no son los obispos los que interpretan al Papa, esto constituiría invertir la estructura de la Iglesia católica. A todos estos que hablan demasiado, les recomiendo que estudien primero la doctrina (de los concilios) sobre el papado y sobre el episcopado. El obispo, como maestro de la Palabra, debe ser el primero que esté bien formado para no caer en el peligro de que un ciego conduzca a otros ciegos».

Después declara que es válido el compromiso contenido en la exhortación apostólica de Papa San Juan Pablo II «Familiaris consortio», la cual prevé que las parejas de divorciados que se han vuelto a casar que no puedan separarse, para poder acceder a los sacramentos, deben comprometerse a vivir en continencia: «No es superable porque no es solo una ley positiva de Juan Pablo II, sino él expresó lo que es constitutivamente un elemento de la teología moral cristiana y de la teología de los sacramentos. La confusión sobre este punto tiene que ver con la falta de aceptación de la encíclica “Veritatis splendor” con la clara doctrina del “intrinsece malum”. Para nosotros el matrimonio es la expresión de la participación de la unidad entre Cristo esposo y la Iglesia, su esposa. Esta no es, como algunos dijeron durante el Sínodo, una simple y vaga analogía. ¡No! Esta es la sustancia del sacramento, y ningún poder ni en el cielo ni en la tierra, ni un ángel, ni el Papa, ni un Concilio, ni una ley de los obispos tiene la facultad para modificarlo».

El Prefecto invita a todos a «reflexionar, estudiando primero la doctrina de la Iglesia, empezando por la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura que sobre el matrimonio es muy clara. Aconsejaría también que no se entre en ninguna casuística que pueda fácilmente generar malos entendidos, sobre todo ese por el que si el amor muere entonces ha muerto el vínculo del matrimonio. Estos son sofismas: la Palabra de Dios es muy clara y la Iglesia no acepta secularizar el matrimonio. La tarea de los sacerdotes y obispos no es la de crear confusión, sino la de hacer claras las cosas. No es posible referirse solo a pequeños pasajes presentes en “Amoris laetitia”, sino que hay que leer todo en su conjunto, con el objetivo de hacer que sea más atractivo para las personas el Evangelio del matrimonio y de la familia. No es “Amoris laetitia” la que ha provocado una interpretación confusa, sino algunos confusos intérpretes de ella. Todos debemos comprender y aceptar la doctrina de Cristo y de su Iglesia y, al mismo tiempo, estar listos para ayudar a los demás a comprenderla y a ponerla en práctica incluso en situaciones difíciles».